Atacado por un pez espada
El pez atraves¨® la pierna de Ernest mientras buceaba, roz¨¢ndole la femoral
¡°Me atraves¨® por aqu¨ª¡±. Ernest se arremanga un poco la bermuda y muestra en la cara interior del muslo derecho la cicatriz blanca. En el otro lado de la pierna se?ala el punto de salida de la hoja. Parece la herida de un duelo. En cierta manera lo fue: con un pez espada.
La dram¨¢tica historia de Ernest forma parte de esa otra Formentera, fascinante y rec¨®ndita, de sobremesas mirando el mar sin prop¨®sito bajo el techo de palmas del Pelayo, conversaciones en la librer¨ªa Tur Ferrer de Sant Francesc esperando los diarios, paseos por el Cam¨ª Vell de la Mola y atardeceres en la playa frente al Vogamari observando chorlitejos y vuelvep¨¬edras.
Llevaba ya a?os detr¨¢s del hombre atacado por un pez espada, ese personaje digno de Julio Verne, tratando de localizarlo para que me contara de primera mano el terrible encuentro con la armada criatura marina. Pero no hab¨ªa manera. As¨ª que se hab¨ªa convertido para m¨ª en algo legendario, como tantas otras cosas en Formentera que con el paso del tiempo no sabes si las has vivido o, cegado por la luz y el espejear de las aguas, con el alma en suspenso, simplemente so?ado.
Al capit¨¢n Langford uno lo clav¨® en 1886 a la cubierta de su goleta, de la que fue dif¨ªcil separarlo.
Y entonces, de repente, pude contactar con ¨¦l y acordamos vernos. Por la ma?ana en el Bar del Centro, frente a la iglesia de Sant Francesc. Era como citarte con Ned Land, ?qu¨¦ nervios! Para reconocernos, como imagin¨¦ que ya no llevar¨ªa el pez clavado en el muslo, le dije que yo portar¨ªa un diario doblado en la mano.
Nos reconocimos enseguida (¨¦l es un hombre a punto de cumplir los cincuenta, atractivo y atl¨¦tico; con ojos grises y una agradable sonrisa); pedimos caf¨¦s y me dispuse a escuchar de labios del protagonista la historia que llevaba tanto tiempo esperando.
A Ernest, que es italiano, de Benevento, se apellida De Longis y vive en Formentera, donde regenta la famosa pizzeria Sa Pizza, le atac¨® en aguas de Ibiza en 2009 (no se trata de pescado fresco, ya ven) un pez espada (Xiphias gladius: lo del gladio, la espada romana, es elocuente).
En principio, me dijo, no nos atacan a los humanos premeditadamente, aunque es dif¨ªcil juzgar la premeditaci¨®n en un pez espada. Pueden medir tres metros y pesar m¨¢s de 150 kilos, saltan fuera del agua y a veces, tal es su velocidad explosiva, su momentum, se clavan en el lecho marino hasta el rostro. No son raras las ocasiones en que se han incrustado tambi¨¦n en barcos o submarinos (entre ellos el famoso Alvin). Parad¨®jicamente, el pez espada sonriente (Deir Lachende Schwertfisch) fue el emblema (y lo llevaban pintado en la torreta), de la 9? flotilla de U-Boot alemana.
¡°Me lo saqu¨¦ yo mismo. Se march¨®. Nad¨¦ hacia la zodiac. No sent¨ªa mucho dolor, pero estaba asustado".
Sea como fuere, se conocen diversos casos de gente que, como Ernest, ha resultado empalada por mala suerte o por tratar de pescarlos. Al capit¨¢n Langford uno lo clav¨® en 1886 a la cubierta de su goleta, de la que fue dif¨ªcil separarlo. El m¨¢s reciente, en 2015, es el caso de un pescador de Hawai, Randy Llanes, de 47 a?os al que un pez espada le perfort¨® el pecho tras arponearlo en el agua ¨¦l mismo: en esgrima se podr¨ªa considerar un empate.
Ernest cit¨® el caso del buzo oficial de la almadraba de Favignana, en Sicilia, al que un pez espada se le clav¨® en la cabeza y le dej¨® la hoja rota incrustada en el cr¨¢neo. ?Qu¨¦ bien lo est¨¢bamos pasando!
Otro pescador, un malasio an¨®nimo de 39 a?os tiene el dudoso privilegio de ser el sujeto del ¨²nico estudio cl¨ªnico que conozcamos sobre una herida de pez espada con resultado de muerte, publicado en el Assian Journal of Surgery de abril de 2007. El hombre fue atacado de improviso por el animal que salt¨® hacia ¨¦l, se cree que atra¨ªdo por la luz de la linterna que enfocaba hacia el agua delante de su bote. La espada le entr¨® por el ojo derecho provoc¨¢ndole la proptosis del globo ocular (es mejor no saber lo que significa eso) y clav¨¢ndosele en el cerebro. Falleci¨® un d¨ªa despu¨¦s de su ingreso en el hospital de Kedah y la causa de la muerte se anot¨® como ¡°empalamiento de la cabeza por un pez espada¡±.
¡°He sido instructor de buceo muchos a?os, por todo el mundo, en Hurgada, en Maldivas...¡±, me explic¨® Ernest de su propio caso, ¡°hasta que un socio m¨ªo se mud¨® aqu¨ª, a Formentera, y vine por ¨¦l, en 1998; primero trabaj¨¦ en el centro de buceo Vell Mar¨ª de la Savina, y luego en 2003 abr¨ª la pizzer¨ªa¡±. Sigui¨® practicando, sin embargo, su pasi¨®n por la pesca submarina, con fusil, en apnea. Y entonces, lleg¨® aquel nefasto 26 de mayo. ¡°Sal¨ª con Luca y Jes¨²s muy temprano en el bote neum¨¢tico. Fuimos hacia Es Vedr¨¤, en Ibiza. Fondeamos y nos separamos para bucear. Yo me qued¨¦ solo, sumergi¨¦ndome a poca profundidad, unos siete metros. Entonces vi al pez espada, algo poco habitual, porque suelen estar en mar abierto¡±. Med¨ªa un metro ochenta, pesar¨ªa 25 kilos. El pez estaba, como Ernest, pescando. ¡°Se alej¨®. Pero luego volv¨ª a verlo. Merodeaba por curiosidad. Entonces le dispar¨¦¡±.
El arp¨®n alcanz¨® al animal. El carrete del fusil se atasc¨® y Ernest qued¨® al alcance del pez, que fue directo a por ¨¦l. ¡°Sal¨ª a respirar y entonces not¨¦ que algo me pinchaba en la pierna. No lo v¨ª llegar. Sent¨ª una presi¨®n, y al mirar debajo, ten¨ªa clavado el pez espada¡±. Tras rozar la pierna izquierda, donde le dej¨® una herida, le hab¨ªa pasado la derecha de lado a lado, desde la cara interior del muslo hacia afuera, atravesando el grueso neopreno. El largo pico toc¨® la arteria femoral, milagrosamente sin romperla. Una verdadera loter¨ªa: Ernest hubiera muerto desangrado en cinco minutos. ¡°Me lo saqu¨¦ yo mismo. Se march¨®. Nad¨¦ hacia la zodiac. No sent¨ªa mucho dolor, pero estaba asustado. Solo pensaba en salvar la vida. Sub¨ª como pude, cort¨¦ la cuerda del ancla, puse en marcha el motor y fui a buscar a mis compa?eros¡±.
Luca lo vio llegar gritando. El bote estaba lleno de sangre. ?l y Jes¨²s auxiliaron como pudieron al herido mientras se dirig¨ªan a toda velocidad a la costa. Desembarcaron en Cala d'Hort, adonde lleg¨® una ambulancia. Le llevaron al hospital de Can Misses y luego en helic¨®ptero al de Palma de Mallorca, donde le hicieron una arteriograf¨ªa. Tard¨® un mes en recuperarse, sin secuelas.
Ernest no ha tenido problema en volver al mar. Y, sorprendentemente, no guarda rencor al pez espada que podr¨ªa haberlo matado. ¡°Es una especie muy castigada y deber¨ªan protegerla¡±, zanj¨® con elogiable fair play. ¡°Espero que aunque herido pudiera salvarse, como yo¡±.
As¨ª que ya ven: quiz¨¢ nade en las aguas vecinas un viejo pez espada resabiado con un herrumbroso arp¨®n clavado, como Moby Dick. He ah¨ª, sin duda, otra buena historia...
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