Efectos secundarios
No olvidemos que todo hecho tiene sus consecuencias. Y que estas nos acecharan como facturas pendientes que dejamos de pagar
Primero fue el aliento contenido. Despu¨¦s el conato de repulsa de los unos contrastando con las caras de alivio de los otros. En pocas horas se invirtieron los t¨¦rminos y se pas¨® a una mustia satisfacci¨®n de un extra?o y pol¨¦mico deber cumplido. Lo reflejaban las tristes expresiones de los protagonistas. Caras apenadas, miradas alica¨ªdas, sonrisas forzadas, gestos de condolencia all¨ª donde los convencidos impacientes esperaban rostros alegres, muestras de contento, emociones positivas y euforia contagiosa. Al final, perplejidad. Y envueltos con este adjetivo estamos mientras asumimos que toda esta trama emocional que ha palpitado intensamente esta ¨²ltima semana se ha venido proyectando durante ¨²ltimos a?os. Porque analizado en perspectiva, ya llevamos mucho tiempo, demasiado tiempo, viviendo peligrosamente. Y no parece que los guionistas de la serie den muestras ni de agotamiento ni de escasez de recursos.
Cosa distinta es que las altas dosis de imaginaci¨®n de los ¨²ltimos cap¨ªtulos hagan sonrojar a una parte sustancial del p¨²blico que observa como grotesco lo que algunos de los actores se esfuerzan en representar como ¨¦pico. Qued¨® escrito en estas p¨¢ginas hace m¨¢s de un mes: estamos en Netflix. Pero ?cuidado!, la cadena acaba de rescindir House of cards usando la excusa del esc¨¢ndalo sexual de Kevin Spacey pero sucumbiendo a la exageraci¨®n imparable de una trama superada por la realidad psicod¨¦lica de Trump. Y del trumpismo entendido como el nuevo paradigma mundial de demagogia, propaganda y enga?o tambi¨¦n hay, y no poco, entre nosotros. El populismo lo invade todo y la capacidad para reconvertir los argumentos contrarios en seductoras interpretaciones a beneficio propio queda a la vista. Se aplica sin piedad. A veces rozando el rid¨ªculo, casi siempre alej¨¢ndose de la l¨®gica elemental. No son tiempos para la raz¨®n, lo son para las v¨ªsceras. Y las elecciones las remover¨¢n m¨¢s porque lejos de ser la soluci¨®n al problema se convertir¨¢n en acopio de argumentos para el relato, los relatos, que tanto desde?o han acumulado y tanta sinraz¨®n ha desprendido. Un remedo de fracaso por falta de pol¨ªtica y un sin¨®nimo de parche por falta de alternativas.
Paralelamente, la vida contin¨²a. Marcada por los acontecimientos, por supuesto, pero mostrando tambi¨¦n im¨¢genes de naturalidad como si de un espejismo se tratara. No olvidemos, no obstante, que todo hecho tiene sus consecuencias. Y que estas nos acecharan como facturas pendientes que dejamos de pagar y que ya no relacionamos con acontecimientos, evaluaciones y posicionamientos entonces comprados. El tiempo, implacable, desenvainar¨¢ su espada justiciera y se cobrar¨¢ su precio mientras una mayor¨ªa desviar¨¢ la mirada y una minor¨ªa actuar¨¢ sin contemplaciones.
Corren aires de venganza que conviene neutralizar. Suenan gritos insurgentes que es preciso acallar. Se apuntan horizontes negativos que se hace imprescindible borrar. Bastantes pruebas de ello llevamos acumuladas. A fuerza de repetir una ficci¨®n se ha conseguido convertirla en realidad. O hacerlo creer. A golpe de insistir en una posibilidad se pretende mostrarla plausible. Hay demasiados v¨ªdeos fraudulentos y mensajes manipulados que lo atestiguan. Sobran testimonios previamente preparados para lanzar primeras piedras que hagan olvidar que nadie est¨¢ exento de culpa. Se han escuchado impertinentes gritos imperativos y declaraciones altisonantes contrarias a unos tan contundentes como descripciones de paisajes impensables y arcadias imposibles.
Todo eso corre el riesgo de ser potenciado por la inevitable campa?a electoral mientras que se intentar¨¢ rebajar su impacto aludiendo a la ret¨®rica habitual de esos ciclos pol¨ªticos. Pero ante el estado de ¨¢nimo de algunos ciudadanos nadie puede hoy asegurar que su efecto sea inocuo. Porque, por un lado el proc¨¦s se confundi¨® con un procedimiento precipitado y atropellado. Y por el otro flanco se minimizaron sus efectos sociales y econ¨®micos. Salt¨® la alarma tarde y mal. Y fue entonces cuando la astucia se convirti¨® en moneda de cambio. Pero ?ay! Incluso en este terreno un estado es m¨¢s eficiente porque tiene muchos m¨¢s recursos y potencial. Y entre astutos anda el juego.
Los efectos de una turbulenta rueda de prensa en Bruselas se neutralizan con las expresiones inadecuadas de la fiscal¨ªa en sus propios documentos. El asombro por el extra?o comportamiento de un govern que proclama una rep¨²blica pero no toma ninguna otra decisi¨®n consecuente se retroalimenta por una asunci¨®n sin complejos de unas elecciones que suponen de facto la aceptaci¨®n de su renuncia. Es cierto que a veces, para avanzar, es imprescindible dar un paso atr¨¢s. Tanto, como que los hechos insisten en demostrarnos que no hay nada que enturbie m¨¢s la eficacia que la prisa.
Seamos positivos y esperemos que los diputados salidos de las urnas reales y legales recuperen las palabras de Heribert Barrera en su toma de posesi¨®n como President de la C¨¢mara Catalana, abril de 1.980: ¡°Es preciso que este Parlament no decepcione a nadie, que todos se sientan aut¨¦nticamente representados y que, trabajando para todos, trabaje, en definitiva, para Catalunya¡±. Am¨¦n.
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