Autoritarismo posdemocr¨¢tico
La estrategia de Rajoy de llamar a declarar a 720 alcaldes, amenazar a los ciudadanos y prohibir m¨ªtines, es un intento de socializaci¨®n del p¨¢nico
He escrito algunas veces que el autoritarismo posdemocr¨¢tico es la amenaza que se cierne sobre el futuro de las democracias liberales por la p¨¦rdida de peso que los gobiernos est¨¢n sufriendo en el proceso de globalizaci¨®n. Con un poder econ¨®mico globalizado y un poder pol¨ªtico que sigue siendo nacional y global los problemas de gobernanza son manifiestos, la capacidad de la pol¨ªtica de poner l¨ªmites al dinero y a los mercados es cada vez m¨¢s d¨¦bil, incapaz de combatir el chantaje fiscal o los ataques contra la deuda del Estado. Y la impotencia genera autoritarismo. Con los gobiernos cada vez m¨¢s reducidos a las funciones de seguridad y orden p¨²blico, la tentaci¨®n de limitar paulatinamente derechos y libertades y reforzar la dimensi¨®n represiva (con la coartada de la amenaza terrorista) es constante.
Estos d¨ªas me pregunto si el gobierno de Rajoy representa un experimento en la construcci¨®n del autoritarismo postdemocr¨¢tico. En este sentido la gesti¨®n del caso catal¨¢n con la renuncia, desde el primer d¨ªa, a afrontarlo pol¨ªticamente y con la estrategia de parapetarse detr¨¢s del poder judicial, trasladando al terreno del delito un debate que nunca ten¨ªa que salir del ¨¢mbito de la pol¨ªtica, es un caso de estudio. Los primeros a?os de Rajoy fueron profundamente ideol¨®gicos, con batallas en el terreno de la educaci¨®n y de los derechos personales, con una reforma laboral de clase que ha dejado a los trabajadores al margen de la recuperaci¨®n, con voluntad de renacionalizar las pol¨ªticas de ense?anza y de revisar la legislaci¨®n del aborto. Una restauraci¨®n conservadora que en parte qued¨® frustrada, y pagaron por ello sus principales tenores Wert y Ruiz Gallard¨®n, por el impacto de la crisis econ¨®mica, por la herida de la corrupci¨®n y por el rechazo de una parte de su propio electorado. El ritmo cambi¨® bruscamente. De la batalla ideol¨®gica se pas¨® al liderazgo del hombre imperturbable, a la minimizaci¨®n de los problemas, a la inacci¨®n como soluci¨®n. Fue la apoteosis del sentido com¨²n, como le gusta decir a Rajoy, que, seg¨²n, se le recordaba con iron¨ªa est¨¢ a punto de caducar.
Durante estos a?os, Rajoy ha ido parapet¨¢ndose detr¨¢s de los tribunales, en manifiesta dejaci¨®n de responsabilidades que eran estrictamente pol¨ªticas, generando adem¨¢s una creciente confusi¨®n entre poder pol¨ªtico y poder judicial. Fracasado en parte su proyecto de restauraci¨®n ideol¨®gica, Rajoy se ha enfrentado a la cuesti¨®n catalana desde el desd¨¦n, agazapado en "un debate est¨¦ril sobre legitimidad y legalidad que no resolver¨¢ el problema" (editorial del Financial Times). Y ahora lo paga. Neg¨® el problema pol¨ªtico desde el primer momento. Lo traspaso a los tribunales hasta el punto de que en 2015 perpetr¨® algo ins¨®lito en las democracias liberales: atribuir al Constitucional funciones penales, desnaturalizando su funci¨®n de responsable del control de las normas. Probablemente, Rajoy ha sido v¨ªctima de un autoenga?o: la creencia de que el independentismo se hundir¨ªa s¨®lo, la fantas¨ªa de que los catalanes como siempre frenar¨ªan antes del choque, el fatalismo de un problema que est¨¢ all¨ª pero que no pudo imaginar que saliera de su ¨¢mbito habitual de confort (que en tiempos de Pujol hab¨ªa tenido retroalimentaci¨®n mutua) Los problemas pol¨ªticos se afrontan pol¨ªticamente, Rajoy se neg¨® a hacer pol¨ªtica, nunca se plante¨® trabajar para construir una mayor¨ªa alternativa en Catalu?a, porque siempre la ha visto como territorio ajeno, y ahora no le queda otra v¨ªa que desplegar la v¨ªa autoritaria, con el traslado a los tribunales del problema que no resolvi¨®. Triste favor a la justicia, cuya imagen saldr¨¢ tocada de esta aventura.
Y lo hace con la ¨²nica estrategia que le queda tras descartar todas las dem¨¢s: buscar la propagaci¨®n del miedo. Llamar a declarar a 720 alcaldes, amenazar a los ciudadanos que formen parte de las mesas electorales y a los que vayan a votar un refer¨¦ndum ilegal, prohibir m¨ªtines, es un intento de socializaci¨®n del p¨¢nico, que no le evitar¨¢ tener que mandar a la polic¨ªa el 1-0. Por su desidia. Los derechos se conquistan colectivamente, pero son siempre individuales. Nadie puede tenerlos por nosotros. De ah¨ª, la sospecha de Yuval Noah Harari, el autor de Homo Deus: Las dictaduras del futuro, alimentadas por una masa de datos, no oprimir¨¢n m¨¢s a los grupos, sino directamente a los individuos de los que se sabr¨¢ todo. Autoritarismo posdemocr¨¢tico es la figura.
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