Barcelona y Madrid, con el caleidoscopio de Cela
Una edici¨®n conjunta re¨²ne los ¡°viajes urbanos¡± del Nobel por ambas ciudades
¡°Es rinc¨®n joven y menestral, zascandil y marinero, simp¨¢tico, bullicioso y abierto. En el 1714, cuando Felipe V rindi¨® la ciudad, tuvo la luminosa idea (llam¨¦mosla luminosa para no herir la susceptibilidad de los poderes p¨²blicos) de fortificar la plaza (¡) en el barrio de La Ribera, que mand¨® tirar al suelo sin mayores miramientos y en aras de su capricho militar. (¡) La piqueta derrib¨® m¨¢s de mil trescientos edificios, entre ellos el convento de San Agust¨ªn y Santa Clara, el hospicio de Montserrat y la iglesia de La Piedad, todos ellos con la p¨¢tina de la historia brill¨¢ndoles a flor de la noble piedra medieval. ?Viva Espa?a!¡±. Con la retranca habitual, y cierta valent¨ªa para la ¨¦poca, as¨ª es como Camilo Jos¨¦ Cela describ¨ªa en 1970 el barrio de la Barceloneta en su libro Barcelona. Era una de las instant¨¢neas de esa ¡°fotograf¨ªa al minuto¡±, ¡°dibujo de retratista de caf¨¦ de una ciudad¡±. Como ese ¡°caleidoscopio de calle, mar¨ªtimo y campestre¡± (subt¨ªtulo del libro) hizo uno previo por Madrid en 1966. Hoy ambos ¡°viajes urbanos¡±, como tambi¨¦n los defini¨®, reaparecen conjuntamente en Barcelona-Madrid (Ediciones del Viento) y en sendas ediciones en catal¨¢n y castellano, con la ayuda de las fundaciones de La Caixa y la Charo y Camilo Jos¨¦ Cela, en el marco del centenario del nacimiento del Nobel (1916-2002).
Si el paseo por Madrid es m¨¢s vivido, el del hombre que asiste a ciertas tabernas y a librer¨ªas y cuyo hijo ha nacido en la calle Alcal¨¢ (y a quien le dedic¨® el libro, ilustrado por Juan Espland¨ªu), el de Barcelona se apoya m¨¢s en el dato hist¨®rico; quiz¨¢ es m¨¢s la mirada de un visitante, pero siempre aventajado: con cinco a?os, Cela vivi¨® en ella con su familia, aprendi¨® el catal¨¢n y, a partir de 1945, conect¨® con la intelectualidad local a trav¨¦s de la revista Destino y el Ateneu Barcelon¨¨s, am¨¦n de ser su particular oficina profesional: en la capital catalana estaban sus editores (Zod¨ªaco, Jan¨¦s, Planeta, Destino y las relaciones con Carlos Barral) y su agente literario, Carmen Balcells.
Al conocimiento de la ciudad no es ajeno su cicerone, Gustavo Camps, coleccionista de arte e impulsor de la tertulia de La Pu?alada, que frecuentaba el acuarelista Frederic Lloveras, quien ilustrar¨¢ la edici¨®n.
La plaza de Catalu?a, escribe Cela, es ¡°grande, muy grande; confusa, muy confusa, y bancaria, muy bancaria": cuenta en ella hasta nueve sedes financieras a finales de los 60?
Con prosa amena, Cela pasea con calma por la ciudad. ¡°Aqu¨ª se detiene, mira y cuenta¡±, contrapone frente a su Viaje a La Alcarria, el periodista Juan Cruz, uno de los asistentes ayer al acto de presentaci¨®n de la edici¨®n catalana (rica traducci¨®n de Ramon Folch i Camarasa; la de Madrid es de Dolors Udina) en Caixaforum. ¡°Barcelona est¨¢ saboreada¡±, redondea po¨¦ticamente el escritor Valent¨ª Puig. El autor trenza el dato hist¨®rico con la mirada, siempre un punto c¨¢ustica, resabiada, que aprovecha cualquier resquicio para aflorar. As¨ª, ante la misma Barceloneta lamenta que viniendo al mundo como barrio marinero empezara a ¡°complicar su di¨¢fano car¨¢cter y su fisonom¨ªa gremial¡± con la instalaci¨®n del Gas¨®metro y de los talleres de la Maquinista Terrestre y Mar¨ªtima, con el consiguiente ¡°olvido de las normas que regulaban la altura de sus construcciones y con la riada de la inmigraci¨®n¡±.
Es solo una de las veladas invectivas que lanza contra la Barcelona de Porcioles y del desarrollismo sin freno que conllev¨®. Lo recuerda al contar hasta nueve sedes financieras en una plaza de Catalu?a ¡°grande, muy grande; confusa, muy confusa, y bancaria, muy bancaria¡±; y tambi¨¦n al referirse a Montju?c, donde el parque de atracciones ¡°sirvi¨®, cuando menos, para que no pocos desheredados viesen cambiar sus barracas por viviendas de cierta dignidad¡±. Tambi¨¦n detecta los primeros colapsos e inevitables t¨®picos que est¨¢ comportando un turismo creciente en una ciudad de ferias y congresos. As¨ª, a la plaza Real ¡°le sobran los tanguillos de Huelva y la alegr¨ªas de C¨¢diz y, m¨¢s a¨²n, los m¨²sicos negros, los marineros de la Navy y la estridencia que arropa a sus compa?eros de viaje¡±. ¡°Es una fotograf¨ªa de los a?os 60 que coincide en parte con la visi¨®n poco embellecedora que dar¨¢ tambi¨¦n no mucho m¨¢s tarde Alexandre Cirici Pellicer con su Barcelona pam a pam¡±, apunta el periodista Sergio Vila-Sanju¨¢n.
Pasea Cela por la Barcelona rom¨¢nica y la medieval y la g¨®tica, postal ¨¦sta en la que se?ala la falsa fachada de la catedral, pagada por las familias Girona y Sanllehy, ¡°enterrados en ella; la sepultura les sali¨® por un ojo de la cara, pero, en todo caso, bien ganado se lo tienen¡±. No es el ¨²nico toque que reciben los prohombres ni la burgues¨ªa de la ciudad. Al hablar del Palau de la Generalitat (donde se est¨¢ venciendo la ¡°batalla de la mediocridad¡± que signific¨® ocultar los cuadros de Torres Garc¨ªa bajo plafones de tela) y de la festividad de Sant Jordi, recuerda que ¡°nadie olvida llevar una rosa roja a una dama: la novia, la amante --los catalanes son muy tradicionales--¡±¡ Cierta doble lectura permite asimismo su descripci¨®n de la calle Petritxol, ¡°el alcaloide de la Barcelona m¨¢s catalana, m¨¢s ¨ªntima y civil (¡) como la salita de un hogar de buen cuido, en la que todo est¨¢ bien y oportunamente colocado y en la que cada objeto tiene su funci¨®n y su raz¨®n de ser¡±.
El Paral¡¤lel es ¡°la arteria del cachondeo barcelon¨¦s¡±, mientras que ¡°las hembras a las que les gusta el tomate pululan por los alrededores del Gran Price con la mente poblada de violent¨ªsimos sue?os¡±.
Hechizado por el Gaud¨ª de La Pedrera (¡°fundi¨® el arte con la naturaleza e hizo naturaleza del arte¡±), "el amanuense¡±, como se autodefine, se detiene a su vez en lo costumbrista, ya sea recordando que la Fira de Sant Pon? se celebra el d¨ªa de su aniversario o que en el zoco libresco del mercado de Sant Antoni puede hallarse desde El abuelo de Gald¨®s en edici¨®n de 1897 o ¡°tres n¨²meros de Dau al set que hace las delicias del bibli¨®filo¡±. C¨®mo no, tambi¨¦n hay un acercamiento al lado oscuro, v¨ªa libidinosa o por el boxeo; as¨ª, El Paral¡¤lel es ¡°la arteria del cachondeo barcelon¨¦s¡±, mientras que ¡°las hembras a las que les gusta el tomate pululan por los alrededores del Gran Price con la mente poblada de violent¨ªsimos sue?os¡±.
La aparici¨®n de un libro que re¨²ne las ediciones de Madrid y Barcelona es llamativa en tiempos de debate secesionista. ¡°Hay que ver c¨®mo est¨¢ el mundo que, siendo literatura, hablamos de otra cosa; aqu¨ª se busca la uni¨®n de lectores¡±, asegura Camilo Jos¨¦ Cela Conde, hijo del escritor. ¡°Ya a finales de los 60 el acercamiento no estaba bien visto¡±, recuerda Jorge Cela Trulock, hermano del autor de La colmena. ¡°Unir esos dos libros es reforzar un puente que algunos ya vislumbran roto¡±, apunta Cruz. ¡°A pesar de las apariencias, vac¨ªos e intermitencias, por debajo los flujos de conexi¨®n entre ambas culturas siguen; adem¨¢s quiz¨¢ el hecho de que Cela fuera gallego hizo que tuviera menos reparos en entender cualquier rinc¨®n de Espa?a¡±, sostiene Puig. ¡°Hay ejes culturales reales por encima de lo pol¨ªtico y este libro reconoce ese cont¨ªnuum entre Madrid y Barcelona", resume F¨¦lix Riera, exdirector de Catalunya R¨¤dio y editor. ¡°El cor no parla, per¨° endevina ¨Csuele decirse. Lo que el amanuense le acontece es que no sabe hablar todo lo mucho que en Barcelona adivin¨®; su ¨²nico consuelo es la certeza de que donde hubo fuego, seg¨²n quiso Virgilio, queda rescoldo¡±, cerr¨® Cela su libro barcelon¨¦s, una ciudad ¡°en la que el amanuense¡±, escribi¨® en el colof¨®n, ¡°nunca se sinti¨® ni extra?o ni transe¨²nte¡±. Tambi¨¦n as¨ª podr¨ªa zanjarse hoy el tema.
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