Entre Lynch y Robespierre
La presidenta regional, del Partido Popular, explica las razones que llevan a su partido a plantearse abandonar la Comisi¨®n de Investigaci¨®n de la Corrupci¨®n de la Asamblea de Madrid
Si existe una palabra que, por encima de ninguna otra, define la esencia de la democracia, esa palabra es respeto. Una expresi¨®n que concentra valores irrenunciables, porque solo desde el respeto al otro se puede cimentar la convivencia en paz y en libertad.
El respeto es importante en todos los ¨®rdenes de la vida. Pero lo es m¨¢s a¨²n en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica, que se configura como un espejo en el que se miran los ciudadanos, y que muchas veces sirve de pauta de conducta para su vida cotidiana.
Asistimos, sin embargo, con demasiada frecuencia, yo dir¨ªa casi que con habitualidad, a actuaciones pol¨ªticas que se convierten en paradigma de la falta de respeto hacia el adversario, utilizando con largura descalificaciones que convierten al otro en enemigo a batir.
Pleno a pleno, y una comisi¨®n detr¨¢s de otra, la Asamblea de Madrid se configura con demasiada frecuencia en el referente de la falta de respeto y, en definitiva, de lo que no debe ser la actividad parlamentaria. Un fen¨®meno reprochable que llega a su culmen si de lo que hablamos es de una Comisi¨®n de Investigaci¨®n.
El ejemplo m¨¢s reciente lo tuvimos el pasado viernes en la comisi¨®n de investigaci¨®n en torno al Canal de Isabel II, en la que comparecieron pol¨ªticos que desempe?aron hace algunos a?os responsabilidades en el Gobierno de la Comunidad de Madrid y en el propio Canal.
Lo que pudo verse y escucharse en esta comisi¨®n a trav¨¦s de las intervenciones de alg¨²n partido de los que dicen representar la nueva pol¨ªtica, y s¨ª, me estoy refiriendo a Podemos, no fue una bater¨ªa de preguntas m¨¢s o menos incisivas, sino una sucesi¨®n de insultos y descalificaciones impropios en cualquier lugar, pero m¨¢s a¨²n en la C¨¢mara que representa a todos los madrile?os.
Una vez m¨¢s, se puso de relieve que la verdad no importa, y su b¨²squeda, todav¨ªa menos, porque Podemos convirti¨® la comisi¨®n de investigaci¨®n, de nuevo, en una comisi¨®n de inquisici¨®n, donde los argumentos de los comparecientes no se desvirt¨²an con fundamentos, sino con descalificaciones que bordean la injuria y la calumnia, cuando no incurren con profusi¨®n en ambas.
No es, lamentablemente, la primera vez que esto ocurre, tanto en el Parlamento regional, como en el Parlamento nacional, donde la b¨²squeda de la verdad ha sucumbido ante la consigna de sus m¨¢ximos dirigentes de moverse dentro del ¡°marketing, marketing, marketing¡±. A eso parece haberse reducido la pol¨ªtica de los que nacieron nada menos que con la ambici¨®n de conquistar los cielos, y no han sido a¨²n capaces ni de subir el primer pelda?o.
Algunos de los comparecientes el viernes ante la comisi¨®n de investigaci¨®n de la Asamblea comprobaron en sus propias carnes que lo que se pretend¨ªa no era esclarecer unos hechos, sino juzgarles y condenarles por la v¨ªa sumar¨ªsima, de la mano de la diputada de un partido como Podemos, que solo sabe navegar entre los planteamientos sumar¨ªsimos de Charles Lynch y de Robespierre. Susto o muerte.
Es precisamente este partido el m¨¢s dado a hablar de la necesidad de regenerar la democracia, y eso es algo en lo que todos estamos de acuerdo. Pero esa regeneraci¨®n y esa lucha no debe limitarse a combatir conductas relacionadas con la corrupci¨®n econ¨®mica, sino tambi¨¦n a erradicar aquellas conductas que corrompen la ¨¦tica de la democracia, desvirtuando con prop¨®sitos espurios el esp¨ªritu de las instituciones parlamentarias. Porque tanto da?o hace una conducta como la otra, y ambas son corrupci¨®n.
El espect¨¢culo que vivimos en la ¨²ltima comisi¨®n de investigaci¨®n no es ¨²nico ni aislado, y precisamente por ello, no debemos permanecer impasibles, porque mirar hacia otro lado, mantenernos pasivos ante estas reprochables conductas, le hace un flaco favor a la democracia.
Una comisi¨®n de investigaci¨®n y un tribunal tienen entre s¨ª diferencias sustanciales, pero comparten la esencia, que es la b¨²squeda de la verdad. Y si eso es as¨ª, ?alguien puede imaginar que un imputado, un testigo, un perito, o cualquier compareciente ante un juzgado fuera recibido a golpe de insultos, descalificaciones, y verdades a medias convertidas en verdades absolutas, para mayor gloria del juez de turno? No, nadie lo puede imaginar.
Precisamente por ello, se impone una profunda reflexi¨®n sobre el funcionamiento de las comisiones de investigaci¨®n, y sobre la vida parlamentaria en general, para que dentro de las diferencias ideol¨®gicas, de la rivalidad pol¨ªtica, y del enfrentamiento dial¨¦ctico, prime la tolerancia que debe servir de referente a los ciudadanos representados en los parlamentos.
La defensa de la democracia y de sus valores requiere por parte de los partidos pol¨ªticos de un pacto por el respeto, si queremos evitar el creciente deterioro del sistema democr¨¢tico y el descr¨¦dito progresivo de los partidos. Porque las conductas reprochables son aisladas, pero la descalificaci¨®n alcanza al conjunto de los representantes pol¨ªticos.
Por nuestra parte, el Grupo Parlamentario del Partido Popular en la Asamblea de Madrid, nos estamos planteando abandonar la Comisi¨®n de Investigaci¨®n sobre Corrupci¨®n del Parlamento regional mientras no responda a sus verdaderos fines, y solo sea el instrumento para facilitar un linchamiento verbal, que los comparecientes no est¨¢n obligados a soportar, y los grupos pol¨ªticos, con su presencia y participaci¨®n, no pueden ni deben legitimar.
Cristina Cifuentes es presidenta de la Comunidad de Madrid.
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