Independencia y mileurismo
Es bueno tener utop¨ªas, pero sin perder de vista que la vida es lo que pasa ante los ojos mientras se proyecta el futuro
Tarde del mi¨¦rcoles. Hospital de la Vall d¡¯Hebron. En lo que debi¨® ser un amplio pasillo que comunicaba los boxes de urgencias se amontonan una veintena de enfermos en otras tantas camas. Le llaman el ruedo. Las columnas de la nueva sala y los cristales de las ventanas de los boxes tienen una funci¨®n a?adida: gracias a los n¨²meros pegados a ellos, el personal sanitario localiza la ubicaci¨®n de las camas de los pacientes. Hay un ¨²nico lavabo para los enfermos que pueden llegar a ¨¦l. Carece de pestillo. Los m¨¢s f¨ªsicamente impedidos hacen sus necesidades a la vista del p¨²blico en general, pues en la sala no hay cortinas que garanticen una m¨ªnima intimidad. El personal sanitario, m¨¦dicos, enfermeras, auxiliares y personal de limpieza, gracias a su trabajo, esfuerzo y humanidad, aportan la decencia de la que a veces adolece la Administraci¨®n. Hay enfermos tan dispares como Josep ¡ªun anciano postrado en la cama y con aspecto terminal que palia su grave insuficiencia respiratoria con oxigenoterapia¡ª y Mar¨ªa, una mujer joven que espera un ingreso en planta para que le realicen un seguimiento del trasplante al que ha sido sometida. Lo que tienen en com¨²n es que comparten esa especie Charenton, que amortigua la buena disposici¨®n de un personal sanitario entregado a los pacientes.
A la misma hora, en el Parlament, una mayor¨ªa de diputados trata de hacer realidad la frase atribuida a Nicol¨¢s Maquiavelo: el fin justifica los medios. Pasan m¨¢s de 48 largas horas y cuando termina el debate de la ley de Transitoriedad, Mar¨ªa sigue en urgencias. Ha podido seguir todo el debate de desconexi¨®n desde all¨ª.
En la Catalu?a independiente seguro que no ser¨¢ necesario, pero en la Espa?a actual parece ser que saltarse la legalidad es la ¨²nica forma de que prevalezca la justicia. Y esa regla tan sugerente para urgencias soberanistas, ?tambi¨¦n es de aplicaci¨®n para otros derechos b¨¢sicos: atenci¨®n sanitaria, servicios sociales, derecho a la vivienda? Rechazar los ajustes presupuestarios tambi¨¦n supone desobedecer al Estado. Claro que, en ocasiones, esa nueva mayor¨ªa libertadora parece no sentirse mal del todo con la sumisi¨®n a ciertas cadenas del centralismo.
La gran desobediencia, la secesionista, ha engullido a todas las dem¨¢s. Los presupuestos aprobados el a?o pasado para 2017 eran imprescindibles, eran ¡°la gasolina¡± de la independencia. La gran coartada era afirmar que iba a ser prioritario el gasto social. El objetivo era asegurarse el voto de la CUP. Pero la experiencia iba a ser tan breve como la campa?a mao¨ªsta ¡°que cien flores se abran y cien escuelas compitan¡±. Desde el a?o pasado no se habla de recortes sanitarios. Las listas de espera para tratar el dolor cr¨®nico llegan a los 11 meses.
En otro frente, la Mesa del Tercer Sector ha vivido un cisma, pues a principios del verano diversas entidades denunciaron sentirse utilizadas, despu¨¦s de que tras el pleno sobre la pobreza, el Ejecutivo catal¨¢n incumpliera reiteradamente las resoluciones parlamentarias. Como los sindicatos fagocitados por el partido, la mayor¨ªa de asociaciones aseguraron sentirse correas de transmisi¨®n del Ejecutivo. La autonom¨ªa era sacrificada en el altar del bien supremo del soberanismo.
Los j¨®venes que sol¨ªan ver el mar bajo los adoquines cre¨ªan que la revoluci¨®n iba a acabar con todas las contradicciones. Ahora es el independentismo el que ha asumido esos poderes taumat¨²rgicos. Es bueno tener utop¨ªas, pero sin perder de vista que la vida es lo que pasa ante los ojos mientras se proyecta el futuro.
Quiz¨¢s es bueno un anticipo, aunque sea breve, de lo que ser¨¢ el nuevo reino de la armon¨ªa. En esta semana de prodigios y para no desentonar, un informe del Ayuntamiento de Barcelona ha establecido que un 33% de los trabajadores que residen en la capital catalana son mileuristas y que un 65% de los j¨®venes por debajo de 30 a?os cobran menos de mil euros al mes. El alquiler medio de una vivienda en la ciudad, seg¨²n datos de la Generalitat de julio pasado, es de 845 euros. He ah¨ª una buena oportunidad para poner en pr¨¢ctica que el fin justifica los medios. En el civilizado norte fuerzas pol¨ªticas no extremistas controlan suelo y alquileres.
A la vista de este impracticable presente, no est¨¢ de m¨¢s dedicar algunos esfuerzos de ese futuro esplendoroso a hacer peque?os cambios.
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