La baza de la complicidad
El sentimental trovador c¨¢ntabro gana en las distancias cortas y enamora a sus m¨¢s fieles
Rulo desde todos los ¨¢ngulos y perspectivas. El chico c¨¢ntabro de la media melena se ha embarcado en una hermosa aventura para hacerle los honores a su nuevo disco, El doble de tu mitad, en la esperada puesta de largo madrile?a. Despu¨¦s de un avance en formato m¨ªnimo en Siroco, este lunes, y a la espera de la avalancha masiva del jueves en el WiZink Center, el tierno trovador de Reinosa hizo escala anoche en la Galileo Galilei para hacer buenas las teor¨ªas sobre el justo equilibrio. El formato result¨® afortunado y muy atractivo, de tan c¨¢lido y cercano a un mismo tiempo.
Tres integrantes de La Contrabanda arroparon al jefe de filas en formaci¨®n horizontal, con los cuatro oficiantes en primera l¨ªnea de escena y el p¨²blico tan inmerso en el espect¨¢culo que se multiplicaba el efecto de la camarader¨ªa. Porque la complicidad es, sin duda, la principal baza de Ra¨²l Guti¨¦rrez And¨¦rez, un tipo que parece siempre dispuesto a escribir canciones franquicia: esas que se ajustan de tal manera a las casu¨ªsticas universales como para que un mill¨®n de oyentes crean cabalmente haber inspirado cada uno de los versos.
El norte?o ha terminado desarrollando, m¨¢s a¨²n que en sus tiempos con La Fuga, una indisimulada habilidad para la estrofa sentimental. Ya saben: puede parecer un tipo corajudo y con arrestos, pero se retrata fr¨¢gil y vulnerable, siempre m¨¢s cerca del colapso sentimental que de la vuelta al ruedo. Y el fracasado inspira la empat¨ªa y la ternura, m¨¢s a¨²n si se fracasa con la voz c¨¢lida, empastada y atractiva de este muchacho. Rulo invita a canturrear o, m¨¢s bien, a desga?itarse. Y si, de pura proximidad, le distinguimos hasta el nudo del pa?uelo, la comuni¨®n es pura liturgia.
Antes de la tercera canci¨®n ya luc¨ªa Ra¨²l los pies desnudos, un gesto seguramente de connivencia, de reuni¨®n amistosa en torno a la mesa camilla. Es una sospecha que se refrenda con la advertencia posterior: ¡°Est¨¢is en el sof¨¢ de casa, pod¨¦is hacer lo que os salga de la vulva y el pene¡±. Y as¨ª sucedi¨® durante toda la noche. Rulo es un compositor tan h¨¢bil como en ocasiones reiterativo, pero solo invita a la alianza. Al puro compadreo.
Ayudan algunas muy buenas canciones. De entre las nuevas, Tu alambre brilla con su contagioso estribillo ascendente y a Me gusta le sienta bien su puntito argentinizado, como si nos encontr¨¢ramos ante un descarte de Los Rodr¨ªguez. En mitad de la velada, por aquello de multiplicar las afinidades, Buscando el mar, A punto de colapsar y Mi peque?a cicatriz suenan literalmente desde el sof¨¢, en un lateral de la sala. Podr¨¢ disentirse, pero parece casi imposible no cogerle cari?o a un tipo tan cercano y emp¨¢tico, a este Bradom¨ªn sentimental del pop.
Le sobra a Rulo alg¨²n lugar com¨²n (¡°La suerte se burla de m¨ª otra vez en forma de mujer¡±), pero hay muchos otros versos bienintencionados e incluso un homenaje imprevisto a su abuela, La reina del barrio, ante el que autor y espectadores apenas pudieron reprimir las l¨¢grimas. A?adamos alg¨²n deje cl¨¢sico en la onda de Los Secretos y hasta unas presentaciones casi sabinianas de los m¨²sicos, con halagos rimados, y ser¨¢ f¨¢cil comprender la buena acogida. Despu¨¦s de 115 generosos minutos, 32 escaleras o La cabecita loca dejaron un regusto de cl¨¢sicos irrefutables. De esos tan un¨¢nimemente abrazados que parecen fruto de la creaci¨®n colectiva.
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