Brossa y los huevos fritos
Sab¨ªa ver el acto po¨¦tico que hab¨ªa en un ¡®striptease¡¯ de Christa Leem
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Un d¨ªa fui a comer con Joan Brossa, al S¨ª Senyor, un restaurante de la calle Mallorca del que ahora apenas queda una destartalada fachada. Y el poeta pidi¨® un huevo frito con patatas. Un austero men¨² que no sorprendi¨® a la gente de la casa, donde Brossa frecuentaba una tertulia. A Llu¨ªs Permanyer le explic¨® que el gusto del huevo ¡°le impresionaba¡±, pero a pesar de que sab¨ªa escamotear cartas... era incapaz de fre¨ªr un huevo. En la cocina, a lo m¨¢s que se atrev¨ªa era a preparar un huevo pasado por agua
Lo he recordado visitando la exposici¨®n del Macba sobre la obra de este gran poeta. En una vitrina, hay un huevo frito que parcialmente cubre una hostia, estableciendo una iconoclasta jerarqu¨ªa. Una pieza, titulada Eclipsi, muy conocida que ya se vio, por ejemplo, en una exposici¨®n en la Carles Tach¨¦ hace cinco a?os. Este octubre, figuraba como poema del mes en la web de la Fundaci¨® Brossa. No parece que esta sea la ¨²nica aparici¨®n del huevo frito en la obra de Brossa. Elvira Lindo, en el preg¨®n de la Merc¨¨ que hizo el 2006, hablando de ¡°el hombre m¨¢s original que he conocido nunca¡±, recordaba que estamp¨® un huevo frito en el pecho de un cocinero a guisa de condecoraci¨®n. De hecho, el huevo frito tiene un cierto predicamento en la l¨ªrica catalana. En las escuelas, por ejemplo, no es extra?o que se propongan ejercicios sobre un poema de Miquel Mart¨ª i Pol que dice: ¡°I un cop cuits, ben presentats, / els ous ferrats,/ se'ls mengen sense ganyotes / fins i tot els desganats¡±.
El d¨ªa que fui a ver la exposici¨®n hab¨ªa un grupo de alumnos del instituto... Joan Brossa. Uno de ellos me explic¨® que lo estudiaban en literatura y, l¨®gicamente, en pl¨¢stica. Se paseaban con una atenci¨®n relativa entre el mont¨®n de piezas y documentos que hay a la primera planta del museo. Yo hab¨ªa ido con Merc¨¨, que hab¨ªa sido muchos a?os profesora de catal¨¢n en un instituto. Y no pudo evitar saber qu¨¦ ve¨ªa aquella juventud en los poemas. Par¨® un chico ante Par¨¨ntesi, que presenta una letra A en la esquina superior izquierda de la obra y una Z en la parte inferior, esbozando una diagonal vac¨ªa de cualquiera otro contenido. El chico, superada la sorpresa por aquella intromisi¨®n, se detuvo, cosa que seguramente no hab¨ªa hecho demasiadas veces en todo el recorrido, y, con un poco de ayuda, dio una interpretaci¨®n totalmente sensata sobre qu¨¦ le estaba proponiendo el poeta. Tan contento estuvo de haber descifrado el poema que le hizo una foto de recuerdo.
Y es que el vanguardista Brossa nunca cultiv¨® el esoterismo estrafalario. Sab¨ªa descubrir el acto po¨¦tico que hab¨ªa en un striptease de Christa Leem o en las pompas de jab¨®n de Pep Bou. Cuando Brossa vio uno de sus espect¨¢culos le coment¨® ¡°no sabes lo que tienes entre manos, la pompa de jab¨®n es el l¨ªquido de los dioses¡±. Tanto se entusiasm¨® que trabaj¨® con ¨¦l en un montaje que, lamentablemente, se estren¨® cuando el poeta ya no estaba.
Le desagradaba que hubiera gente que no sabe qu¨¦ hacer en la vida y cree que mirar la televisi¨®n ya es hacer algo
Recuerdo cuando explicaba con satisfacci¨®n sus sesiones de cine mudo con Antoni T¨¤pies a qui¨¦n hab¨ªa hecho descubrir El ladr¨®n de Bagdad (1924) con Douglas Fairbanks. De hecho, la magia y el cine eran dos de sus pasiones y durante mucho tiempo fue un espectador diario de la Filmoteca, que le tiene un buen memorial. En la sala grande hay una ¨²nica butaca roja y lleva el nombre del poeta. En cambio, ignoraba la televisi¨®n. Manuel Huerga, cuando estaba en BTV, lo invit¨® a una tertulia con comentaristas de la cosa. Despu¨¦s de escucharnos sigui¨® con el convencimiento de que no deb¨ªa tenerla. No la necesitaba y, adem¨¢s, le desagradaba que hubiera gente que no sabe qu¨¦ hacer en la vida y cree que mirar la televisi¨®n ya es hacer algo.
La exposici¨®n te demuestra lo viva que est¨¢ su poes¨ªa. La que hace sonre¨ªr y la que desazona. Un autor a quien, ahora, todo el mundo aplaude pero que en su momento ni Joaquim Molas, ni Josep Maria Castellet ni Joan Triad¨² lo consideraron bastante poeta como para incluirlo en sus antolog¨ªas. Despu¨¦s de ver la exposici¨®n del Macba se puede dar un paseo por la ciudad y contemplar su obra po¨¦tica al aire libre, desde el antifaz de la Rambla o el libro de delante del Comedia (poco afortunado, la verdad) al espl¨¦ndido saltamontes de la fachada del Col.legi de Arquitectes T¨¨cnics. Son de nuestro vecino Joan Brossa.
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