M¨¢s all¨¢ de Lleida
La capital del Segri¨¤ se ha convertido en una ciudad de monopolios y ententes cordiales, de grupos medi¨¢ticos y pol¨ªticos que pretenden ir tirando

Han pasado seis meses desde la publicaci¨®n, en estas mismas p¨¢ginas, de La ciudad lejana. Ese art¨ªculo, que describ¨ªa algunas particularidades de la vida pol¨ªtica y medi¨¢tica de Lleida, provoc¨® una buena polvareda. Medio a?o m¨¢s tarde se entienden mejor las reacciones que suscit¨®. Pasado cierto tiempo, compruebo que si de algo pecaba el art¨ªculo era de quedarse corto. Lo que sucede en Lleida va m¨¢s all¨¢, es por ello que el letargo al que la tienen sometida las fuerzas pol¨ªticas que la gobiernan tiene una explicaci¨®n un poco m¨¢s compleja.
La mala gesti¨®n de la retirada de las placas franquistas de las ¨²ltimas semanas es una de las mejores met¨¢foras que podemos encontrar: ante el problema, inhibici¨®n, que cada cual haga lo que le plazca, que se cojan una escalera y las quiten. Una empresa de gasolineras se apunta el tanto, la Paeria rectifica y al final se hace el peor de los rid¨ªculos. Lo malo es que estamos hablando de la memoria hist¨®rica y que se trata de continuidades municipales con alcaldes franquistas que colaboraron activamente en la represi¨®n de vecinos de la ciudad. O sea, que a pesar de lo grotesco, mejor que nos riamos un poco.
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? En el anterior art¨ªculo hablaba de la ciudad lejana, de la Lleida acomodada y acomodadiza, de la Lleida c¨®moda para el poder. Para cualquier poder, sobre todo para el del Estado. Lleida y su provincia nos recuerdan tiempos pasados y reproducen los mecanismos de poder sociovergentes de los ochenta y noventa, solo que estamos en 2017 y esos pactos gallin¨¢ceos para mantenerse unos en la Diputaci¨®n y otros en el Ayuntamiento son un verdadero lastre. Ah¨ª tienen al candidato a la alcald¨ªa de Lleida sin margen de maniobra porque el PDeCAT tiene miedo a perder la Diputaci¨®n. Ros en la Paeria y Re?¨¦ en la Diputaci¨®n de Lleida representan hoy el inmovilismo por excelencia. Tan inm¨®viles dejan las comarcas que las convierten en provincia. En el art¨ªculo anterior hablaba de la ciudad sin competencia, y s¨¦ que la pol¨ªtica en Lleida vive, precisamente, de que no la haya. Hay que levantar polvaredas, es la mejor garant¨ªa de que un d¨ªa u otro los lodos se van a acabar.
Seguramente nada de esto se entender¨ªa sin otros conflictos que sobrevuelan Lleida. El primero, claro est¨¢, es el proceso de independencia, que ha sido como una enmienda a la totalidad de las pol¨ªticas municipales. El propio Ros se erigi¨® como palad¨ªn catalanista para despu¨¦s pactar con Ciudadanos hasta la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica. El otro, derivado o consecuencia del anterior, el conflicto de desgaste permanente que llega de Arag¨®n y que impugna las hist¨®ricas relaciones de Lleida con su ¨¢rea de influencia en la comunidad vecina. La tibieza con la que se han defendido acuerdos como el sanitario con los pueblos de la Franja y la renuncia a una pol¨ªtica cultural l¨ªder en la zona. Lo que no sabe Lleida es que renunciando al liderazgo el empobrecimiento propio est¨¢ m¨¢s que asegurado. Aunque en la Universidad de Lleida les cabree leerlo.
La capital del Segri¨¤ se ha convertido en una ciudad de monopolios y ententes cordiales, de grupos medi¨¢ticos y pol¨ªticos que pretenden ir tirando. Son los principales interesados en mantener un statu quo que les beneficia m¨¢s que a nadie. Cualquier cambio los va a descolocar, de ah¨ª que no se tenga ning¨²n reparo en dar instrucciones a los periodistas m¨¢s molestos. ?Qu¨¦ mejor garant¨ªa de inmovilismo que ver a Ciudadanos en la alcald¨ªa? Por tener, tenemos hasta el presidente de Sociedad Civil Catalana. ?Qu¨¦ mejor muestra de sumisi¨®n ling¨¹¨ªstica y de par¨¢lisis cultural? ?Les extra?a el conflicto por las obras del arte sacro? Que quien m¨¢s se haya significado hasta la fecha en este caso sea Albert Velasco, conservador del museo, es la mejor met¨¢fora de todo este asunto.
?ngel Ros, interpelado en Twitter sobre las placas, dej¨® en manos de los vecinos la presencia de las mismas. Que lo que les pareciese mejor, supongo que por cumplir las bases de lo que se llama democracia participativa. Se lo preguntaban a ¨¦l, no a los vecinos, pero su respuesta fue la de lavarse las manos. Es la realidad que la falta de oposici¨®n real ha forjado en Lleida, y m¨¢s all¨¢, una din¨¢mica redundante donde lo que no es ciudad es comarca, y lo que no es Paeria es Diputaci¨®n. Ay, menos mal que est¨¢ la CUP y que la gente empieza a despertarse.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
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