Poca zanahoria para tanto palo
Rajoy se propone dos metas: rebajar el independentismo catal¨¢n al 25-30% como en el Pa¨ªs Vasco, y asustar a los votantes del PDCat. Cualquiera tiene derecho a autoenga?arse
Menuda metamorfosis! En una semana, la bestia negra de los antiindependentistas, el abominable hombre del 9-N, aquel sujeto sedicioso que se cre¨ªa astuto y al que el aparato estatal puso en su lugar (o sea, a medio camino entre el banquillo y la inhabilitaci¨®n), ese mismo individuo se ha convertido en el mirlo blanco, en la gran esperanza, en el clavo ardiendo al que se agarran quienes suspiran por desactivar de una vez la din¨¢mica secesionista. Y todo porque, en un acto celebrado el jueves 16 en la Universidad Aut¨®noma de Madrid, Artur Mas verbaliz¨® lo obvio: que, desde 2010, a la sociedad catalana se le plantea una disyuntiva: o la independencia o un statu quo auton¨®mico en franca involuci¨®n; y que, ¡°si hay algo en medio, lo tiene que proponer el Estado espa?ol¡±.
Enseguida, tales palabras fueron reinterpretadas como la s¨²plica a dicho Estado de una oferta alternativa a la independencia, incluso como una proposici¨®n de Mas al Gobierno de Rajoy (as¨ª las ley¨® el ministro M¨¦ndez de Vigo al d¨ªa siguiente), casi como la bandera blanca con que un independentismo exhausto pide cuartel. Todo el mundo es libre de autoenga?arse, y tambi¨¦n tiene derecho a echar semillas de ciza?a en el campo de los adversarios. Pero creo que ser¨ªa m¨¢s ¨²til a una correcta comprensi¨®n de las cosas valorar fr¨ªamente en qu¨¦ puede consistir ¡ªa la luz de los indicios disponibles¡ª esa eventual oferta monclovita, que ha hecho resucitar el mustio concepto de tercera v¨ªa.
Seg¨²n hemos le¨ªdo en estas ¨²ltimas fechas, el Ejecutivo del PP considera que la base de una hipot¨¦tica negociaci¨®n deben ser las 45 reivindicaciones que Puigdemont traslad¨® a Rajoy hace diez meses, hijas a su vez de las 23 demandas llevadas por Mas a la Moncloa en agosto de 2014. Ser¨ªa magn¨ªfico que aquellos viejos temas se desencallasen, porque en gran parte son d¨¦ficits e incumplimientos del Estado (sobre infraestructuras viarias, inversi¨®n para Cercan¨ªas, financiaci¨®n de servicios sociales¡) que perjudican el d¨ªa a d¨ªa de los ciudadanos. Pero se trata, en todo caso, de flecos del pasado, de asignaturas pendientes que ilustran la vacuidad del Estatuto de 2006 una vez sali¨® del Constitucional, de cuestiones que acreditan el agotamiento del autonomismo¡ ?C¨®mo va un tard¨ªo inicio de cumplimiento de esos 45 puntos a disipar el independentismo? ?C¨®mo, si encima el Gobierno de Rajoy se propone puentear a la Generalitat y tratar muchos de aquellos temas con unos ayuntamientos que considera m¨¢s vulnerables al soborno presupuestario?
Seg¨²n los mentideros de la Corte, el Estado se propone tambi¨¦n incrementar su presencia en Catalu?a, aunque los ejemplos conocidos de ello son bastante peregrinos: intensificar las visitas ministeriales (como si los ministros fuesen taumaturgos del unionismo), abrir una sucursal del Prado o del Reina Sof¨ªa, apoyar los Juegos Mediterr¨¢neos de Tarragona (?no estaba ya comprometido ese apoyo, y hubo que aplazar el evento a falta de los fondos estatales?) o -?tach¨¢n!- celebrar alg¨²n consejo de ministros en Barcelona. ?Sabe alguien en Moncloa que, dejando aparte el caso del gobierno Negr¨ªn, residente en la Ciudad Condal entre 1937 y 1939, el ¨²nico r¨¦gimen espa?ol que ha celebrado ocasionales consejos de ministros en Catalu?a, en el palacio de Pedralbes, fue la dictadura de Francisco Franco? ?Es ese el modelo inspirador de la nueva tercera v¨ªa?
Al parecer, Rajoy, S¨¢enz de Santamar¨ªa y sus equipos tienen otras dos metas m¨¢s sutiles: rebajar el independentismo catal¨¢n a un 25 ¨® 30%, ¡°como en el Pa¨ªs Vasco¡±, y asustar a los votantes ¡°moderados¡± del PDECat. En cuanto a lo primero, tal vez lo conseguir¨ªan si, a partir de ma?ana, Catalu?a gozase del r¨¦gimen fiscal, de la posici¨®n f¨¢ctica de Euskadi como una especie de Estado Libre Asociado al Reino de Espa?a. Prueben, a ver¡
Por lo que se refiere al PDECat, da la impresi¨®n de que el establishment capitalino todav¨ªa piensa en la vieja CiU con su mill¨®n largo de electores, muchos de los cuales no eran ni siquiera nacionalistas, sino votantes de orden, o beneficiarios de las redes clientelares, o devotos de Pujol, o admiradores de Duran Lleida. Pero un trienio largo de apuesta independentista ahuyent¨® a aquella gente; y, entre los 500.000 electores que le quedan, muy pocos no comparten la tesis de que el pacto constitucional, roto para Catalu?a en 2010, s¨®lo puede zurcirse o finiquitarse democr¨¢ticamente con un refer¨¦ndum.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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