Educar la desobediencia
Muchas experiencias hist¨®ricas demuestran que desobedecer ha sido germen de cambios pol¨ªticos y un motor del progreso social

Ya conocemos las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a y del Tribunal Supremo sobre el 9-N y las valoraciones cr¨ªticas y elogiosas que, posteriormente, realizaron algunos juristas profesores de universidad sobre los fundamentos de derecho utilizados para condenar a Mas, Ortega, Rigau y Homs como autores penalmente responsables de un delito de desobediencia. Las sentencias condenan a un expresidente de gobierno auton¨®mico, a su vicepresidenta y a dos consejeros por la supuesta organizaci¨®n, en contra de lo dictado por el Tribunal Constitucional, de un proceso participativo sin amparo legal (porque el gobierno de Mas decidi¨® no aplicar la Ley 10/2014, de consultas populares no referendarias, suspendida por el mismo Tribunal), no vinculante y en el que colaboraron m¨¢s de 40.000 voluntarios.
Fueron a votar 2.344.828 catalanes insurrectos que hicieron caso omiso de la prohibici¨®n de las autoridades p¨²blicas espa?olas y participaron en lo que podemos considerar un acto de desobediencia civil. Durante los juicios hubo unanimidad en el rechazo a la desobediencia: unos acusaron a otros de desobedecer y ped¨ªan una condena, y los acusados afirmaron que nunca desobedecieron. Artur Mas incluso manifest¨® en una entrevista que la desobediencia es un ¡°marco mental de la CUP¡± y que no formaba parte del suyo, huyendo de la desobediencia como de la peste.
Desde la sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional, de 28 de junio, sobre el Estatuto de Autonom¨ªa de 2006 hasta hoy, en Catalu?a se han utilizado todas las acepciones del concepto de desobediencia. Durante a?os se ha confundido el tipo delictivo de desobediencia con la desobediencia civil, la desobediencia individual con la colectiva, la desobediencia institucional con la social y la desobediencia sobre el proceso para conseguir la independencia de Catalu?a con la desobediencia sobre los derechos fundamentales. Pero lo m¨¢s grave es que casi la totalidad de las declaraciones pol¨ªticas y de las informaciones period¨ªsticas han condenado sin matices la desobediencia y la han identificado con actitudes radicales y reprobables. Y la desobediencia, sin m¨¢s, no hay que criminalizarla ni glorificarla.
La desobediencia no es mala ni por naturaleza ni por deducci¨®n. Hay muchas experiencias hist¨®ricas que demuestran que la desobediencia ha sido el germen de beneficiosos cambios pol¨ªticos y un motor del progreso social. Por ello se habla de la desobediencia civil como una forma pac¨ªfica de disidencia social que tiene como finalidad la protecci¨®n del inter¨¦s general. Contravenir leyes y mandatos de las autoridades para combatir la institucionalizaci¨®n de la injusticia y proteger determinados valores pol¨ªticos y sociales es lo que hicieron, entre muchos otros, los movimientos sufragistas, antirracistas, obreros, feministas, ecologistas, antimilitaristas o antiglobalizaci¨®n. Todos se basaron en una manifiesta vulneraci¨®n de la legalidad vigente para la defensa de la dignidad humana y todos adoptaron la desobediencia como un proceder adecuado e imprescindible para la evoluci¨®n de la humanidad.
La desobediencia, como expresi¨®n del pluralismo pol¨ªtico, es tambi¨¦n un buen instrumento de alerta y de consciencia social ante el abuso del poder pol¨ªtico. Las decisiones pol¨ªticas manifiestamente injustas no deber¨ªan ser acatadas, ya que la justicia es un valor superior al ordenamiento jur¨ªdico que contemplan las constituciones democr¨¢ticas, que va m¨¢s all¨¢ del derecho y que entronca con las virtudes humanas. La capacidad ciudadana para desobedecer es un buen s¨ªntoma de salud democr¨¢tica de nuestras sociedades, mientras que un pueblo permanentemente sumiso, d¨®cil y disciplinado es incapaz de advertir actitudes desp¨®ticas y de reaccionar ante actuaciones opresivas de las autoridades. Estar dispuestos a desobedecer es fundamental para progresar en democracia.
El sistema educativo deber¨ªa incluir, entre las competencias sociales y c¨ªvicas, la aptitud de desobedecer como respuesta a quienes ejercen el poder y crean situaciones de manifiesto atropello y quebrantamiento de los derechos humanos y civiles. Si la llamada competencia c¨ªvica ¡°conlleva la reflexi¨®n cr¨ªtica y creativa y la participaci¨®n constructiva en las actividades de la comunidad¡±, parece l¨®gico que tambi¨¦n sea imprescindible aprender a infringir, a insubordinarse y a rebelarse contra quienes provocan injusticias sociales. Formar ciudadanos responsables que respeten y protejan los principios democr¨¢ticos, los derechos fundamentales y las libertades p¨²blicas, requiere ense?ar a reflexionar qu¨¦, c¨®mo, cu¨¢ndo, d¨®nde y por qu¨¦ hay que desobedecer, y saber que la desobediencia, como forma de participaci¨®n pol¨ªtica, puede llegar a ser un acto il¨ªcito, pero tambi¨¦n necesario y leg¨ªtimo.
Sin duda, es m¨¢s dif¨ªcil educar la desobediencia que la obediencia, pero ambas conductas son socialmente necesarias.
Jordi Matas Dalmases es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB.?
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