Esencia y sensibilidad
?Es pedirle peras al olmo que algunos entiendan que Catalu?a tambi¨¦n es una raz¨®n sentimental?
¡°Saber deslindar la catalanidad del catalanismo es una operaci¨®n esencial. Todo el problema depende de esta distinci¨®n, de si se hace o se omite, de si se acepta o se rechaza. (¡) No todos los catalanes son catalanistas. Pero todos, incluso lo m¨¢s encarnizados enemigos del catalanismo, acaban por sentir la catalanidad¡±. Agust¨ª Calvet, Gaziel, marzo 1926. Si casi un siglo despu¨¦s cambiamos catalanismo por independentismo, estamos en las mismas. Las que tambi¨¦n vivimos cuando se intercambi¨® catalanismo por nacionalismo. La catalanidad, la ra¨ªz, la aceptaci¨®n, el sentimiento, la emoci¨®n, la lengua y todo su entramado cultural. Lo que nos motiva cuando nos hieren, lo que revolvi¨® a miles de ciudadanos el 1 de octubre empuj¨¢ndoles a salir a la calle a decir ?basta! a su manera, la manera de la oportunidad negada incluso a quienes unas horas antes no la hab¨ªan contemplado.
La catalanidad que volvi¨® a llenar calles y plazas dos d¨ªas despu¨¦s como protesta por la contundencia contra la protesta. La que sigue provocando que todo ello sea el motivo ¨²nico de conversaci¨®n. Y, a la vez, de lamento, indignaci¨®n, temor y rabia contenidos. La misma rabia que un polic¨ªa nacional me dice que siente porque se niega a ser empujado por el odio. Abandonado a su suerte, se duele tanto de la utilizaci¨®n que ha hecho el gobierno espa?ol del cuerpo al que ¨¦l sirve con orgullo como del olvido del ejecutivo catal¨¢n que nunca le ha reconocido su eficaz labor antiterrorista. En el otro plato, el mosso tambi¨¦n incomprendido por su trabajo ayer vituperado y hoy glorificado por los mismos. Agente que solo quiere ser ¨²til a la sociedad a la que sirve pero que mezquinos intereses le han situado en medio del desaguisado. El uniforme diferente no anula la misma sensaci¨®n. As¨ª estamos. Recogiendo los frutos de tantos desprop¨®sitos acumulados pero, sobre todo, de la catalanidad incomprendida cuando no menospreciada, ridiculizada por intereses partidistas. No hay hechos sin consecuencias aunque estas tarden en cosecharse. Las matr¨ªculas convertidas en demoledora y desoladora iron¨ªa aznariana. Las cu?as en las radios andaluzas contratadas por Javier Arenas insuflando recelos entre familias separadas por la distancia peninsular y el dolor econ¨®mico. Las firmas contra el Estatut jaleadas por Esperanza Aguirre apostada en mesa petitoria del Madrid de su alejado poder¨ªo. La reclamaci¨®n de pacto fiscal avalado por Alicia S¨¢nchez-Camacho en Catalunya y borrado por decreto electoral un lunes por la ma?ana en la reuni¨®n de la ejecutiva popular. ¡°Estoy convencida que el PP ha vendido a sus votantes catalanes para ganar cuota en el resto de Espa?a¡± me lamenta una dama de la zona alta de Barcelona mientras relata con humor obligado que su marido ha salido a votar y se ha sorprendido coincidiendo delante de la urna con la mayor¨ªa de sus vecinos de escalera hasta entonces poco sospechosos de semejante afinidad.
La catalanidad. La que el ejecutivo de Rajoy no ha sabido calibrar porque la meti¨® en el mismo saco del barullo, el ruido y el tumulto que, seg¨²n su gobierno, dominaba a los catalanes. Seres abducidos, seg¨²n el Fiscal general del Estado que sigue ejerciendo su funci¨®n amparado en la legalidad pero sin la legitimidad ni la ¨¦tica que se le deber¨ªa exigir tras ser reprobado por el Congreso por un feo asunto de anticorrupci¨®n. La catalanidad, esa impronta con la que uno nace y otro se hace y que el guerrismo falsamente socialista siempre ha despreciado. Alejados de conceptos tan b¨¢sicos como la inteligencia emocional, ?es pedirle peras al olmo que algunos entiendan que Catalunya tambi¨¦n es una raz¨®n sentimental? Como lo son tantas zonas geogr¨¢ficas como sus habitantes lo reclamen. Si nadie le puede poner puertas al campo, ?qui¨¦n se atreve a mancillar el latido de un coraz¨®n? Por supuesto que en la otra trinchera tambi¨¦n hay quien juega con esta sensibilidad para provecho propio. Y le insufla ¨¦pica a la impotencia y legalidad a la astucia. Insensatez que empuja la divisi¨®n que pretende ignorar la esencia de esa misma catalanidad positiva, constructiva y compartida que, por suerte, defienden incluso quienes cosen las dos banderas para repudiar la violencia. Tambi¨¦n quienes no quieren confundir el leg¨ªtimo proc¨¦s con el err¨®neo procedimiento para aplicarlo. Ante tanto desprop¨®sito conviene recordar la definici¨®n que hace L¨®pez Burniol de la responsabilidad final: es directamente proporcional a la cuota de poder que se administra. Todo dicho. Y escrito.Tambi¨¦n por el mismo Gaziel: ¡°La catalanidad aparece en su profundo sentido, cuando se admite que es un elemento esencial de aquella hermandad ib¨¦rica, diversa y fecunda, que pareci¨® inminente con los Reyes Cat¨®licos pero que luego el destino malogr¨® mediante influencias advenedizas e intereses extra?os de Austrias o de Borbones. Y que hoy sigue siendo la m¨¢s l¨®gica, la m¨¢s bella, la m¨¢s natural¡ y la m¨¢s dif¨ªcil de las quimeras¡±.
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