Silencio, por favor
Hay que evadirse de una coyuntura asfixiante, de la tiran¨ªa comunicativa de la inmediatez y de la precipitaci¨®n de la actividad cotidiana, y buscar la introspecci¨®n que permita recuperar el sentido de la pol¨ªtica y de la acci¨®n social
Son tiempos que requieren de una profunda reflexi¨®n social y pol¨ªtica para lograr salir de la crisis poli¨¦drica en la que estamos inmersos. Es necesario replantear el funcionamiento de nuestros sistemas pol¨ªticos democr¨¢ticos, idear nuevos objetivos sociales, redefinir nuestra escala de valores y renovar conductas individuales y colectivas. Para ello es imprescindible evadirse de una coyuntura pol¨ªtica asfixiante, de la tiran¨ªa comunicativa de la inmediatez y de la precipitaci¨®n de la actividad cotidiana, y buscar la introspecci¨®n que permita recuperar el sentido de la pol¨ªtica y de la acci¨®n social. Necesitamos recuperar, m¨¢s que nunca, el silencio.
Son muchas las virtudes que, sin duda, tiene el silencio. Facilita la reflexi¨®n y es indispensable para la observaci¨®n y la escucha activa, requisitos fundamentales para afrontar dificultades, situaciones de conflicto y contextos convulsos. Es buen aliado del aprendizaje, la educaci¨®n, el civismo, el autocontrol y la empat¨ªa; y es buen ant¨ªdoto contra la obcecaci¨®n, la confusi¨®n de ideas, la imprudencia, la irracionalidad y la improvisaci¨®n. El silencio es germen de pensamientos, proyectos y acuerdos personales y colectivos; y, aunque parezca contradictorio, tambi¨¦n posee una gran capacidad comunicativa y es un poderoso instrumento de protesta. El silencio es respetuoso y nos ofrece espacios de meditaci¨®n y de sosiego para poder actuar con discreci¨®n, sensatez y sagacidad. A pesar de ello, desgraciadamente son malos tiempos para un silencio que anta?o fue objeto de gran valoraci¨®n y de aforismos laudatorios.
En un mundo dominado por la incontinencia comunicativa, la charlataner¨ªa medi¨¢tica, el politiqueo estent¨®reo y la exaltaci¨®n de los parlanchines, el silencio causa incomodidad, molestia, inquietud y se considera negativo. Despreciamos el silencio y lo percibimos como sin¨®nimo de debilidad, ignorancia, marginaci¨®n, aislamiento o rareza. En pol¨ªtica se impone la palabrer¨ªa al laconismo o al silencio pensativo, y se prescinde de la m¨¢xima de Shakespeare: ¡°es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras¡±. En las tertulias triunfa la verborrea, el griter¨ªo, la interrupci¨®n al interlocutor y la provocaci¨®n verbal, aunque, como advert¨ªa Mark Twain, ¡°es mejor tener la boca cerrada y parecer est¨²pido que abrirla y disipar la duda¡±. En las aulas se premia m¨¢s la participaci¨®n y el desparpajo acad¨¦mico que la reflexi¨®n, y en la vida social tienen mucho predicamento los habladores, lenguaraces, bocazas y practicantes contumaces de una verbosidad embaucadora, pese a que, como dice el proverbio, los r¨ªos m¨¢s profundos son siempre los m¨¢s silenciosos.
Hay que reivindicar el silencio, como hizo John Cage en 1952 en su obra 4¡¯33¡¯¡¯, una de las composiciones musicales m¨¢s controvertidas y trascendentes del pasado siglo. Con el int¨¦rprete frente a su instrumento y cuatro minutos y medio sin una sola nota, Cage advert¨ªa sobre la necesidad del silencio y sobre la importancia de la capacidad de escuchar (en el caso de 4¡¯33¡¯¡¯, escuchar los ruidos de la sala de conciertos que matizan el silencio, que demuestran la diferencia entre el silencio abstracto y el real, que nos revelan la subjetiva percepci¨®n e interpretaci¨®n del silencio y que dan protagonismo al azar). La obra de Cage reclama experimentar el silencio, interpretarlo con libertad y estar dispuestos a conocer lo indeterminado. Tambi¨¦n nos interpela sobre la responsabilidad de saber escuchar el ruido que proviene del silencio, de agudizar los sentidos y percatarnos de un entorno que, sin silencio, pasa desapercibido, como ocurre hoy con algunos colectivos sociales olvidados. Un firme compromiso pol¨ªtico en poco m¨¢s de cuatro minutos.
Urge una pol¨ªtica m¨¢s silenciosa, porque el silencio en pol¨ªtica permite asentar las bases del conocimiento, del razonamiento, de la consciencia y de la capacidad para mitigar el ruido que impide escuchar a la ciudadan¨ªa que sufre la adversidad de una funesta injusticia sist¨¦mica y que, sin ¨¦xito, exige igualdad y un cambio de modelo social. Los parlamentos no pueden ser c¨¢maras anecoicas, pero tampoco recintos de deslenguados. Para parlamentar y pactar hay que promover actitudes m¨¢s reflexivas. Sobran los discursos insubstanciales que han llegado a convertir en palabras vac¨ªas y triviales aquellas que, como democracia, libertad o justicia, hace a?os pose¨ªan un significado pol¨ªtico y social muy profundo. Abunda el insulto, la injuria y la bronca. Escasea la tranquilidad, la apacibilidad y la dial¨¦ctica. La pol¨ªtica debe ser menos impulsiva y m¨¢s sosegada, menos vehemente y m¨¢s respetuosa, menos pasional y m¨¢s ecu¨¢nime, menos visceral y m¨¢s cerebral, menos grosera y m¨¢s educada. Menos ruidosa y m¨¢s silenciosa. M¨¢s silencio, por favor.
Jordi Matas Dalmases es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB.
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