Fuera de lo com¨²n
La banda de Carolina de Juan se grad¨²a en la Joy Eslava con un concierto plet¨®rico y esplendoroso, de solvencia nada habitual
Existe la justicia. A veces. No parece la semana m¨¢s propicia para proclamarlo, pero reconforta comprobar el llenazo arrollador que aguardaba a los madrile?os Morgan este viernes a su paso por el Escenario Eslava. Suena Neil Young en los pre¨¢mbulos y ya desde ese instante se discierne la emoci¨®n, el regusto de lo aut¨¦ntico adherido en el paladar. Los mejores pron¨®sticos se cumplieron en apenas tres minutos: los que tardan en entran esos metales abrasivos en Cold, el tema inaugural, mientras las cinco coristas refuerzan el estribillo y se desboca la guitarra el¨¦ctrica de Paco L¨®pez, el hombre del sombrero vaquero. No hab¨ªamos hecho m¨¢s que empezar, pero ya era evidente que nos encontr¨¢bamos ante un episodio fuera de lo com¨²n.
Nada m¨¢s sobresaliente, con todo, que la voz embriagadora de Carolina de Juan. Agazapada tras el piano en el extremo izquierdo del escenario, vestida de blanco angelical y disimulando la sonrisa tras el velo de su media melena lacia, Nina ejerce como una jefa de filas joven, t¨ªmida y escurridiza. Pero es imposible pasar inadvertida desde el momento en que se alza esa voz arenosa, llena de recovecos y matices, especiada como un manjar suculento. Con ella siempre nos viene a la memoria Norah Jones, otra int¨¦rprete esplendorosa y de apariencia algo abrumada sobre las tablas. Pero quiz¨¢ se haya producido ya el sorpasso: el viernes entraban ganas de que por la Joy se hubieran acercado Jesca Hoop o Laura Marling, autoras de los dos discos m¨¢s fabulosos en lo que llevamos de 2017.
Tan compacto y refulgente es el sonido de Morgan (esas teclas negratas de David Schultness, el bajo c¨¢lido de Alejandro Ovejero) que hasta por una noche se aplazan parte de las conversaciones y bisbiseos. Mejor era, sin duda, prestar atenci¨®n a ese aceler¨®n s¨²bito en Work o su env¨¦s, el ralent¨ª que salpimenta el final de Roar. O redescubrir el puntito de blues turbulento que adereza Freely, como si Bonnie Raitt asomara sus rizos pelirrojos por la calle Arenal. Y as¨ª hasta un Weather sencillamente memorable, con Nina d¨¢ndole la mano (y el testigo) a Nuria Elosegui, otra muchacha quiz¨¢s llamada a convertirse en el pr¨®ximo episodio de relieve.
El nivel es tan pasmoso que conviene afinar el diagn¨®stico, elevar ya la exigencia. Aspirar, por ejemplo, a m¨¢s picos y valles en el repertorio, algo lineal en cuanto a tempo. Y a una mayor presencia esc¨¦nica de la protagonista principal, parapetada incluso cuando se libera de obligaciones como instrumentista (Thank you). El trasvase al castellano ser¨¢ solo cuesti¨®n de tiempo, por mucho que la banda a¨²n remolonee. Sargento, el tema estrenado junto a Quique Gonz¨¢lez, no llegaba a ser rutilante, pero s¨ª una gozosa p¨ªldora de soul atrapado en las luminosas tierras de aquella Caledonia vanmorrisoniana.
Home, el tema titular, lleg¨® casi al final como absoluta obra cumbre: incandescente, en crescendo, m¨¢s emotiva a cada paso. Y, por aquello de honrar a los maestros, el primer bis conjug¨® Seven bridges road (popular por los Eagles, mejor a¨²n con Ian Matthews) con una adorable lectura de The night they drove all dixie down, de The Band. Trascienden Morgan, unos absolutos desconocidos hace apenas un a?o. Y s¨ª: entran ganas por un momento de creer en la justicia.
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