Las cicatrices de Hipercor
Algunas heridas se han cerrado, pero la memoria p¨²blica es una de las asignaturas pendientes
Pasaban ocho minutos de las cuatro de la tarde cuando una bomba de 200 kilos explot¨® en el aparcamiento subterr¨¢neo de los almacenes Hipercor, en el barcelon¨¦s barrio de Sant Andreu. En aquel 19 de junio de 1987, viernes previo a las vacaciones escolares, qued¨® segada la vida de 21 personas y otras 45 resultaron heridas. Fue el primer atentado indiscriminado y masivo de ETA. El dolor dej¨® aturdida a Barcelona. Pero solo fue por unas horas: al domingo siguiente 70.000 personas recorrieron las calles de Sant Andreu expresando su rechazo al asesinato de sus vecinos.
Entre los fallecidos se encontraban luchadores ciudadanos, impulsoras del futbol femenino en Catalu?a, cuatro ni?os¡ personas de esas clases subalternas a las que cant¨® Raimon. Caras an¨®nimas que daban vida al Sant Andreu fabril. 72 horas despu¨¦s del atentado, el lunes 22 de junio, el centro de la ciudad vivi¨® la manifestaci¨®n hasta entonces m¨¢s numerosa desde el retorno del presidente de la Generalitat republicana, Josep Tarradellas. Entre 300.000 y 500.000 personas llenaron las arterias de Barcelona.
?Por qu¨¦ ETA eligi¨® Barcelona para el atentado m¨¢s sangriento de su historia? La capital catalana hab¨ªa sido designada capital ol¨ªmpica y, adem¨¢s precisamente el mes de enero de aquel a?o la polic¨ªa hab¨ªa desarticulado una de las versiones del comando Madrid. ETA volvi¨® sus ojos hacia Catalu?a y singularmente hacia la Barcelona ol¨ªmpica. El 27 de marzo, un Guardia Civil era asesinado en un atentado etarra en el Puerto de Barcelona. El 2 de abril, el mec¨¢nico Juan Fructuoso muri¨® al explotar una bomba al paso de una patrulla de la Guardia Civil en la calle de Vizcaya. El 9 de abril un coche bomba estallaba sin v¨ªctimas en Pau Claris esquina Mallorca y el 12 de junio cuando pasaban 30 minutos de las 12 de la noche, 54 kilos de amonal explotaban en un rack de Enpetrol, en Tarragona, provocando la huida de la ciudad de m¨¢s de 20.000 vecinos.
Siete d¨ªas despu¨¦s llegar¨ªa el sangriento atentado de Hipercor. Hoy muchas cicatrices quedan abiertas. La Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo consideraron al Estado responsable civil subsidiario por no haber obligado a desalojar Hipercor. Las ¨²nicas tareas de supervisi¨®n las realiz¨® el personal de seguridad de los almacenes, mientras coches y vecinos entraban, sal¨ªan y compraban en los grandes almacenes. El local se pod¨ªa haber desalojado en 10 minutos, seg¨²n los bomberos. Pero no se hizo. Pasaron las cuatro de la tarde y una onda expansiva que multiplicaba por diez la velocidad del sonido recorri¨® Hipercor. La temperatura subi¨® hasta 2.300 grados. El efecto del amonal, el pegamento, la gasolina y las escamas de jab¨®n, que constitu¨ªan el artefacto, provoc¨® en las v¨ªctimas un efecto similar al del napalm.
La crueldad del atentado contrasta con lo obtenido: solo 13 familiares de fallecidos o v¨ªctimas han recibido indemnizaci¨®n por esa omisi¨®n policial establecida por sentencia. 33 recurrentes han visto rechazada su pretensi¨®n por presentarla ¡°fuera de plazo¡±. De la experiencia del atentado, los afectados vieron la necesidad de autoorganizarse. Se trataba de facilitar ayuda y asesoramiento frente a una Administraci¨®n que mostraba su cara m¨¢s economicista y esquiva. Para ello, fue decisivo el empuje y la iniciativa de Robert Manrique, empleado de Hipercor que sufri¨® quemaduras en el atentado.
Las repercusiones de esa bomba sacudieron el panorama pol¨ªtico vasco y del conjunto de Espa?a. Se fragu¨® el pacto antiterrorista entre todas las fuerzas pol¨ªticas, desde Alianza Popular hasta el Partido Comunista, con la salvedad de Herri Batasuna. Todo ello cristaliz¨® en el pacto de Ajuria-Enea. Una buena parte de la sociedad vasca, que hasta entonces hab¨ªa mantenido la equidistancia entre ETA y las Fuerzas del Orden (eran los a?os de los asesinatos de los GAL), se alej¨® de la organizaci¨®n terrorista. Dentro del mundo abertzale tambi¨¦n hubo disidencia. Txomin Zuloaga, dirigente de HASI (partido integrado en Batasuna), sugiri¨® que ETA deb¨ªa tomarse unas vacaciones y pronostic¨® que de continuar ETA en esa l¨ªnea, Batasuna acabar¨ªa ilegalizada. En 1988 fue expulsado (junto a 200 militantes) de HASI, aunque siempre se mantuvo fiel a la izquierda abertzale. Txema Montero, eurodiputado de Batasuna que el 10 de junio de 1987 hab¨ªa obtenido 40.000 votos en Catalu?a en las elecciones al Parlamento Europeo, calific¨® el atentado de ¡°asesinato m¨²ltiple¡±. Dimiti¨® el 11 de julio de 1990 de su esca?o. A¨²n hoy son muchos quienes se?alan que Hipercor marc¨® un antes y un despu¨¦s.
30 a?os despu¨¦s contin¨²an las cuitas de algunas v¨ªctimas ante los tribunales del Instituto Nacional de la Seguridad Social. Hay una suerte de doble lenguaje: se compatibiliza el enaltecimiento de las v¨ªctimas con la racaner¨ªa econ¨®mica.
Algunas cicatrices se han cerrado, pero la memoria p¨²blica es una de las asignaturas pendientes. Por ello es relevante que el Ayuntamiento de Barcelona haya homenajeado a las v¨ªctimas. 20 de las 21 familias de los fallecidos as¨ª como la gran mayor¨ªa de los heridos estuvieron en una ceremonia dirigida magistralmente por la directora de escena ?ngels Aymar. Nunca hasta ahora hab¨ªa sucedido. Ni pol¨ªticos ni aprendices hablaron. Solo el dolor y la solidaridad humana. Lejos de soflamas interesadas y de patrimonializaciones pol¨ªticas, el protagonismo ha sido por primera vez de quienes sufrieron la p¨¦rdida. Han tenido que pasar 30 a?os.
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