Puro s¨¢bado a la noche

Algunos igual no hayan reparado en ello, pero es casi imposible figurar entre los moradores de este planeta durante las cuatro ¨²ltimas d¨¦cadas y no haber meneado la osamenta gracias a Giorgio Moroder. Cosas de la figura del productor, a veces et¨¦rea para un sector de la afici¨®n. Moroder figura entre las excepciones clamorosas: su nombre ha trascendido porque no se puede comprender la m¨²sica disco ni la primera mitad de los ochenta sin su concurso. Y as¨ª lo refrendaron 1.900 personas este s¨¢bado en las Noches del Bot¨¢nico, todas m¨¢s j¨®venes que el caballero de 77 a?os al que acud¨ªan a venerar.

Es cierto: Giorgio alcanza rango de arquitecto sonoro y hechicero de las pistas de baile. Suyo es ese Italo disco que, de tan despepitado y excesivo, da la vuelta al marcador y hoy solo puede contemplarse como un invento endiabladamente efectivo. Cosa distinta es que un productor constituya la opci¨®n m¨¢s atractiva para un escenario, reducido a mesa de mezclas y pantalla gigante en la que recordar aquellos videoclips (Neverending story, Take my breath away, Beat the clock, Le freak) de la ¨¦poca dorada. Tambi¨¦n Together in electric dreams, que sale menos en las antolog¨ªas y estaba muy bien.

Y es que al abuelito adorable le va la marcha, nunca mejor dicho. No le import¨® demorarse hasta las 22.45: estaba encantado con la jarana, la brisilla, el bailoteo. Lo suyo, a fin de cuentas, no era complicado: disparar las pistas ya preparadas, canturrear sobre el original en alguna pieza propia (From here to eternity), inducir a las palmas. Hubo mucho de Donna Summer, claro, aunque la segunda canci¨®n en sonar, como transgresi¨®n o pitorreo, fue Despacito. Al final pinch¨® el homenaje de Daft Punk, Giorgio by Moroder, m¨¢s Donna (Last dance) y ?la canci¨®n de Italia 90! Puro delirio. Puro s¨¢bado a la noche.