Medidas correctoras
Efectivamente, hay recorrido de mejora en inteligencia y cooperaci¨®n, en seguridad y entrenamiento

Profesionales, empresarios y gestores de administraciones p¨²blicas tienen derecho a mejorar sin temor de que la ley les persiga si lo consiguen. Y es que solo porque (algunos) se vuelven m¨¢s sabios cuando se hacen m¨¢s viejos y experimentados, no quiere decir que antes fueran est¨²pidos. En pa¨ªses tecnol¨®gicamente avanzados esta m¨¢xima de sentido com¨²n ha llegado al derecho. As¨ª, en los Estados Unidos de Am¨¦rica, cuando una persona o una organizaci¨®n adoptan medidas que habr¨ªan reducido la probabilidad de un da?o que ya ha ocurrido, la prueba de la adopci¨®n de la medida correctora no es admisible para probar la culpa o negligencia de quien mejor¨® las cosas (Rules of Federal Evidence, regla 407).
La idea de fondo es sencilla: hay que animar a los profesionales a que mejoren sin miedo a ser perseguidos, o, por lo menos, no hay que desanimarles a hacer por que las cosas mejoren. Las mejoras efectivas no son ning¨²n reconocimiento de culpa. Todos (o casi todos) aprendemos del pasado, de nuestras limitaciones o imperfecciones, todos podemos llegar m¨¢s all¨¢ del lugar donde est¨¢bamos ayer y el hecho de que hagamos las cosas mejor que antes no quiere decir que anteayer fu¨¦ramos un desastre.
Valga lo anterior por las medidas policiales y de inteligencia cuya adopci¨®n se nos puede ocurrir a toro pasado y a cualquiera de nosotros despu¨¦s del atentado terrorista de Barcelona el 17 de agosto pasado.
S¨ª, ahora es obvio: conviene hacer pasar por filtros de seguridad antiterrorista casas, pisos y locales cuya posesi¨®n cambia de manos, con derecho o sin ¨¦l (pero solo de seguridad, que todo lo dem¨¢s no cuenta, no debe hacerlo). Luego: una explosi¨®n de gas no suele echar abajo una casa entera, ni deja un herido sospechoso, ni docenas de bombonas de butano a la vista. Tambi¨¦n hoy: en Roma, Par¨ªs o en Londres, muchos accesos a lugares p¨²blicos o a monumentos hist¨®ricos tienen instalados obst¨¢culos antiatropello. M¨¢s: ignoramos cu¨¢ntos polic¨ªas estaban de servicio en La Rambla el 17 de agosto a las cuatro y media de la tarde, sabemos que la camioneta del asesino zigzague¨® por el paseo central m¨¢s de medio kil¨®metro y que se detuvo, sin un impacto de bala, solo porque salt¨® el airbag. Del mismo modo que nos consta que su conductor (Younes Abouyaaqoub) sali¨® del veh¨ªculo sin que nadie le detuviera y, que al poco pudo matar, asesin¨® a otra persona inocente (Pau P¨¦rez, madre m¨ªa, qu¨¦ inmensa pena) sin mayor problema. Tambi¨¦n se nos pueden ocurrir bastantes medidas para cercar y acabar de cansar a un terrorista exhausto (Younes de nuevo) o, huido desde hac¨ªa cuatro d¨ªas, en medio del campo y sin tenerlo que matar a tiros, que este ya no contar¨¢ nada a ning¨²n juez. Efectivamente, hay recorrido de mejora en inteligencia y cooperaci¨®n, en seguridad y entrenamiento.
Sin embargo, el que podamos mejorar y lo consigamos no implica que las cosas se hayan hecho mal, con culpa de unos y de otros. En este pa¨ªs, como en todos, los profesionales hemos de saber aprender del pasado, trial and error, pero aun y as¨ª aparecer¨¢n nuevos retos y dif¨ªcilmente conseguiremos el cien por cien de aciertos. Tampoco vale centrarse en las cinco cosas que cab¨ªa mejorar, dejando a un lado las noventa y cinco que se hicieron bien (95 % de aciertos).
Por ¨²ltimo, los profesionales tambi¨¦n sabemos que todo puede politizarse, utilizarse en la refriega pol¨ªtica, para mejor en muchos casos, pero tambi¨¦n para armar ruido, en tediosa sucesi¨®n inconexa de tweets, a ver qui¨¦n la dice m¨¢s tremenda. Mas, al final, las gentes, cuando tenemos un problema de verdad, buscamos al m¨¦dico, al abogado, al polic¨ªa. Y entonces queremos encontrar a alguien que no nos prometa cambiar el mundo, el pa¨ªs o la bandera: queremos simplemente que trate de resolver nuestros problemas, que responda a nuestras preguntas, que nos ayude en nuestra necesidad. Sabemos que no siempre acertar¨¢ o que ma?ana llegar¨¢ m¨¢s lejos. Pero confiamos en que se comporte profesionalmente. Cierto: los Gobiernos ¡ªlos pol¨ªticos¡ª tienen que mandar sobre su polic¨ªa y no esta sobre aquellos, pero un buen gobernante nunca habr¨¢ de olvidar que el pol¨ªtico pasa, pero la polic¨ªa queda. Son profesionales.
Los juristas podemos defender a nuestra polic¨ªa urgiendo la adopci¨®n de una doctrina o de un texto legal como el que les he citado al inicio de este art¨ªculo. Pero yo no soy negligente por no haberlo propuesto antes. Aunque, ciertamente, podr¨ªa haberlo hecho. Desde luego. Mil perdones.
Pablo Salvador Coderch, catedr¨¢tico de derecho civil Universitat Pompeu Fabra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.