Sacar fuerzas de flaqueza
¡®Un ballo in maschera¡¯ da en A Coru?a el pistoletazo de salida a la temporada oper¨ªstica en Espa?a
A Coru?a ha dado comienzo este viernes a su programaci¨®n l¨ªrica, la primera en aparecer de la temporada oper¨ªstica espa?ola. Sobre el escenario del Teatro Col¨®n, la primera representaci¨®n de Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi, fue protagonizada por el tr¨ªo compuesto por el tenor Gregory Kunde, como Riccardo; el bar¨ªtono Juan Jes¨²s Rodr¨ªguez (Renato) y la soprano Saioa Hern¨¢ndez (Amelia). El Coro Gaos y Orquesta Sinf¨®nica de Galicia, muy reducida por el peque?o foso del Col¨®n, fueron los cuerpos musicales que tuvo a sus ¨®rdenes Ram¨®n T¨¦bar como director musical.
Volver al Col¨®n tras casi tres d¨¦cadas en el Palacio de la ?pera ha supuesto una recuperaci¨®n de la cercan¨ªa de voces y acci¨®n, tan necesaria para el goce de la accci¨®n dram¨¢tica y musical que supone una ¨®pera. Pero tambi¨¦n, y en un grado ciertamente notable, ha puesto en evidencia lo inadecuado del foso de este teatro para la ¨®pera grande. En primer lugar, por su extra?a y escasa proyecci¨®n del sonido orquestal; en segundo y no menos importante, porque su reducido tama?o le impide albergar una orquesta que ofrezca las prestaciones sonoras requeridas por una ¨®pera como Un ballo in maschera y tantas otras.
En estas condiciones, el sonido se resinti¨® seriamente del desequilibrio producido por la escasez de cuerdas (pudieron ser contados 6+5 violines, cuatro violas, tres chelos y dos contrabajos) frente a los efectivos de vientos requeridos por la partitura verdiana. Mientras desde las localidades situadas a la derecha de la platea la cuerda result¨® casi inaudible en los tutti, desde su zona izquierda se pudo apreciar claramente la falta de cuerpo de estas secciones. En ocasiones lleg¨® incluso a dar la sensaci¨®n de estar amplificada.
Lo mejor de esta representaci¨®n, sin duda, fueron las voces: protagonistas y comprimarios formaron un elenco de m¨¢s que notable y homog¨¦nea calidad que llev¨® la emoci¨®n a los espectadores que llenaban el teatro. Destac¨® el protagonismo vocal de Gregory Kunde, tanto en sus arias como en los d¨²os y concertantes que se prodigan a lo largo de la funci¨®n.
El Renato de Juan Jes¨²s Rodr¨ªguez tuvo el alma verdiana que este bar¨ªtono siempre imprime a sus personajes del autor de Busseto. Por su parte, Saioa Hern¨¢ndez impregn¨® de dramatismo del grande a su Amelia, pese a no encontrarse en la mejor forma f¨ªsica seg¨²n se anunci¨® por megafon¨ªa. La brevedad del papel de la adivina Ulrica no impidi¨® a la mezzo Marianne Cornetti dar otra lecci¨®n de actuaci¨®n y canto en todos los registros de su voz.
De los comprimarios destac¨® la gracia y frescura de Marina Monz¨® como Oscar; el buen hacer t¨¦cnico y la honradez art¨ªstica siempre presentes en Pablo Carballido, esta vez como Juez decano; la voz y presencia esc¨¢nica de Pedro Mart¨ªnez Tapia, especialmente como el marinero en su consulta a la adivina del primer acto. Los dos conspiradores tuvieron cuerpo y voz id¨®neos en los bajos Cristian D¨ªaz y David S¨¢nchez.
La habitual gran labor de Ram¨®n T¨¦bar en la direcci¨®n musical se apreci¨® en su siempre correcta concertaci¨®n y en lograr extraer lo mejor de los conjuntos, pese a los serios problemas del foso arriba mencionados. El Coro Gaos mostr¨®, junto a su correcta afinaci¨®n habitual, una precisi¨®n en ascenso pero a¨²n mejorable.
Su actuaci¨®n, cantando siempre en correcta e invariable formaci¨®n, puede ser debida a su inexperiencia junto a las candilejas o a una direcci¨®n esc¨¦nica que tiende a la rigidez en los grupos. Junto a esta caracter¨ªstica, la direcci¨®n de Mario Pontiggia mostr¨® su tendencia a dejar una enorme libertad actoral a los protagonistas, que casi se convierten en sus propios directores, a llegar hasta el detalle en secundarios.
La producci¨®n es de Amigos de la ?pera de A Coru?a en colaboraci¨®n con Amigos Canarios de la ?pera. Lo mejor, la sobriedad y versatilidad de los elementos corp¨®reos del decorado, a los que se da diferentes usos a lo largo de la funci¨®n. La iluminaci¨®n, realizada por Santiago Ma?asco, fue eficaz, con claridad en las estancias, misterio en la morada de Ulrica y tenebrosa oscuridad en el campo del pat¨ªbulo. El vestuario ¨Cdel propio Pontiggia con la colaboraci¨®n de Claudio Mar¨ªn- es correcto en general hasta la escena del baile de m¨¢scaras que da nombre a la funci¨®n.
En esta, el colorido que aporta el considerable tropel de coralistas y figurantes marca adecuadamente el contraste de la fiesta con el drama que se avecina. La casi completa homogeneidad, sin embargo ¨Csalen todos vestidos de chino-, es impropia de un baile de disfraces. Finalmente, la r¨ªgida escasez de movimientos de sus elementos ¨Cs¨®lo bailan Oscar y cuatro o cinco figuras alrededor de este personaje- resta la verosimilitud necesaria a la escena.
En cualquier caso, es de admirar c¨®mo se llega a producir una ¨®pera con los escasos recursos de los que dispone la asociaci¨®n organizadora. No solo por reunir un elenco vocal de primera calidad sino ¨Ctambi¨¦n y muy principalmente- por el casi milagroso trabajo de quienes nunca salen a escena a recibir los aplausos del p¨²blico.
Toda una legi¨®n, m¨ªnima en n¨²mero por el presupuesto y enorme en eficacia por su entusiamo, de personas encargadas de maquillaje, peluquer¨ªa, vestuario, manejo de la iluminaci¨®n y maquinaria y -muy especialmente por el milagro que supone la coordinaci¨®n por una sola persona de tanto personal- del regidor, Luis L¨®pez Tejedor.
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