Sant Antoni, la segunda vida de los libros
El mercado dominical, que se ha hecho m¨¢s peque?o, espera la ubicaci¨®n definitiva
Domingo, 12 de marzo por la ma?ana. La ciudad est¨¢ cortada por el marat¨®n. En el Mercat Dominical de Sant Antoni, dos pancartas reciben al visitante de la carpa de la calle Urgell. ¡°Curses=Ru?na¡±. Y es que el problema no es que se celebre una carrera. Es que, al cabo del a?o, hay muchas (el marat¨®n, el medio marat¨®n, la de El Corte Ingl¨¦s, la de la Gu¨¤rdia Urbana, la de la Merc¨¨, la de la Dona¡). Estos domingos, muchos amigos del mercadillo ya ni intentan acercarse. Seg¨²n Joan Mateu, presidente de la asociaci¨®n que agrupa a los vendedores de este singular mercado dominical, las ventas caen un 28%.
Pero los maratones no son la ¨²nica turbulencia que vive este irrepetible mercado. Desde que empezaron las obras de rehabilitaci¨®n de Sant Antoni, ha ido empeque?eciendo. Antes hab¨ªa unos 750 metros de paradas. En el provisional de ahora se han quitado 200 metros. O sea, unos 100 puestos, dos calles del Eixample. El Ayuntamiento compra licencias para adelgazarlo, explica Mateu, a quien le preocupa que ello provoque una desaparici¨®n de oferta, la degradaci¨®n del mercado. ¡°A veces tenemos la parad¨®jica sensaci¨®n de que los libreros sobramos en esta Barcelona literaria¡±, comenta. Resuelta la futura ubicaci¨®n, entre los cuatro brazos del mercado, una disputa pendiente es qu¨¦ protecci¨®n tendr¨¢n contra la lluvia. ¡°La mercanc¨ªa mayoritaria es de papel y no puede mojarse¡±.
De hecho, la oferta ha ido cambiando con los a?os. Los videojuegos que en su d¨ªa mov¨ªan muchas compras han perdido atractivo y la mitad de establecimientos se han ido. Hay libreros muy distintos. Quienes acotan la oferta y, por ejemplo, en una mesa ¨²nicamente exponen t¨ªtulos cient¨ªficos, incluyendo manuales de ¨¢lgebra lineal, a quienes deja que el azar permita convivir un libro de Tabucchi con uno de an¨¢lisis de los mercados financieros todo, eso s¨ª, a muy m¨®dicos precios. A los propios vendedores les interesa conseguir una oferta suficiente y variada para que el comprador pueda encontrar lo que busca o, todav¨ªa mejor, se tropiece con una peque?a, apetecible, sorpresa. La gente de este mercado dominical quiere conseguir variedad y cantidad en su oferta. Est¨¢n muy contentos, por ejemplo, porque en unas semanas se instala una chica con el prop¨®sito de vender novelas en idiomas extranjeros. En cambio, los libros de Humanidades est¨¢n aleatoriamente desperdigados, no hay ninguna parada especializada en ellos.
La oferta ha ido cambiando con los a?os
Conozco desde hace muchos a?os este mercado porque era vecino del barrio y el piso daba al pasaje donde, todav¨ªa, est¨¢n los almacenes de los carros, con ruedas met¨¢licas, que guardan la mercanc¨ªa. Quedan menos de cien. Era una m¨²sica de madrugada, no particularmente molesta, como tampoco lo es, al menos para muchos, la de un campanario. Obviamente, de ni?o, el primer acercamiento al mercado era a sus alrededores, para canjear con otros colegas cromos repes, auxiliados por la supervisi¨®n contable de un familiar. Y siempre terminabas igual: teniendo que ir a comprar a un profesional con parada, que de forma misteriosa y admirable ten¨ªa los dos o tres cromos que nunca nadie consegu¨ªa. De hecho, los ten¨ªa todos.
El domingo, rondando las paradas de postales estaba Oriol Vilanova. L¨®gico. Este artista manresano ha levantado una espl¨¦ndida instalaci¨®n en la Fundaci¨® T¨¤pies donde ha cubierto las paredes con 27.000 de sus postales, todas dispuestas con un determinado rigor y orden. Hace un par de semanas ¡ªJos¨¦ ?ngel Monta?¨¦s lo explic¨® en este diario¡ª, invit¨® a sus amigos de Sant Antoni para que expusieran, y vendieran, su mercanc¨ªa en la T¨¤pies. All¨ª estaba, por ejemplo, Jos¨¦ Hern¨¢ndez (de El Trastero), verdadera enciclopedia de las postales que me ense?¨® un ejemplar de la revista francesa Cartes Postales Magazine donde hablan¡.de Sant Antoni.
Vilanova frecuenta Sant Antoni desde que ten¨ªa 15 a?os. Ah¨ª empez¨® a comprar postales pero no fue hasta que termin¨® los estudios y comienza a trabajar como artista que repiensa su patrimonio de postales. ¡°Todo este material era susceptible de ser material art¨ªstico¡±. En la T¨¤pies quiso mezclar p¨²blicos, los de Sant Antoni y los del arte contempor¨¢neo. De este mundo, le interesan figuras y conceptos (el coleccionista, el mercado, la adicci¨®n, la b¨²squeda, el deseo, la desmemoria¡) donde percibe todo tipo de met¨¢foras. De hecho, explica, los encantes ¡°son mi lugar de investigaci¨®n¡±. Y contempla el mercado como un espacio esc¨¦nico, No es de extra?ar, pues, que en la misma T¨¤pies vayan a presentarse breves piezas teatrales del propio Vilanova, dirigidas por Xavier Albert¨ª. Una de ellas, parte del supuesto de que el Louvre se ha hundido, las obras originales han quedado destruidas y la memoria de estos iconos ha de repescarse en la copia, en el mercado de las pulgas.
El mercado dominical de Sant Antoni no solo es un tugurio cultural que no debe perderse ni desmejorarse. Tambi¨¦n produce cultura. Algunos domingos hay recitales de poes¨ªa. O la inspira. Ah¨ª est¨¢, por ejemplo, un misterioso largometraje, de tres horas, titulado Antonio, el demiurgo. Con Hermann Bonnin, actores y gente del barrio leyendo fragmentos de obras, paseando o contando sus emociones de vecino. Lo firma Manuel Polls, que califica la pieza de cinem¨ªstica. Uno de los que intervienen explica que Antoni significa ¡°digno de ser amado¡±. Esta etimolog¨ªa del nombre, creo, no est¨¢ exactamente admitida... pero sirve. Las ma?anas de domingo en Sant Antoni, desde luego, son dignas de ser amadas.
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