Dos (Rusi?ol y Casas) ¡®cabalgan¡¯ juntos
El Museo de la Vida Rural recrea los pintorescos viajes en carro que ambos artistas hicieron por la ¡®Catalunya Vella¡¯ entre 1889 y 1892
¡°La llibertat per Nord, la carretera blanca per cam¨ª¡±, escribe el polifac¨¦tico Santiago Rusi?ol en 1889. El motivo: el comienzo de un viaje, en diversas etapas y a?os, que emprender¨¢ con su gran amigo Ramon Casas por la Catalunya Vella, experiencia inici¨¢tica que marcar¨¢ mucho la obra de ambos y buena parte de su cosmovisi¨®n desde entonces. Pero no lo har¨¢n en tren, s¨ªmbolo de modernidad de la ¨¦poca, sino en carro porque, ayer como hoy, ¡°si bien los trenes de Espa?a son de temperamento campechano, no lo son lo suficiente para detenerse en los momentos oportunos de presentarse un buen paisaje¡±, vuelve a escribir Rusi?ol, el 23 de junio de ese mismo a?o, esta vez para el diario La Vanguardia. Uno de sus grandes directores, Modesto S¨¢nchez Ortiz, atento a las nuevas voces culturales y que est¨¢ sacando a flote la cabecera, ser¨¢ el destinatario de las misivas que conformar¨¢n la impagable serie, estrenada una semana despu¨¦s, Desde mi carro. Las entregas est¨¢n ilustradas con apuntes de Ramon Casas, que ser¨ªa ¡°un instagramer del momento¡±, apunta Vinyet Panyella, comisaria de Rusi?ol i Casas per Catalunya en carro (1889-1992), menuda y delicada exposici¨®n sobre el episodio que acoge el Museo de la Vida Rural de L¡¯Espluga de Francol¨ª (Conca de Barber¨¤), hasta el 14 de enero de 2018.
Inquietos, iconoclastas y ansiosos de libertad personal como les corresponde por edad (28 a?os, Rusi?ol; 23, Casas) y momento art¨ªstico (Modernismo), ambos quieren descubrir paisajes y experimentar la emoci¨®n del creador ante la naturaleza. Como se consideran ¡°aut¨¦nticos obreros del arte¡± (Rusi?ol dixit), deciden repetir campa?a pict¨®rica conjunta, como en la primavera de 1889, cuando compartieron estancia en el monasterio de Poblet (que en 2012 ya recogi¨® el Museo de la Vida Rural, que promueve la Fundaci¨® Carulla). As¨ª, parten en junio de ese mismo a?o de la f¨¢brica que la familia de Rusi?ol tiene en Manlleu, una de las industrias de hilados m¨¢s importantes de la zona. Empezaban las tres primeras semanas veraniegas de su cabalgar juntos: uno escribe, otro ilustra, ambos pintan.
Para ir a buscar esa ¡°carretera blanca¡± m¨¢s all¨¢ de lo material y cotidiano, como reflejar¨¢ Rusi?ol en Anant pel m¨®n (1895), ¨¦ste y Casas se montan en un carro de dos ruedas ¡°de buena construcci¨®n y elegante corte¡±, cubierto con un pa?o de lino y pintado de amarillo con listas azules, colores de los que ¡°las ruedas lo fueron tambi¨¦n alg¨²n d¨ªa¡±. Rusi?ol, aprovechando el patrimonio familiar, se hace acompa?ar por un cochero de la f¨¢brica, un tal Serra, que aparece en una impagable fotograf¨ªa junto a los dos prometedores artistas. Pero falta la pieza clave: el caballo. ?ste ser¨¢ siempre Maxs (sic), que ¡°no es ya ning¨²n ni?o¡± y tiene ¡°un aire melanc¨®lico y un desprecio tal de la vida que se tirar¨ªa al primer barranco si no le detuvi¨¦ramos sus instintos suicidas¡±, escribe en la primera cr¨®nica Rusi?ol, la que recoge la etapa de Seva a Taradell.
Maxs ser¨¢ objeto de diversos de los esbozos de Casas, la primera vez que se exponen y salen del Museo Cau Ferrat de Sitges (los dibujos definitivos enviados al peri¨®dico est¨¢n en el MNAC y s¨®lo pueden verse en la muestra en pantalla por su delicado estado de conservaci¨®n), en la tard¨ªa ¨²ltima muestra del Any Casas 2016. Conforman esos apuntes una notable parte de las cerca de 40 obras de la exposici¨®n, procedentes de cinco museos catalanes y alg¨²n coleccionista particular. La mayor¨ªa son lienzos de peque?o formato. L¨®gico: en el carro apenas caben ¡°los chirimbolos de oficio: cajas, pinturas, caballetes¡¡±, describe Rusi?ol.
Ambos miran lo mismo, pero lo traducen pict¨®rica y espiritualmente con matices. ¡°Rusi?ol ya era un paisajista, pero la sugesti¨®n de la naturaleza ser¨¢ m¨¢s fuerte en ¨¦l que en Casas, que, m¨¢s urbanita y como gran pintor de la figura humana, incorporar¨¢ m¨¢s elementos humanistas que de la naturaleza; ¨¦stos ser¨¢n de los primeros paisajes que pinte¡±, resume Panyella. Mainada de pag¨¨s (1889), de Casas, refleja esa tendencia; Rusi?ol ¡°acentuar¨¢ la ruralidad, un mundo que se acaba¡±, apunta la comisaria mientras se?ala su peque?a tela con una puerta de una mas¨ªa que se desconcha. Otro lienzo de Rusi?ol recoge las luces y sombras sobre el campo que proyectan las nubes: hab¨ªan ido para ver, pintar e interpretar sensaciones as¨ª.
Ese verano de 1889 da, am¨¦n de burlas de una romer¨ªa o de la obesesi¨®n de Rusi?ol por recoger todo tipo de hierros forjados antiguos, para dos episodios notables, uno con visos c¨®micos y otro con repercusi¨®n metaf¨ªsica. El primero se producir¨¢ ya en pleno verano, cuando ahora suben al tren con dos bicicletas desde la capital catalana hasta Vic y desde ah¨ª regresan hasta Barcelona. Con los veloc¨ªpedos encabritar¨¢n un carro tirado por mulas en un episodio tragic¨®mico del que quedar¨¢ como imagen el alargado Carro amb vuit mules de tir, de Casas (septiembre de 1889), ¨®leo sobre madera de una caja de higos de Fraga, un carromato parecido al del suceso. El impacto m¨¢s profundo, especialmente para Rusi?ol, fue el encuentro por esos caminos de Osona y el Bergued¨¤ de compa?¨ªas de saltimbanquis, acr¨®batas, gente deforme y bestias esquel¨¦ticas amaestradas, gentes m¨ªseras que parec¨ªan una especie de Santa Compa?a fam¨¦lica. El artista ya no se los sacar¨ªa de la cabeza, incluso ir¨ªa dejando jirones de su presencia en obras tan distintas como tard¨ªas como el poema en prosa Els caminants de la terra (1897) y, sobre todo, el drama l¨ªrico L¡¯alegria que passa (1898), con m¨²sica de Enric Morera y un cartel promocional del propio Rusi?ol donde el clown que lo protagoniza est¨¢ en un paisaje que es el mismo de donde arranc¨® la primera excursi¨®n, cerca de la f¨¢brica familiar. Queda tambi¨¦n rastro en la a¨²n m¨¢s tard¨ªa novela c¨®mica, no exenta de sentimentalismo tr¨¢gico, La ¡®ni?a gorda¡¯ (1917).
Tras un par¨¦ntesis por su estancia en Par¨ªs donde comparten vivienda y estudio en el Moulin de la Galette entre 1890 y 1892 (se expone la carta del anuncio de Casas pidi¨¦ndole a su amigo que vaya a buscarlo a la estaci¨®n, ilustr¨¢ndola con la ¨²nica vez en su vida que dibujar¨¢ la Tour Eiffel), habr¨¢ un remake del viaje, mucho m¨¢s breve, de Manlleu a Sant Feliu de Gu¨ªxols, que tendr¨¢ su reflejo en prensa, Otra vez en carro. Pero ya no ser¨¢ inici¨¢tico. Como puede verse en la muestra, bajo el ep¨ªgrafe Del verd al gris, Rusi?ol y Casas retrataron el Par¨ªs de la capital bulliciosa, marginal, m¨¢s s¨®rdida y triste, no tan alegre como la impresionista.
Entre los dos viajes en carro habr¨¢n visitado 21 localidades (Alpens, Arb¨²cies, Ripoll, Sant Hilari Sacalm...). Siempre seguir¨¢n siendo amigos, aunque nunca m¨¢s trabajar¨¢n ya juntos. Pero de aquella experiencia en carro qued¨®, como dijo Rusi?ol en 1889, algo para siempre: ¡°I sota el seu velam hav¨ªem vist desfilar tot un m¨®n de paisatges i rebut emocions est¨¨tiques molt dif¨ªcils d¡¯oblidar¡±.
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