?rdago en Podemos
Como hizo G¨®nzalez en el PSOE en 1979, Iglesias ha obligado a la militancia seguirle o a quedar sin l¨ªder. Y entre partido de gobierno o de combate, ha impuesto lo segundo
Lo que le acaba de ocurrir a Podemos recuerda lo que vivi¨® el PSOE en 1979. Un l¨ªder con aspiraciones de futuro se ha consolidado mediante una f¨®rmula tan simple como poco novedosa: el ¨®rdago de que aceptar su liderazgo implica aceptar su pol¨ªtica. Es un solo paquete: o lo tomas o lo dejas, pero va entero.
En el PSOE de hace casi cuatro d¨¦cadas, el proceso tuvo tintes muy dram¨¢ticos y requiri¨® dos congresos en medio a?o. En el primero de ellos, el que llevaba el n¨²mero 28, se adopt¨® una opci¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica muy orientada a disputar a los comunistas la hegemon¨ªa en el ¨¢mbito de la izquierda, y los mismos congresistas que la aprobaron estaban decididos a ratificar a Felipe Gonz¨¢lez como secretario general. Pero ¨¦ste rechaz¨® hacerse cargo del partido porque aquella no era su f¨®rmula pol¨ªtica ni su ideolog¨ªa. Dej¨® el puesto. El partido qued¨® en manos de una comisi¨®n gestora, sin l¨ªder. Fue necesario un congreso extraordinario, medio a?o despu¨¦s, para abandonar la vieja formulaci¨®n ideol¨®gica del PSOE, que era la fundacional, y adoptar otra, la propuesta por Gonz¨¢lez, para que ¨¦ste aceptara finalmente volver a ser el secretario general.
Ahora las cosas pasan m¨¢s deprisa. En Podemos todo se ha resuelto en un solo congreso. La situaci¨®n era muy parecida a la del PSOE de 1979. Hab¨ªa un secretario general, Pablo Iglesias, de liderazgo indiscutido, pero un secretario pol¨ªtico, I?igo Errej¨®n, con una pol¨ªtica distinta a la que preconizaba el secretario general. Antes del congreso, Iglesias lo dej¨® claro. Hay un solo paquete, aunque se someta a cuatro votaciones: mi liderazgo y mi pol¨ªtica. Un congreso le ha bastado para imponerse. El riesgo de quedar sin l¨ªder no era una opci¨®n.
Aqu¨ª terminan las semejanzas con el PSOE de 1979. Y empieza la gran diferencia. Entonces Gonz¨¢lez dio la batalla para homologar al partido socialista con la izquierda de gobierno en la Europa occidental de la ¨¦poca, la socialdemocracia alemana de posguerra, enfrentada a los partidos comunistas. En el Congreso de Vistalegre 2, Iglesias ha dado la batalla para consolidar a Podemos como una fuerza de choque y de lucha, el instrumento de los perdedores de la crisis econ¨®mica para plantar cara a las derechas y a quienes contemporicen con ellas. Incluido el actual PSOE, claro est¨¢. Y ha rechazado la pretensi¨®n de Errej¨®n de situar a Podemos en lo que define como una transversalidad social y pol¨ªtica susceptible de convertirse o integrarse en una mayor¨ªa de gobierno progresista.
Visto as¨ª, lo que ha hecho ahora Podemos a requerimiento de Iglesias es justamente lo contrario de lo que hizo el PSOE en 1979. Gonz¨¢lez se asegur¨® de que su partido aprobara las condiciones pol¨ªtico-ideol¨®gicas necesarias para ser una fuerza de gobierno, apta para alcanzar la hegemon¨ªa en la sociedad, no solo en la izquierda.
Lo consigui¨® y, de rebote, convirti¨® en pol¨ªticamente marginal al resto de la izquierda, que qued¨® confinada a la protesta, la impotencia y, al cabo, la esterilidad. Fue un ¨¦xito total. Le proporcion¨® 14 a?os de estancia en el Gobierno y de aquellas rentas vive todav¨ªa el PSOE actual. Hab¨ªa dos izquierdas, la de gobierno y la otra. Pues bien, Iglesias se ha asegurado de que Podemos siga siendo la otra.
La emergencia electoral de Podemos en las elecciones europeas de 2014 y su posterior ascenso en las locales y legislativas plante¨® el interrogante de si fagocitar¨ªa electoralmente a Izquierda Unida (IU) y, luego, vista la crisis provocada por la recesi¨®n econ¨®mica en el bipartidismo imperante en Espa?a, se convertir¨ªa en por lo menos un serio aspirante a arrebatar la hegemon¨ªa del PSOE. A eso parec¨ªa orientarse al principio el propio Iglesias y as¨ª fue interiorizado tanto por el PSOE como por el PP y todas las fuerzas econ¨®micas y medi¨¢ticas interesadas en mantener el bipartidismo. Como el reto m¨¢s potente nunca afrontado desde la configuraci¨®n del modelo en 1982.
Pero Iglesias parece haber abandonado la idea con la que salt¨® a la palestra hace tres o cuatro a?os. La propuesta que ha planteado al congreso de Vistalegre es la de consolidarse como izquierda de combate. Dadas las circunstancias sociales, pol¨ªticas y electorales, no es una propuesta para ganar las elecciones y acceder al gobierno. Solo hay que ver el alivio con que los portavoces de la derecha han acogido el resultado del congreso del pasado fin de semana.
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