Muchos hijos, un mono y el castillo de Perafita
La an¨®nima fortaleza que aparece en el documental de Gustavo Salmer¨®n est¨¢ en el Llu?an¨¨s
En Perafita tenemos un castillo y no sabemos qu¨¦ hacer con ¨¦l, seguramente porque no somos caprichosos ni tenemos dinero, faltos tambi¨¦n a menudo de ambici¨®n, conformes con ver la vida pasar sin que se hable ni bien ni mal de nosotros, siempre dignos en cualquier caso de una comarca que tampoco consigue ser reconocida como tal, mande Pujol, Mas, Puigdemont o el art¨ªculo 155 de Rajoy; el noble, sereno y bello Llu?an¨¨s nunca deja de ser una postal en el enrevesado mapa de Catalu?a.
No es que el castillo sea del pueblo sino que pasa de mano en mano y de banco en banco sin que se sepa muy bien a quien pertenece y a quien le importa, an¨®nimo incluso en los momentos de mayor gloria, que han sido muchos, el ¨²ltimo especialmente interesante por el ¨¦xito que ha tenido el documental Muchos hijos, un mono y un castillo de Gustavo Salmer¨®n. Aunque no se cite ni se nombre, o al menos yo no lo haya visto ni escuchado, el castillo en cuesti¨®n es el de Perafita.
No ser¨ªa intenci¨®n del director localizar los pueblos y las ciudades en que se ha rodado la pel¨ªcula; generaliza en las letras de cr¨¦dito sobre las capitales de provincia y se refiere a los lugares comunes de la familia Salmer¨®n. El film gira alrededor de la vida de Julita, de su patio, de su comedor, de su cama, de su bel¨¦n, de sus trastos, y naturalmente de sus hijos y de su marido -y de su f¨¢brica-, de manera que la calle, la plaza, la carretera o el pueblo, solo son caminos que van al encuentro de Julia.
La cinta es una delicia, ha recibido cr¨ªticas muy elogiosas y fue premiada en festivales como el de Karlovy Vary. El p¨²blico se r¨ªe a gusto sin parar hasta el punto que funciona como terapia contra el mal humor y permite discutir sobre el s¨ªndrome de Di¨®genes. As¨ª que habr¨ªa sido estupendo que de alguna manera se hubiera sabido que el castillo de Julita es el de Perafita. A la gente de pueblo le gustan determinados gui?os aunque est¨¦n fuera de gui¨®n de una pel¨ªcula tan buena como la de Salmer¨®n.
La familia de Julita no fue precisamente extra?a a Perafita. Acud¨ªa a veces a misa, alternaba con los parroquianos y se sabe que celebr¨® hasta dos bodas, una en la iglesia de Sant Pere, tan pomposa que alg¨²n plebeyo inmortal la compar¨® con la de Maria Antonieta, y una segunda civil en el mismo castillo, m¨¢s popular y oficiada por el alcalde Ramon Casals. Los Salmer¨®n invirtieron muchos millones en el castillo de Julita hasta que por efectos de la crisis volvi¨® a ser el castillo de Perafita.
El castillo se compra y se vende, se levanta y se arruina, cambia de acreedor, hoy a?orado del caos de Julita. Ahora se supone que est¨¢ en manos de una entidad financiera y, por tanto, es publicitado por las inmobiliarias y silenciado por los hipotecados, de nuevo en el escaparate, a tiro de ricos o caprichosos o qui¨¦n sabe si alquilable por alguna productora musical o cinematogr¨¢fica, dif¨ªcilmente de una administraci¨®n, ni siquiera la municipal porque los euros no sobran en Perafita.
Quien m¨¢s quien menos en el pueblo ha estado en el castillo, en funci¨®n de las necesidades o de la generosidad de cada due?o, y podr¨ªa hacer un inventario de sensaciones m¨¢s que de bienes, tan variables como los spots o programas grabados por televisiones como La Sexta. Antes de Julita, fue propiedad de Vall¨¦s i Tusset, un entra?able y acreditado pintor paisajista, y previamente estuvo en manos de los Torras-Vaixeres. As¨ª se acredita en el libro Historia de Perafita, de Gonzalo Costa.
Me acuerdo porque un a?o nos invitaron a escolares del pueblo a pasar el dijous gras. No paramos de jugar en el bosque de hayas que rodea a la fortaleza, tal que fu¨¦ramos los protagonistas de una pel¨ªcula medieval, caballeros con espadas de madera en busca de la princesa escondida en un jard¨ªn se?orial precioso, presidido por una glorieta y un puente levantado sobre un riachuelo que se supon¨ªa alimentaba a un estanque seco, un fotograma m¨¢s de lo que pudo ser el castillo y Perafita.
Hab¨ªa que poner mucha imaginaci¨®n para recrear el fort¨ªn que fue en 1885. La capilla de la Pur¨ªsima Concepci¨®n era tan aparente como m¨¢s disimulada quedaba una pista de front¨®n y la piscina, m¨¢s visibles en cualquier caso que las 12 habitaciones repartidas en un edificio de planta baja y dos pisos, repleto de pinturas y esculturas, distinguido con una biblioteca, un piano de cola, una l¨¢mpara con 365 bombillas y rematado con una sala de armas y su escudo con una cruz de la orden de Jerusal¨¦n.
La tradici¨®n oral, y por supuesto la leyenda, se impone todav¨ªa sobre la investigaci¨®n emprendida por el perseverante Costa y el grupo de memoria de Perafita que lidera Ramon Gabarr¨®s. No es f¨¢cil reconstruir la historia de un castillo reformado a partir de las apetencias de cada propietario desde que fue levantado sobre la que se supone fue la casa de Jaume Puig i Beul¨®, conocido como Jaume Puig de Perafita (1638-1714), protagonista destacado en la Guerra de Sucesi¨®n.
Puig, y tambi¨¦n sus hijos Francesc y Antoni, fue uno de los firmantes del Pacte dels Vigatans, que desencaden¨® el Tratado de G¨¦nova. Muri¨® el 11 de septiembre de 1714 en la defensa de la Pla de Palau de Barcelona. La represalia borb¨®nica no par¨® hasta quemar la que era su casa, el Mas Puig o antigua casa de los Puig, documentada desde el siglo XIII. El mismo sitio sobre el que a?os despu¨¦s se construy¨® el castillo o el Castellnou, un ch?teau para mayor escarnio de Jaume Puig.
Hay quien sostiene que fue levantado por un general de Napole¨®n. La mayor¨ªa solo consigna el estilo afrancesado del palacio, con muros y torres almenadas, tejados en punta, elementos neog¨®ticos y aposentos espl¨¦ndidos que fueron utilizados por Alfonso XIII. Hay una alcoba en la que se supone dorm¨ªa el rey cuando iba de caza por Perafita. Ante la dificultad para certificar tantos episodios, cualquier aventura queda bien en las promociones para atraer a compradores como Julita.
¡°?Por favor, cuidarlo? Era mi amor pero me echaron¡±. El legado del marido de Julita invitaba m¨¢s a la reflexi¨®n que al recuento sobre qu¨¦ queda de aquella majestuosa residencia del siglo XIX que cada uno ha reformado a su manera, de acuerdo a su liturgia, ninguna tan personal y cierta como la de la familia Salmer¨®n, todas v¨ªctimas del incendiado Mas Puig.
A la espera de una nueva ama de llaves, vuelve a ser el castillo de Perafita, a secas, como si fuera de todos y de nadie, igual de an¨®nimo y querido que el Llu?an¨¨s, una comarca como Dios manda, diga lo que diga la ley.
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