Rehenes del paro contra v¨ªctimas de la guerra
El alcalde de C¨¢diz ahonda en su opini¨®n sobre los contratos navales con Arabia Saud¨ª
Lean con atenci¨®n. Esta es la historia del pen¨²ltimo contra el ¨²ltimo. Pero d¨¦jenme que me remonte algunos a?os atr¨¢s. Era un 12 de julio de 1977. El buque Esmeralda arribaba a C¨¢diz para reparar aver¨ªas. Cuando la nave chilena realizaba la maniobra de atraque, los trabajadores de Astilleros lo abucheaban. Aquel barco hab¨ªa sido utilizado como c¨¢mara de torturas flotante del r¨¦gimen de Pinochet. En aquel momento, los trabajadores se negaron a repararlo. Yo ten¨ªa solo dos a?os pero recuerdo aquella lecci¨®n de dignidad. La recuerdo porque mi padre era soldador y me la cont¨® orgulloso. Por aquel tiempo, en C¨¢diz, las horas no las marcaban las agujas del reloj, sino el sonido de la sirena en los cambios de turno en el dique.
Fue entonces cuando a la provincia de C¨¢diz lleg¨® otro barco. No era una nave cualquiera y lleg¨® sin avisar. Era un barco pirata con un capit¨¢n sin palabra que vest¨ªa chaqueta de pana. Era el barco del paro. Aqu¨ª es donde empieza nuestra historia. El Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez fue quiz¨¢s el principal responsable del desmantelamiento de los astilleros gaditanos a trav¨¦s de unos planes de ajuste denominados eufem¨ªsticamente ¡°de reconversi¨®n industrial¡±, que supusieron una reducci¨®n de puestos de trabajo del 88% en la industria naval gaditana. El Partido Popular ha continuado en la misma din¨¢mica de desmantelamiento y dejaci¨®n de funciones en t¨¦rminos de desarrollo de un aut¨¦ntico Plan Industrial, diversificaci¨®n de la producci¨®n, desarrollo de la industria civil, etc. M¨¢s a¨²n, el PP ha cerrado deliberadamente puertas de salida para nuestra industria con la penalizaci¨®n imb¨¦cil de las renovables.
Nada sustituy¨® al empleo industrial. C¨¢diz es la provincia con m¨¢s paro de toda Europa. Esa realidad estad¨ªstica no es neutra. La consecuencia m¨¢s tr¨¢gica de eso es algo que me toca reconocer en este punto: no somos un pueblo libre. Somos rehenes. Y a qui¨¦n es reh¨¦n no se le puede pedir m¨¢s que que responda con lo que le permita permanecer vivo. Somos rehenes de un secuestro que se sustenta en un chantaje permanente: o el paro o la emigraci¨®n, donde est¨¢n la mitad de mis vecinos, o el paro o la precariedad, donde est¨¢ la otra mitad, o el empleo o la salud, y a mis vecinos les duelen los huesos como si fueran viejos aunque tengan 30 a?os, y ahora para este caso, una terrible y mezquina trinchera moral: o el empleo o los Derechos Humanos. Me han preguntado muchas veces c¨®mo ha cambiado mi perspectiva en este viaje ins¨®lito del activismo al gobierno de una ciudad. Para m¨ª el cambio fundamental despu¨¦s de un a?o y medio es que antes denunciaba los problemas en general, y esa denuncia era certera, y ahora esos problemas tienen nombre, apellidos, hijas y padres. Esos problemas tienen piel quemada y huesos doloridos con los que tengo la obligaci¨®n de vestirme a diario. Si tengo ¨¢nimo para seguir adelante es porque s¨¦ que hay una estrategia de rescate para liberarnos de este secuestro pero me rebela la realidad cotidiana de que no tengo la capacidad suficiente para llevarla a cabo y que a quienes s¨ª la tienen o les falta voluntad o les sobra cobard¨ªa.
Defendemos el empleo y defendemos los Derechos Humanos, entre otras cosas porque el derecho a una vida digna tambi¨¦n es un derecho humano. Nunca debieron ser incompatibles. Quienes los han hecho incompatibles son precisamente aquellos que est¨¢n detr¨¢s de las verdaderas razones que explican la guerra y sus podridos intereses comerciales.
Dec¨ªa el fil¨®sofo Daniel Bensa?d que el sistema capitalista funciona como un ventr¨ªlocuo. Mientras agujerea el casco del barco en la oscuridad, coloca el foco de la culpabilidad sobre quienes nadan para no ahogarse. Fabricar barcos militares y estar en contra de la guerra es una contradicci¨®n. Pues claro que lo es, maldita sea. Una contradicci¨®n impuesta por un sistema injusto, en el que las decisiones sobre qu¨¦ se produce en una empresa p¨²blica y a qui¨¦n se le vende no est¨¢n ni mucho menos al alcance de este alcalde ni de ning¨²n ciudadano de a pie. Pero una contradicci¨®n al fin y al cabo. La asumo con toda la honestidad moral de la que soy capaz de armarme. Como alcalde de C¨¢diz, pero tambi¨¦n como militante revolucionario y antimilitarista. Asumo esta contradicci¨®n, pero para poder superarla. Para otros no es una contradicci¨®n. Al Partido Popular de la guerra de Irak, no le duele la conciencia, porque no la tiene. Tampoco al parecer a la gestora del PSOE, supongo que porque se la dejar¨ªa atascada en alguna puerta giratoria. A nosotros s¨ª. A m¨ª me duele el metal de la Bah¨ªa porque mi casa ol¨ªa al hierro con el que mi padre se dejaba los pulmones para alimentarme, de la misma manera que me duelen los refugiados que generan sus sucias guerras. Ojal¨¢ pudi¨¦ramos elegir como eligieron aquellos trabajadores hace cuarenta a?os frente al buque Esmeralda. Convencido de que las cosas no las cambian minor¨ªas intelectuales, por m¨¢s raz¨®n que tengan en sus planteamientos, sino la mayor¨ªa social de las clases populares, por m¨¢s contradicciones con las que tengan que bregar; mi lugar est¨¢ junto a los trabajadores, nunca frente a ellos, para que en un futuro lo menos lejano posible podamos dejar de depender de estos contratos, tan insultantes para nuestros principios humanos como ahora vitales para la supervivencia de nuestra gente. Quien no tenga esta contradicci¨®n o es un inconsciente o forma parte de una ¨¦lite biempensante sin voluntad o potencialidad real de cambio.
Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Santos es alcalde de C¨¢diz
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