Yoga bajo los ¨¢rboles
Un profesor ense?a esta t¨¦cnica mental a m¨¢s de 80 alumnos a la vez en el parque del Oeste

Cada ma?ana, Nicanor Fuentetaja se levanta, se tira al suelo y escucha a su cuerpo. Respira, estira y decide qu¨¦ partes necesita restablecer. A las diez y media, de domingo a jueves, acude a los jardines del Templo de Debod e imparte una clase de yoga de una hora y cuarto. A ¨²ltima hora de la tarde, en torno a las siete y media, inicia otra sesi¨®n. Fuentetaja, que se hace conocer como Niki,re¨²ne en sus clases entre 80 y 120 personas diarias durante los meses m¨¢s c¨¢lidos del a?o en sus talleres a cambio de la voluntad. Este verano ha cumplido su cuarto a?o consecutivo. El 1 de octubre terminan las sesiones.
La clase arranca con movimientos pendulares, de relajaci¨®n y de preparaci¨®n. Los participantes acuden con ropa c¨®moda y esterillas, aunque se puede practicar sobre el c¨¦sped. Solo se escucha una fuente del Templo de Debod, los p¨¢jaros y el rumor del tr¨¢fico a lo lejos. A medida que avanza, los estiramientos y las posturas se complican. Los m¨¢s avezados cumplen con placer, los novatos sufren. ¡°Tengo un amigo triatleta al que le supone un desaf¨ªo someterse a estas clases¡±, comenta jocoso el maestro. Sin embargo, lo que busca es que la gente ¡°reconecte consigo misma en un ambiente natural, mediante la respiraci¨®n, el cuerpo y la mente¡±.
Fuentetaja durante tres a?os se form¨® y se sumergi¨® en el mundo del yoga en Tailandia, donde tambi¨¦n se inici¨® en la meditaci¨®n. A su regreso a la capital, comenz¨® a impartir estos talleres que se trasladan a otros espacios en el invierno.
Fuentetaja teme no poder acoger a tanta gente en un espacio p¨²blico. ¡°Los de atr¨¢s ni siquiera me oyen y van fij¨¢ndose en la gente que tienen delante, pero utilizar un micro y altavoz me resultar¨ªa muy artificial¡±, se?ala. El yoga, una disciplina mental, f¨ªsica y espiritual, ¡°ayuda a sobrellevar el estilo de vida de la ciudad¡±, explica.
Al final de cada lecci¨®n, el instructor apoya una caja en el c¨¦sped con caramelos y un bote donde se lee ¡°gracias¡±. Este permanece unos minutos sentando, con las piernas cruzadas, y la mayor¨ªa de los asistentes se acercan para darle algo. ¡°El sistema de pago se basa en la generosidad, inspirado en la gente con la que me form¨¦¡±, cuenta el maestro, que vive de las clases que imparte. Tres d¨ªas a la semana se queda media hora m¨¢s para practicar meditaci¨®n con quien lo desee.
Natalia Elosegui, de San Sebasti¨¢n, practica yoga desde joven y acaba de participar por primera vez en este taller. ¡°Me gusta porque no es muy f¨ªsico y es al aire libre¡±. A Lucrecia Bellido, sevillana, le gustar¨ªa combinarlo con una actividad ¡°m¨¢s aer¨®bica¡±. Las dos chicas hablan sobre lo caro que suele ser: ¡°Es una pena que el yoga se haya convertido en un negocio¡±.
Algo que Fuentetaja descarta por completo. ¡°El principal objetivo de este modelo es que el dinero no impida a nadie venir. Lo m¨¢s importante es que la gente venga si cree que el yoga le va a aportar algo¡±, reflexiona al terminar la clase. El primer fin de semana de noviembre est¨¢ organizando un taller de fin de semana, aunque todav¨ªa no ha cerrado sus planes para el invierno y es posible que se vaya a Asia, aunque tampoco descarta buscar un espacio en Madrid donde proseguir sus ense?anzas.
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