Los ¡®tuits¡¯ censurados de Josep Pla
Aparecen las reflexiones del autor de ¡®El quadern gris¡¯ que el franquismo o el propio escritor ¡®aplazaron¡¯ para un segundo e in¨¦dito volumen de ¡®Notes disperses¡¯
¡°A los 23 a?os de la Guerra Civil ¨Cy esta es una de sus principales amenidades¡ª a¨²n es muy dif¨ªcil aclarar si una persona determinada, situada durante la guerra en esta pen¨ªnsula, fue un traidor o un patriota. Es conocida la palabra de Talleyrand que dec¨ªa hablando de s¨ª mismo: ¡®La traici¨®n es una cuesti¨®n de fechas¡¯. En esta guerra civil espa?ola la traici¨®n o el patriotismo ha sido un problema de situaci¨®n geogr¨¢fica, de personal geograf¨ªa. Es una cuesti¨®n que, comparada con la de Talleyrand, es mucho m¨¢s compleja¡±. Esa reflexi¨®n, como bastantes m¨¢s, la censura no se la dej¨® pasar a un muy desenga?ado y ¨¢cido Josep Pla en febrero de 1969. M¨¢s o menos, tanto ¨¦l como su editor, Josep Verg¨¦s, ya contaban con ello. Por eso, los aforismos, microensayos, reflexiones pol¨ªticas, flashes familiares o notas de lectura que ya intu¨ªan delicados, am¨¦n de por un tema cronol¨®gico (quer¨ªan agrupar las de los a?os 50 y 60), los fueron desviando hacia un ya previsto en 1965 segundo volumen tras el de Notes disperses que aparecer¨ªa ese mismo 1969 en el marco de sus obras completas. Pero aquel otro nunca lo hizo. Un laborioso trabajo de Francesc Montero, de la C¨¢tedra Josep Pla, en los fondos de la fundaci¨®n del escritor ampurdan¨¦s, permite recuperar ahora parte del volumen nonato en Fer-se totes les il¡¤lusions possibles (Destino, en catal¨¢n y castellano).
Notes disperses. Vol. II era el ep¨ªgrafe de la carpeta con los textos mecanografiados que nutren el volumen, complementados con el contenido de una segunda con cerca de otro centenar, una tercera con algunos manuscritos de cuartillas y papeles de diversos tama?os sueltos y dos libretas de contabilidad garabateadas, algo muy planiano. ¡°Nos encontramos, desde la muerte de Pla, mayormente ante el primer texto dejado ya con voluntad de ser publicado¡±, afirma Montero, contraponi¨¦ndolo al jugoso libro aparecido hace tres a?os, La vida lenta, que recog¨ªa apenas apuntes en libretas, de diarios de los a?os 1956, 1957 y 1964.
Cronol¨®gicamente, ambos textos est¨¢n muy cerca y, claro, Pla es, esencialmente, el mismo: un c¨¢ustico antirrom¨¢ntico, profundamente descre¨ªdo y desenga?ado, hastiado del franquismo y su huella en la Espa?a gris marengo de los 50 y principios de los 60. Sin pelos en la pluma, y con frases de brevedad y contundencia hoy propia del tuit, un repaso a su contenido certifica su singular capacidad de mezcolanza entre cultura, sagacidad y sulf¨²rica iron¨ªa.
¡°Enfermedad nacional¡± catalana y ¡°embalse de mierda¡± espa?ola. ¡°El subconsciente catal¨¢n se encuentra en el ambiente castellano y andaluz desplazado y absolutamente forastero¡±, afirma Pla, lo que genera en el catal¨¢n ¡°un sentimiento de inferioridad permanente¡± y le deja ¡°psicol¨®gicamente colgado en el aire¡±. Eso es fruto de que, en los tres ¨²ltimos siglos, Espa?a ha hecho ¡°un largo esfuerzo por desarraigar al catal¨¢n de su autenticidad, de su propia manera de ser¡±, generando ¡°mucho da?o al alma y al esp¨ªritu del pa¨ªs¡±, lo que se ha traducido en ¡°el drama¡± de que ¡°el catal¨¢n de hoy tiene miedo de ser el mismo¡±; aunque tiene otro m¨¢s grave: ¡°No puede dejar de ser lo que es¡±. Todo ello, pespunteado por observaciones sociohist¨®ricas, es lo que Pla diagnostica como ¡°enfermedad nacional¡± catalana. Son los textos m¨¢s largos y elaborados del libro, impregnado de duras cr¨ªticas al ¡°r¨¦gimen de abyecci¨®n¡± de Franco, una ¡°invasi¨®n de pendejer¨ªa¡±, ¡°un sistema dictatorial monol¨ªtico castellano, copiado del nacionalsocialismo alem¨¢n¡±. Pla lo culmina en la frase: ¡°Espa?a es un embalse de mierda de unas proporciones generales fant¨¢sticas¡±. A modo de tuit puro avant la lettre, afirma en una entrada: ¡°Se puede conquistar con un arrebato. Colonizar implica inteligencia, Espa?a¡±. Tambi¨¦n hay autocr¨ªtica: a pesar de tender a la conciliaci¨®n y al acuerdo, lo que le lleva a ser ¡°un europeo puro¡±, el catal¨¢n es ¡°un pueblo llor¨®n, nunca est¨¢ contento¡±.
Un pa¨ªs de frailes y de latrocinios. Espa?a, y Catalu?a en particular, ¡°es un pa¨ªs que ha sido siempre susceptible de producir frailes y capellanes con gran facilidad¡± y ¡°una masa flotante de laicos enamorados del estado eclesi¨¢stico que no han rematado su vocaci¨®n esencial¡±, lanza socarr¨®n Pla, que carga con dureza tambi¨¦n sobre la Iglesia y su gran herramienta, la educaci¨®n, cuya finalidad es ¡°mantener vivo el sentimiento de la diferencia de clases; dar al rico la sensaci¨®n de que son diferentes¡±. El Ej¨¦rcito (¡°un ej¨¦rcito de guerra civil, con el matiz concreto de guerra social¡±) es ¡°la garant¨ªa de esas diferencias¡±. El alcoholismo del cura de Regenc¨®s, encubierto por favores al obispo durante la guerra, y la petici¨®n de Carmen Polo de Franco al obispo Jubany para que haga la vista gorda con el demonio del turismo en Girona le sirven para demostrar los v¨ªnculos entre Estado e Iglesia, en especial con el Opus Dei, que ¡°ahoga los esc¨¢ndalos¡±, en especial los econ¨®micos. En esa l¨ªnea, cree que la crisis de ese a?o (1959) no afectar¨¢ al dictador y entiende que Manuel Ort¨ªnez (sin bien le choca que un antifranquista colabore con el r¨¦gimen) y Pere Duran Farell, por su capacidad de hacer pol¨ªtica desde la econom¨ªa, son en 1964, ¡°los hombres m¨¢s importantes del pa¨ªs¡± en ¡°estos a?os de latrocinio nacional y delirante. Oficial, bendecido, y, si no aceptado, consentido por la clase por definici¨®n moral¡±.
El paso de la vida incomprensible. Si algo destilan las notas dispersas es un desencanto may¨²sculo de Pla con la vida. Con toda. ¡°Nada me hace ilusi¨®n; el ideal consiste en hacerse todas las ilusiones posibles y no creer en ninguna. Decepcionante, deprimente, pero ?qu¨¦ quiere hacerle?¡±. Lo dice hasta en poes¨ªa: ¡°La vida fue pasando imperceptible. / No comprend¨ª nada. ?Qui¨¦n comprende este mundo?¡±. Para explicarlos, pone al pie: ¡°Los a?os no traen consejo, ni calman, ni representan nada m¨¢s que una propensi¨®n a la autodestrucci¨®n¡±. Esa inmolaci¨®n tambi¨¦n ha pasado, en su caso, por el abuso del alcohol. ¡°Es muy productivo, pero hace un da?o terrible, devasta a la gente. Lo s¨¦ por experiencia. La guerra civil y el franquismo han sido fatales en este sentido. Ha sido un r¨¦gimen de jesuitas y de capellanes abstemios, in¨²tiles y fan¨¢ticos, con todos los productos del puritanismo¡±. Un hombre que, a sus entonces 67 a?os, admite que ¡°nunca¡± ha tenido ¡°una impresi¨®n profunda¡± pero que ¡°El cant dels ocells me ha hecho llorar¡±, que ¡°la felicidad no es m¨¢s que una decepci¨®n razonable, pensada¡± o que lo que genera desconfianza en la vida es que ¡°cualquier hombre o mujer normal puede convertirse en un rufi¨¢n¡±, desmiente diversas veces que sea ¡°un c¨ªnico, crudo¡±, sino que es m¨¢s bien ¡°un candoroso recalcitrante¡±. Se ha de desconfiar de todo, dice. Pero la desconfianza ¡°no se ha de demostrar nunca; es una posici¨®n particular y reservada¡±.
Dos placeres: literatura y sexo. Lector compulsivo, siguiendo los comentarios de Pla uno podr¨ªa construirse una biblioteca sin par. De nivel. Lector en franc¨¦s y, al parecer, tambi¨¦n en ingl¨¦s (recibe una suscripci¨®n de The New Yorker, ¡°la revista m¨¢s interesante del mundo¡±, y hace referencias a libros le¨ªdos en esa lengua), Plat¨®n, Spinoza y Rousseau son lecturas recurrentes desde que ten¨ªa 20 a?os. Josep Carner, sin embargo, es quien queda mejor parado: pide el Nobel para ¨¦l y no puede entender que tenga ¡°las entradas y salidas de este pa¨ªs cerradas, porque en este mundo todo tiene un l¨ªmite. En este pa¨ªs donde hay tan poca gente, Carner nos es necesario (¡) S¨®lo hay dificultades y todo parece dominado por la estupidez¡±.
Joan Coromines y su labor con los diccionarios es ¡°una de aquellas noticias que permiten la ilusi¨®n de alguna esperanza¡±; le gusta su rigor como le gusta ¡°la plasticidad¡± y el ¡°realismo¡± de Gonzalo de Berceo, a pesar de que ¡°el castellano es un idioma magn¨ªfico para cuando no se tiene raz¨®n¡±, mientras que Lorca ¡°s¨®lo est¨¢ dotado para la poes¨ªa¡±. Tambi¨¦n lo est¨¢, y mucho, para el g¨¦nero Josep Maria de Sagarra, autor de los ¡°t¨¦cnicamente m¨¢s perfectos¡±, seg¨²n le atribuye al mismo autor, versos ¡°Al carrer de Ferlandina / una puta em digu¨¦: vine!¡±. La referencia er¨®tica no es balad¨ª: es habitual en el libro de un Pla que cuando sale de su mas¨ªa en el Empord¨¤ ve mucha extranjera, eso es ¡°mucho muslo aprovechable¡±. Con alg¨²n deje mis¨®gino (la ¡°llamarada¡± de las chicas de 16 y 17 a?os se arreglaba con ¡°un poco de manoseo disimulado¡±), recuerda la ¡°sensualidad persistente¡± de sus justo 20 a?os, en los que ¡°corr¨ªa todo el d¨ªa con la polla bajo el brazo, ?qu¨¦ tragedia!¡±. A¨²n mantiene con su antigua amante Aurora una correspondencia pornogr¨¢fica porque ¡°las perversidades er¨®ticas son inevitables. Como todas las perversidades¡±.
En cualquier caso, a pesar de mostrarse iconoclasta y refractario, defiende Pla que ¡°sin un punto de pasi¨®n, peque?o o grande, una sombra de fe, el mal de este mundo es insoportable, y no se llega nunca hacer nada¡±. Fer-se totes les il¡¤lusions posibles, a pesar del t¨ªtulo, demuestra que ¨¦l ten¨ªa ese punto o le acechaba esa sombra.
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