Desolaci¨®n moral
Aquellos que trabajan a favor de La Mina est¨¢n desolados: todo lo que sea alimentar las mafias es negativo
La Mina es un microcosmos, un paisaje singular, un paisanaje que no tranquiliza. Hay partes de esta extra?a geograf¨ªa perfectamente homologadas con la ciudad convencional, pero otros rincones te hacen sentir forastera, notas las miradas de control clavadas en la nuca. Esto se sabe y se conoce y se intenta corregir, pero responde a una realidad m¨¢s cruel: La Mina tiene reglas propias, como cualquier ecosistema peculiar, y se puede jugar a favor o en contra, pero sabiendo que si se sacude el sistema tendr¨¢ consecuencias. Las reglas no son t¨¢citas ni son normativas y, en opini¨®n de los expertos locales, crean relaciones t¨®xicas de dependencia en una parte de la poblaci¨®n, la m¨¢s vulnerable. Dicho en plata significa que por La Mina corre m¨¢s dinero del que parece y que va por circuitos no homologados. Se pagan servicios y favores y tr¨¢ficos que el com¨²n de los mortales no aceptar¨ªa.
Una va a La Mina, mira, habla, eval¨²a los efectos de una serie de inversiones ¡ªentre ellas una biblioteca espl¨¦ndida o un instituto-escuela reactivado¡ª, hijas del Consorcio establecido en el a?o 2000 y una sigue intuyendo que el esfuerzo ni roza esos niveles subterr¨¢neos, que son los que marcan el devenir cotidiano. Los Manolos, claro: ese clan que controla, simplemente con poner la firma en la puerta ¡ªcomo en tantas obras p¨²blicas de la ciudad¡ª, el acceso a los pisos sociales vacantes que esperan a los inquilinos de Venus, que por su parte no quieren pagar ni un c¨¦ntimo por la permuta. Venus es un desastre. No hay un cent¨ªmetro de vest¨ªbulo en condiciones, porque por alguna raz¨®n el destrozo es sistem¨¢tico. Despu¨¦s sigue la cochambre hacia arriba: todos hemos visto la imagen del bloque. Bien, la garant¨ªa del T¨ªo Manolo estaba pagada por el Ayuntamiento de Sant Adri¨¤, no s¨¦ si con papeles o sin ellos. Y aqu¨ª es donde la justicia ha dado la patada al avispero, llevando a la trena al T¨ªo Cristina, yerno del titular. Los clanes en La Mina son un asunto serio: recuerden el l¨ªo, todav¨ªa pendiente, de los Baltasares y los Pelaos.
No hay movimientos de este tipo que no tengan respuesta y castigo. Se ocuparon los pisos en una noche. El contingente ven¨ªa con su destino asignado, la direcci¨®n apuntada en un papel, cada uno sab¨ªa a qu¨¦ puerta ir. Incluso hubo quien intent¨® colarse, pero sin el piso asignado lo echaron de mala manera. Las ocupaciones de este tipo no abundan, pero las ha habido, siempre con intenci¨®n: la m¨¢s recordada fue la de unos pisos disputados, all¨¢ por los 90, para contestar un cambio de mayor¨ªa municipal, con un tr¨¢nsfuga implicado, un asunto sucio. En Sant Cosme pas¨® lo mismo: sopletes y adelante. Me dice una persona de La Mina: aquella antigua ocupaci¨®n todav¨ªa la pagamos ahora, que significa que arreglar el entuerto es, una vez perpetrado, imposible. No tengo idea de qu¨¦ tiene en mente el Ayuntamiento de Sant Adri¨¤. En todo caso, en el Consorcio hay mucha Generalitat y despu¨¦s la Diputaci¨®n y el Ayuntamiento de Barcelona completando el cuadro directivo. No han dicho ni mu.
La buena pregunta es c¨®mo actuar ante estos equilibrios ficticios y prepotentes. Habitualmente las autoridades, ya se ha dicho, miran para otro lado y pactan con los jefes. Pero aquellos que trabajan a favor de La Mina est¨¢n desolados: todo lo que sea alimentar las mafias es negativo, afirman, hace m¨¢s profundo el pozo social, contribuye a la degradaci¨®n que siempre vuelve, como las lluvias de oto?o. Ahora la degradaci¨®n es brutal. Como para tirar la toalla. Pero no pueden, porque est¨¢n ligados vitalmente a La Mina y comprometidos y han puesto aqu¨ª tanto esfuerzo. No podemos, subrayan, dejar que estas mafias sean los putos amos, que es lo que pasa la mayor parte del tiempo, con el benepl¨¢cito comod¨®n de las autoridades. A partir de aqu¨ª, todo es construir sobre arena.
La lecci¨®n de La Mina es que la degradaci¨®n empieza de a poco y despu¨¦s no hay manera de parar si no es con acciones dr¨¢sticas y dolorosas. Lo digo tambi¨¦n por Barcelona, que es, por favor, un caso diferente. Joan Clos, en un momento especialmente conflictivo en el espacio p¨²blico, sol¨ªa decir que no pod¨ªa hacer nada. Ada Colau y su equipo dicen que es mejor pactar que reprimir, que eso es de derecha. Se trata de solucionar. ?Cu¨¢nto tiempo hac¨ªa que no se manifestaba gente del Raval contra la droga? Por citar una sola de las protestas que surgen contra una realidad muy agresiva.
Patricia Gabancho es escritora.
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