La mediaci¨®n posible
El deber es intentarlo, sabiendo que se requerir¨¢n sacrificios y la incomprensi¨®n de los m¨¢s beligerantes
Desde el punto de vista de la teor¨ªa de la negociaci¨®n, uno de los elementos que sobresalen en el conflicto catal¨¢n es que se han ido simplificando los mensajes a medida que ha crecido la tensi¨®n, hasta caer en la pura guerra de esl¨®ganes. Johan Galtung, el mediador noruego que es un gran conocedor de la historia de Espa?a, sostiene que la sociedad espa?ola no superar¨¢ las secuelas de la guerra civil hasta que la generaci¨®n de los j¨®venes de hoy sean capaces de sentarse y pensar sobre c¨®mo se hubiera podido evitar.
En los ¨²ltimos d¨ªas ha aparecido la palabra ¡°mediaci¨®n¡±, pero tengo la impresi¨®n de que se utiliza como arma arrojadiza y no para conseguir la concordia. Unos y otros la invocan para intentar demostrar que siempre han estado por el di¨¢logo, cuando es evidente que nunca lo han querido. Lo que cada bando quiere, en esencia, es conseguir la rendici¨®n del otro. Trasladado al momento presente, unos proponen como soluci¨®n innegociable el cumplimiento de la ley (dura lex, sed lege) y para los otros la ¨²nica soluci¨®n es la independencia, puesto que ya es tarde para otra alternativa.
?Es posible, en el punto al que se ha llegado en la escalada del conflicto realizar una mediaci¨®n? A pesar de la buena voluntad que subyace en quienes lo proponen, es muy dif¨ªcil. No se dan las condiciones m¨ªnimas para ¡°negociar en positivo¡±, aunque los analistas insisten en que aqu¨ª y ahora todav¨ªa es posible encender la ¡°pipa de la paz¡± antes de que estemos en un callej¨®n sin salida.
?Cu¨¢l es el camino? Fisher y Ury, mediadores en los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto, se?alan que el paso m¨¢s dif¨ªcil es que el de iniciarla de forma discreta. Para ello es necesario un compromiso de ¡°secreto¡± entre las dos partes. Es imposible negociar bajo el foco de las tertulias encendidas con el eslogan ¡°no en mi nombre¡± y de la prensa militante macando cada paso.
El segundo requisito es que no se impongan unas condiciones que ya se sabe que no se van a poder aceptar por el otro. Cada parte puede tener sus posiciones m¨ªnimas muy claras, pero siempre habr¨¢ ocasi¨®n de explicitarlas a lo largo del proceso o, llegado el caso, al final del mismo certificando que no es posible ning¨²n consenso.
El tercer requisito es estar dispuesto a escuchar la narraci¨®n del otro. Es dif¨ªcil cuando se ha demonizado al contrario, se han proferido amenazas verbales y la realidad de los hechos consumados no tiene vuelta atr¨¢s sin consecuencias graves. Por esa raz¨®n es esencial que los l¨ªderes no participen directamente en el proceso negociador. El estilo parlamentario los inhabilita. Deben ser otras personas, negociadores de su absoluta confianza, los que discretamente intervengan en la mediaci¨®n.
En contraste con lo que se manifiesta p¨²blicamente, las ¡°salidas del conflicto¡± no pueden ser nunca condici¨®n b¨¢sica para comenzar a negociar. La soluci¨®n ser¨¢ el resultado de una reflexi¨®n conjunta y respetuosa tras haber sopesado todas las posibles opciones. ?nicamente se lograr¨¢ el acuerdo si existe un reconocimiento mutuo de la legitimidad del otro. La mediaci¨®n es un instrumento alternativo a la lucha por la victoria, puesto que se parte de la base de que el triunfo por la fuerza, o por el mayor poder de una de las partes, significa la derrota y la humillaci¨®n de la otra.
En el contencioso planteado en Catalu?a es realmente dif¨ªcil que se alcance un acuerdo en una mediaci¨®n a la vista del bloqueo rec¨ªproco en las posiciones que nos ha conducido al punto en el que estamos. Pero, aun sabiendo que requerir¨¢ sacrificios personales y la incomprensi¨®n de los sectores m¨¢s beligerantes de una y otra parte, el deber de los dirigentes es intentarlo.
Luego vendr¨¢ probablemente lo m¨¢s dif¨ªcil, la necesidad de que la ciudadan¨ªa tambi¨¦n se reconcilie tras este proceso de "centrifugaci¨®n de las posiciones". Ser¨ªa necesario, como dec¨ªa Johan Galtung, que como ciudadanos del siglo XXI, pudi¨¦ramos mirar hacia atr¨¢s para ver con claridad c¨®mo podr¨ªamos haber evitado todo este cap¨ªtulo, ya tan triste, de nuestra historia colectiva. Para que no se repita.
Pascual Ortu?o es magistrado de la Audiencia de Barcelona y de profesor de Resoluci¨®n Alternativa de Conflictos de la Facultad de Derecho de la Universidad Pompeu Fabra.
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