Volver y hacer arder
El concierto de clausura de la temporada de la Sinf¨®nica estuvo dedicado a Petur Eirikson por su jubilaci¨®n
Era el candidato preferido por los m¨²sicos cuando ya se preve¨ªa la sustituci¨®n de V¨ªctor Pablo P¨¦rez. Carlo Rizzi (Mil¨¢n, 1960) hab¨ªa protagonizado algunos de los m¨¢s brillantes conciertos de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia (OSG), como el de aquel espectacular P¨¢jaro de fuego o el que finaliz¨® con una grandiosa Octava de Schubert. Pero, m¨¢s tarde, lleg¨® Dima Slobodeniouk, hubo un flechazo mutuo y el maestro ruso fue nombrado titular de la formaci¨®n gallega.
M¨²sicos y p¨²blico esperaban su regreso y sucedi¨® lo que era de esperar. Fue como una reacci¨®n qu¨ªmica, una combusti¨®n concretamente. Volv¨ªa Rizzi al podio de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia y era el ¨²ltimo concierto de la temporada de las bodas de plata de la orquesta; eran comburente y combustible. Solo necesitaban el calor suficiente o una chispa para que se desencadenara la reacci¨®n y volviera el fuego de la gran m¨²sica que tantas veces hicieron arder juntos orquesta y director en esta lareira musical de A Coru?a llamada Palacio de la ?pera.
El calor exterior se propag¨® al p¨²blico, que lo convirti¨® en fuerte aplauso de bienvenida a orquesta y director; la chispa salt¨® con la interpretaci¨®n de Las fuentes de Roma, de Respighi. Como si un rayo de sol hubiera sido concentrado por la refracci¨®n del agua. Fueron los mil y un matices de sonidos de La fuente de valle Giulia al amanecer, los momentos de rutilante brillo sonoro de La fuente de Trit¨®n por la ma?ana, el esplendor de agua y m¨¢rmoles en la orquestaci¨®n de La fuente de Trevi al mediod¨ªa y los delicados matices de La fuente de Villa M¨¦dicis al atardecer.
Parodiando el t¨ªtulo original de la segunda obra en programa, podr¨ªamos decir que Rizzi es ¡°egy csod¨¢latos rendez?¡± (un director maravilloso). Como la ¨®pera corre por las venas del director milan¨¦s, el teatro fluye en su m¨²sica cuando se enfrenta a la partitura de una obra esc¨¦nica.
Por eso, en cada momento de El mandar¨ªn maravilloso de Bart¨®k el p¨²blico del Palacio de la ?pera coru?¨¦s pudo seguir las aventuras los tres explotadores de la pobre Mimi y la acci¨®n de los cuatro sobre sus v¨ªctimas. Las violas que, como dagas bien afiladas, cortaron la algarab¨ªa inicial pusieron los pelos de punta y prepararon el ¨¢nimo para lo que hab¨ªa de venir.
Fue despu¨¦s de que el fatuo comerciante arruinado y el estudiante inope pasaran, sin m¨¢s, de objetivo a recuerdo. En el episodio del mandar¨ªn, orquesta y director hicieron brillar toda la magia contenida en la partitura bartokiana, con la rudeza de su ataque a Mim¨ª, los sucesivos episodios de desvanecimiento y reanimaci¨®n del mandar¨ªn y la paz final tras el abrazo de Mim¨ª. La gran ovaci¨®n con que se acogi¨® la obra de Bart¨®k mantuvo caliente el ¨¢nimo de un p¨²blico predispuesto a gozar de su ¨²ltimo concierto de abono.
Lo que sucedi¨® tras el descanso justific¨® plenamente ese esp¨ªritu y esperanza. La cuerda de la OSG cre¨® el ambiente an¨ªmico y sonoro para una gran versi¨®n de la Sinfon¨ªa n? 5 de Dmtri Shostak¨®vich. Cortando la luz del d¨ªa como una cuadrilla de segadores con las hoces reci¨¦n afiladas, dio paso a uno de esos personal¨ªsimos ambientes sonoros del maestro de San Petersburgo. La sonora oscuridad de los contrabajos en un p¨¢ramo apenas iluminado intermitentemente por los violines en el registro agudo tambi¨¦n hab¨ªa vuelto.
La serenidad de su desarrollo fue plasmada en una versi¨®n pr¨¢cticamente de referencia por Rizzi y la OSG. Todas las secciones y solistas rayaron en lo m¨¢s alto de su gran calidad como m¨²sicos, como tambi¨¦n lo hizo el maestro Rizzi. El Allegretto tuvo todo su aire entre juguet¨®n y mordaz en ese ritmo ternario que alterna momentos de ir¨®nica grandiosidad con otros -como los solos de viol¨ªn y flauta- llenos de falsa ingenuidad.
Las cuerdas divididas dieron a la placidez inicial del Largo una belleza que suspende y eleva, sobre la que parecieron flotar ingr¨¢vidas o pesantes las arpas de Landelle y Lefriec. Los sucesivos crecimientos de la tensi¨®n expresiva dieron el oportuno toque de dramatismo al movimiento.antes de completar el arco que muere en su serenidad final.
Rizzi mantuvo el movimiento final de la sinfon¨ªa en unos tempi respetuosos con la indicaci¨®n Allegro non troppo de la partitura. Tempi que podr¨ªamos decir que fueron intermedios entre la m¨¢s serena versi¨®n de Rostrop¨®vich y la cabalgada casi enloquecida que puso de moda Leonard Bernstein a principios de 60, pero claramente m¨¢s alejados de esta ¨²ltima. El perfecto ep¨ªlogo de un concierto que lo fue a su vez de una temporada redonda por su n¨²mero, pero mucho m¨¢s a¨²n por sus resultados musicales y art¨ªsticos.
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