Emoci¨®n m¨¢s all¨¢ de la m¨²sica
Art Garfunkel, en su debut en Barcelona, demostr¨® en el cierre del Jardins de Pedralbes que la juventud siempre se lleva dentro
Todav¨ªa quedan en activo verdaderos monumentos de la m¨²sica popular de los ¨²ltimos cincuenta a?os. M¨²sicos que han escrito esa historia y que con su sola presencia son capaces de desatar las emociones m¨¢s escondidas. Y tambi¨¦n las no tan escondidas porque ya nadie se averg¨¹enza por seguir cantando/oyendo las canciones de los sesenta y setenta del pasado siglo y disfrutarlas como aut¨¦nticas novedades.
Art Garfunkel, uno de esos monumentos incontestables, no hab¨ªa cantado nunca en Barcelona. Lo hizo por primera vez la noche del viernes clausurando el Festival Jardins de Pedralbes y el regio entorno vibr¨® con una emoci¨®n que iba m¨¢s all¨¢ del simple hecho musical. La voz de Garfunkel, casi de contratenor, acariciante, insidiosa y penetrante en un pasado a¨²n reciente, ha acompa?ado el deambular de millones de personas y lo ha hecho en momentos de aquellos que ahora se recuerdan como los mejores a?os no porque lo fueran sino por se vivieron con una exultante juventud. Esa juventud ya pas¨®, la media de edad de los asistentes al concierto rondaba las seis d¨¦cadas, pero Garfunkel, camino de los 76 (los cumple en noviembre) estaba sobre el escenario para recordar que, en realidad, esa juventud siempre se lleva dentro.
Art Garfunkel
Festival Jardins de Pedralbes
Jardines del Palacio Real
Barcelona, 14 de julio de 2017
Y lo hizo. No se priv¨®, no nos priv¨®, de nada. Desde las viejas canciones que cantaba por la calle con su colega Paul Simon mendigando algunos d¨®lares hasta el tema que, seg¨²n dijo, cambi¨® su vida (y la de muchos de los presentes): The sound of silence. Fue un concierto eminentemente centrado en las canciones de Paul Simon, pero qued¨® espacio para Randy Newman, Albert Hammond o George e Ira Gershwin. Para algunos poemas propios declamados con vehemencia y para muchas historias narradas en entra?able primera persona.
Un concierto corto interrumpido por un largo entreacto que el cantante justific¨®: ¡°Estoy viejo y jadeante¡±. Comenz¨® pisando fuerte: The Boxer en la primera parte y April come she will en la segunda. No rehuy¨® pret¨¦ritas proezas vocales como Scarborough Fair, For Emily whenever I may find her o Bridge over trouble water y, aunque resumi¨® algunas canciones, en todas quedaba aquel poso que sigue estremeciendo.
Acompa?ado de dos m¨²sicos excelentes (teclados y guitarra) y utilizando en alguna ocasi¨®n (pocas) una bater¨ªa pregrabada, Garfunkel demostr¨® que se hab¨ªa recuperado totalmente de su problema de cuerdas vocales que le mantuvo casi dos a?os en silencio. A pesar de ello, el tiempo no perdona y su voz es solo un remedo de aquella que erizaba el vello. Tampoco enga?a ni pretende ser lo que ya no es. Comparte sus canciones sin impostura, con la naturalidad de estar en la barra de un pub narrando batallitas.
Acab¨® con una canci¨®n de cuna y envi¨® al personal a su casa con una felicidad radiante que se notaba en la algarab¨ªa que reinaba en la salida de los jardines. Aunque no todo el mundo march¨®: algunos prosiguieron la velada en el village arropados por m¨²sica suave hasta la madrugada.
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