Un hombre bueno
No hac¨ªa falta compartir el ideario pol¨ªtico de Francisco Fern¨¢ndez Buey para encontrar en ¨¦l a un compa?ero entra?able, noble y honesto
No s¨¦ cu¨¢ntas veces me habr¨¢ explicado mi maestro genov¨¦s, Riccardo Guastini, cu¨¢l es la diferencia entre una ¡°bella citt¨¤¡± y una ¡°citt¨¤ bella¡±. Se trata de una distinci¨®n importante, al parecer, para adentrarse con delicadeza y sabidur¨ªa en esa escuela de vida que es el viaje a Italia, viaje que todos, en alg¨²n momento de nuestras vidas, deber¨ªamos hacer.
Sin embargo, por alguna raz¨®n, siempre se me olvida en qu¨¦ consiste esa diferencia.
La diferencia que en cambio no olvido nunca es la que existe entre un ¡°buen hombre¡± y un ¡°hombre bueno¡±. Un buen hombre es un hombre algo ingenuo, d¨®cil, que no se hace notar demasiado y que, en virtud de que no molesta mucho, nos da un poco de l¨¢stima cuando le ocurre algo malo. Un hombre bueno es un hombre honesto, generoso, al¨¦rgico al cinismo y dispuesto a comprometerse con causas nobles, a¨²n sabiendo de antemano que probablemente est¨¢n perdidas. Cuando algo malo le ocurre a un hombre bueno, sentimos una mezcla de tristeza y admiraci¨®n, aunque no l¨¢stima.
Francisco Fern¨¢ndez Buey, del que este agosto se cumplen cinco a?os de su muerte, era un hombre bueno. Su fe en el g¨¦nero humano no era inquebrantable, pero consideraba que eso no era impedimento para embarcarse en proyectos que mejoraran la posici¨®n de los de abajo y, con ello, acercarnos a ese otro mundo posible.
Brillante e influyente historiador de las ideas, admirador del racionalismo ilustrado, fundador de Izquierda Unida, miembro del Sindicat Democr¨¤tic d'Estudiants de la Universitat de Barcelona (SDEUB) en los a?os sesenta y muchas otras cosas m¨¢s, Paco Fern¨¢ndez Buey estudi¨® el ecologismo, el feminismo, la relaci¨®n entre las ciencias y las humanidades, los movimientos sociales y, por supuesto, el marxismo, aunque su relaci¨®n con este ¨²ltimo era m¨¢s bien iconoclasta; al respecto, l¨¦anse estas l¨ªneas iluminadoras: ¡°A m¨ª lo de considerarme marxista o no, siempre me ha parecido una cosa secundaria. Aunque pueda parecer otra cosa desde fuera, no es mi asunto (¡). Para mi, el marxismo es una historia de la que han salido muchas cosas. Siempre consider¨¦ que eso del marxismo hab¨ªa pasado a ser uno de los elementos de la cultura superior y que, para entendernos, hab¨ªa marxistas de derechas y marxistas de izquierdas. La l¨ªnea divisoria de la lucha social y pol¨ªtica en nuestro mundo, no pasa por ser marxista o no marxista¡±.
Son muchas las cosas que yo y otros aprendimos de Paco Fern¨¢ndez Buey. Pero hay por lo menos dos que siempre procuro tener presentes. La primera se deriva de sus estudios sobre la contraposici¨®n hist¨®rica entre civilizaci¨®n y barbarie, en la que nosotros ¡ª donde ¡°nosotros¡± es pr¨¢cticamente cualquier grupo que se considere a s¨ª mismo una comunidad cultural¡ª siempre somos la civilizaci¨®n y los otros son la barbarie. Fern¨¢ndez Buey mostr¨® no s¨®lo que casi siempre ¡°el otro¡± est¨¢ delineado de manera despectiva y caricaturizada, sino que el temor al otro nos puede convertir a nosotros mismos en b¨¢rbaros. Sintetiz¨® esta idea en la afortunada frase: ¡°esperando a los b¨¢rbaros, llegaron los nuestros¡± (frase que, por cierto, us¨® Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n para abrir uno de los cap¨ªtulos m¨¢s inc¨®modos para la izquierda de Un polaco en la corte del Rey Juan Carlos). Y as¨ª ocurri¨® en la conquista de Am¨¦rica, en la que, esperando que los amerindios se revelaran como los b¨¢rbaros que se supon¨ªa que eran, llegaron los nuestros con nuestra barbarie aniquiladora. ¡°El otro¡± es s¨ªmbolo de barbarie, de inferioridad moral, el otro, el diferente, es aquel al que hay que expulsar de nuestra comunidad pol¨ªtica, cultural y moral.
La otra cosa que aprend¨ª de Paco Fern¨¢ndez Buey fue a dejar que la iron¨ªa impregnara tanto el trabajo intelectual como el quehacer cotidiano. As¨ª, con iron¨ªa, era como hab¨ªa que entender la noci¨®n de utop¨ªa. As¨ª, con iron¨ªa, es como hay que leer El Quijote. As¨ª, con iron¨ªa, es como en definitiva hay que vivir la vida. Por desgracia, la era del tertuliano medi¨¢tico, con ¡°expertos¡± que expresan opiniones pat¨¦ticamente solemnes sobre cualquier cosa, es una era inh¨®spita para la iron¨ªa.
No hac¨ªa falta compartir el ideario pol¨ªtico de Paco para encontrar en ¨¦l a un compa?ero entra?able, noble y honesto. Eso s¨®lo le puede ocurrir a un hombre bueno.
Aqu¨ª seguimos, Paco, enzarzados en esa pelea ¡ªcada uno a su manera, supongo¡ª por fracasar cada vez mejor. Mientras tanto, se te a?ora como nunca.
Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filos¨®ficas de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico
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