Lisergia timorata

The Dandy Warhols acumulan papeletas para figurar en la n¨®mina de grupos resultones. Acertaron con un bautismo simp¨¢tico; provienen de Portland, epicentro de la modernidad independiente, y ondearon la bandera de la bohemia por las listas de ¨¦xitos. Si a ello le unimos que su ¨²ltima visita capitalina se remontaba a agosto de 2010, no es extra?o que la Joy Eslava les recibiese el viernes con un llenazo expectante, el de quienes buscan pellizcos y cosquilleos. Los obtuvieron solo a veces, en vista de que la generosa raci¨®n de psicodelia suger¨ªa sensaciones m¨¢s ambientales que vertiginosas. Y nada m¨¢s frustrante que quedarse a medias en un viaje c¨®smico, como si el cuarteto abrazara una lisergia timorata. Con m¨¢s placebo que principio activo.

Veintitantos a?os despu¨¦s de echarse a la carretera, los Warhols se han ido volviendo m¨¢s oscuros, reconcentrados. Podr¨ªamos pensar en una evoluci¨®n inteligente, pero a ratos parece una estrategia defensiva. Empezando por el hecho de que Courtney Taylor-Taylor se parapeta junto al bater¨ªa y canta en un murmullo indescifrable, ese bisbiseo para el que se requerir¨ªa cierta destreza en la lectura labial. A ratos podr¨ªa haber pasado del ingl¨¦s al suajili sin que nadie lo advirtiera.

El mano a mano guitarr¨ªstico entre Courtney y Peter Holstrom, el silente hombre del sombrero y la docena de pedales, se convierte en la principal atracci¨®n de la velada, entretenidos en delimitar un arco de influencias que abarca desde Electric Prunes al grunge. Las apelaciones a la crudeza (Crack cocaine rager, I love you) suenan m¨¢s deslabazadas que meritorias. Y ni la retah¨ªla final de himnos (You are killing me, We used to be friends, Bohemian like you) evita el poso de faena anodina. El reciente Distortland se disfrutaba m¨¢s el viernes repantingado en el sill¨®n que frente al escenario. Esperemos la revancha, ojal¨¢ antes de 2023.