Los muertos acompa?an a Mouawad

Somos sombras congregadas en el Hades ¡ªaunque el lugar se parezca mucho al Lliure¡ª y recibimos una lecci¨®n sobre el nacimiento del teatro en los tiempos de Pericles. Breve introducci¨®n did¨¢ctica y Wajdi Mouawad traspasa literalmente la pantalla para invitarnos a un largo, casi eterno, viaje inici¨¢tico, de autoinmolaci¨®n y renacimiento, que etapa tras etapa se aleja del prop¨®sito inicial de deshacer el nudo metaf¨ªsico que le impide poner en escena el Filoctetes de S¨®focles. El prop¨®sito ¨²ltimo: insistir en su catarsis doliente y culterana, con la crisis griega como invitada especial.

Inflammation du verbe vivre (primera parte del d¨ªptico Des Mourants) es una experiencia audiovisual con interacciones en vivo del propio Mouawad. Protagonista en el escenario y la pel¨ªcula. Un indisimulado tractatus philosophicus envuelto con primor en la flam¨ªgera l¨ªrica del autor y director canadiense de origen liban¨¦s. Esa po¨¦tica tan brillante como desmesurada se recibe ¡ªllegado el punto de saturaci¨®n¡ª como el saqueo de la biblioteca de Alejandr¨ªa. Un verbo de una belleza que abotarga los sentidos y el raciocinio. Pantagru¨¦lico banquete tr¨¢gico de palabras y met¨¢foras. Exceso que se pasea por escenarios apocal¨ªpticos de una Grecia en ruinas que fusionan ¡°La zona¡± de Stalker de Tarkovsky y el infierno de Dante. ¡°?Perded toda esperanza los que entr¨¢is!¡± es el lema que los hermana en el fondo y la forma.

Empieza Les Larmes d¡¯Oedipe (segunda parte) y seguimos muertos. Tambi¨¦n cegados y quiz¨¢ encadenados frente a las sombras de la alegor¨ªa de la caverna de Plat¨®n. Tres personajes-sombra recortados ante un fondo bermell¨®n. Perfiles remisos al movimiento para no desdibujar sus ancestrales l¨ªneas. Recitan fragmentos de Edipo en Colono, intervenidos, reinterpretados y comentados por el an¨®nimo forastero que recibe al rey moribundo y su hija Ant¨ªgona en la tragedia de S¨®focles. Ahora ha mutado en vate cantor de una Atenas devastada por la troika y la violencia de la austeridad. El protagonista ausente es Alexandros Grigoropulos, estudiante adolescente muerto por un disparo de la polic¨ªa. Se entiende sin atisbarlo que hay intencionalidad en la convivencia entre el joven muerto y el viejo moribundo. La palabra parece liberada del artificio teatral ¡ªpura en su llamada al espectador¡ª cuando est¨¢ del todo sometida a ella. Quiz¨¢ incluso es una intrusa en una manierista quietud esc¨¦nica que, acumulado el lastre de los minutos, se asemeja cada vez m¨¢s a una pieza de arqueolog¨ªa: figuras negras dibujadas sobre una cr¨¢tera ¨¢tica.

Con la atenci¨®n liberada contra pron¨®stico de las cadenas platonianas, el espectador hurga en la memoria para invocar otros poetas-dramaturgos. Un golpe de nostalgia se apodera de ¨¦l recordando, por ejemplo, la tragedia a navaja de Bernard-Marie Kolt¨¨s.