Tiempo para rectificar
Asumido el fracaso de la v¨ªa unilateral, el soberanismo necesita ahora tiempo para revisar sus postulados
Quienes pensaban que las elecciones del 21-D iban a brindar la oportunidad de salir del bucle en el que se ha metido la pol¨ªtica catalana comienzan a desesperarse. Como el h¨¢mster que no deja de dar vueltas a la rueda, parece que no hay manera de salir de la din¨¢mica de argucias e interpretaciones forzadas de la ley por un lado, y del inmovilismo y la judicializaci¨®n extrema de la pol¨ªtica por el otro.
A pocos d¨ªas de que se constituya el nuevo Parlamento catal¨¢n, aparentemente estamos donde lo dejamos antes de las elecciones. Pero no es as¨ª. El bloque soberanista ha demostrado que mantiene intactos sus apoyos electorales y dispone de una mayor¨ªa parlamentaria suficiente para formar gobierno, pero por segunda vez ha confirmado que le falta fuerza para imponer ni siquiera una negociaci¨®n a la otra parte. Los constitucionalistas, por su parte, ya saben d¨®nde est¨¢ de momento su l¨ªmite: en una contienda electoral con la m¨¢xima participaci¨®n, han quedado lejos de la mayor¨ªa necesaria para poder gobernar en Catalu?a suponiendo que las diferencias ideol¨®gicas les permitieran hacerlo.
Ser¨ªan dos impotencias condenadas a entenderse si no fuera porque la partida no se juega en realidad en el escenario catal¨¢n. La partida tiene ahora un actor principal, los poderes del Estado, cuyos gestores han recuperado la iniciativa y creen que la estrategia de polarizaci¨®n social y persecuci¨®n implacable acabar¨¢ dando frutos. Han olido las hormonas del miedo en las deserciones de los ¨²ltimos d¨ªas en las filas soberanistas y se disponen a estrechar el cerco con nuevas imputaciones, nuevas detenciones, nuevos ahogos financieros y nuevos obst¨¢culos a que la mayor¨ªa que ha ganado las elecciones pueda gobernar. Conf¨ªan en que las dificultades ahonden la fractura interna y el temor a represalias acabe desmembrando lo que queda de liderazgo.
Asumido el fracaso de la v¨ªa unilateral que tantos hab¨ªan pronosticado, el soberanismo necesita ahora tiempo para recomponerse. Rectificar no es f¨¢cil, sobre todo cuando hay tanto en juego y se ha puesto tanta carne en el asador. Y hacerlo sin autolesionarse, a¨²n m¨¢s. Pero sus dirigentes m¨¢s l¨²cidos saben que este es el siguiente paso a dar. El problema es c¨®mo pasar de las intenciones a los hechos cuando la inercia es tan poderosa y la presi¨®n de los adversarios no deja margen de maniobra.
Por eso se le ve desorientado y confundido por las propias contradicciones. La insistencia de Carles Puigdemont en encarnar la legitimidad institucional anterior a la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 es contradictoria con el hecho de haber participado y ganado las elecciones convocadas al amparo de ese art¨ªculo. Si se acepta la nueva legitimidad, se acepta la caducidad de la anterior. Solo una carambola dial¨¦ctica permite esgrimir ambos argumentos a la vez.
Se da la paradoja de que la parte que hace dos meses aparec¨ªa como la m¨¢s sensata y realista, Puigdemont y su entorno m¨¢s pr¨®ximo, es ahora la m¨¢s alejada de la realidad. Hubo un momento en que todo hubiera podido cambiar para bien: el momento en que el presidente decidi¨® convocar elecciones auton¨®micas para evitar la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n. Pero entonces fueron Esquerra y sus dirigentes m¨¢s radicales quienes, con presiones y amenazadas, abortaron la convocatoria. Ahora es Esquerra quien se muestra reticente a una interpretaci¨®n forzada del reglamento del Parlament que permita la investidura telem¨¢tica o por delegaci¨®n de Puigdemont.
Se impone una rectificaci¨®n, pero parece que no hay ni espacio ni tiempo para que tome cuerpo pol¨ªtico. Se est¨¢ haciendo en parte por la v¨ªa judicial, a trav¨¦s de declaraciones ante el juez en las que se acata expresamente la legalidad y se renuncia a la v¨ªa unilateral, pero en el plano pol¨ªtico se guarda silencio sobre unos errores que todos, excepto la CUP, parecen haber asumido pero nadie quiere airear.
Los procesos judiciales en marcha no ayudan a la normalizaci¨®n pol¨ªtica. Ahora, el Gobierno de Mariano Rajoy ha de decidir si contin¨²a apretando con las poderosas armas del Estado para asfixiar al soberanismo a costa de la inestabilidad en Catalu?a, o facilita que se forme gobierno y las cosas vuelvan poco a poco a un cauce m¨¢s previsible. Tanto los actores pol¨ªticos como la ciudadan¨ªa est¨¢n cansados de un escenario dominado por la incertidumbre. Pero la pugna que se ha desatado en el resto de Espa?a entre Ciudadanos y el Partido Popular por la hegemon¨ªa del espacio de la derecha no facilita tampoco un cambio de estrategia en Catalu?a.
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