Extra?a ciudad entra?able
El autor se sorprende con los enormes contrastres y contradicciones de la capital de Espa?a
Extra?a ciudad, iluminada por las fiestas, que reduce la cintura de su Gran V¨ªa al reducir como en cors¨¦ los carriles de su circulaci¨®n sangu¨ªnea; extra?a capital de una piel de toro extendida sobre varias lenguas, rompeolas de todas las Espa?as que caben en la palma de la mano de quien sue?a que camina por Recoletos hacia el encuentro de un recuerdo intacto y extra?a villa entra?able que se cobija por las ma?anas con un vaho comunitario de calorcitos de cafet¨ªn con fr¨ªos de la madrugada que se extiende en la desma?ada mirada del quiosquero que recibe los primeros ejemplares de un diario reci¨¦n horneado.
Extra?a metr¨®polis que se maquilla de noche entre las esferas luminosas de los ni?os que sue?an con la llegada de tres reyes sabios y entra?able ciudad de las calles estrechas y tejados ocres, helados por los versos de los poetas que vuelven por estas fechas como fantasmas en busca de una colaci¨®n que los alivie del olvido. Entra?able partitura de una ciudad intemporal que se atasca con las falsas rebajas de tantas compras obligatorias cuando en realidad basta un mazap¨¢n compartido y un abrazo a la mitad del paso de cebra para sellar otro a?o de buenos deseos. Extra?a Espa?a entra?able de quienes se desean los mejores futuros posibles al margen de la enga?osa verborrea de los pol¨ªticos y la falsa utop¨ªa de los legionarios belgas, Espa?a extra?a que a veces opta por olvidar los villancicos por las canciones de navidades inglesas y entra?able parcela de inmensa geograf¨ªa alfombrada de pin¨¢ceas y madro?os que extienden sus ramas como dedos hasta tocar los enredados nudos de los ¨¢rboles en Burgos o las palmeras que se carcajean en Alicante a la vera del mar y Madrid cacariza con las aceras de cuadritos y callejones que se funden en un punto de fuga a pocas calles donde una luz parece iluminar como vela el mon¨®logo del insomne que la recorre a miles de kil¨®metros de distancia, en otro fr¨ªo y a tantas millas n¨¢uticas sobre el inmenso oc¨¦ano que parece reptar hacia Madrid cuando le llaman Tajo en Toledo como arruga en las manos de quien la busca desde lejos en los edificios que se le parecen y en las postales acuareleables de la memoria m¨¢s ¨ªntima.
Madrid entra?able que se te extra?a en el habla de las aves que amanecen confundidas en las plazas y en los viejos bulevares en sepia; en las prisas por encontrar la cuadratura de un obsequio secreto o la l¨ªnea de prosa helada con la que alguien intenta recordarle al mundo que se vive Madrid de lejos, incluso en las noches de pesados acentos ajenos cuando los p¨¢rpados se velan como telones para que nadie olvida que Madrid es una entra?able ciudad que se extra?a.
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