Adamo elevado a los altares
El cantante italo-belga triunfa en un repleto Palau de la M¨²sica
Existen ritos religiosos que han pervivido incluso a las propias creencias que los erigieron. Otros se han instaurado de tal manera en la sociedad que son celebrados por todo tipo de creyentes, paganos, fetichistas e incluso ateos. Pensemos en la Navidad, en la Semana Santa, en el puente de la Constituci¨®n o en la devoci¨®n a Salvatore Adamo (no por lo de Salvatore sino por lo de Adamo a secas). Si los tres primeros ejemplos tienen (m¨¢s o menos) una fecha fija de celebraci¨®n, el cuarto oscila en el calendario pero tampoco falla: una vez al a?o la figura del italo-belga es venerada como se merece (realmente se lo merece) en alguno de nuestros locales p¨²blicos, a ser posible el Palau que tambi¨¦n es santo de devoci¨®n popular.
Este a?o la celebraci¨®n lleg¨® temprana y el pasado s¨¢bado se reunieron en el sanctasanct¨®rum del sinfonismo catal¨¢n unos dos mil devotos (m¨¢s devotas que devotos) dispuestos a celebrar por todo lo alto la festividad. Y la ceremonia religiosa transcurri¨® no solo como pod¨ªa esperarse sino bastante mejor de lo que los 74 a?os del ¨ªdolo/oficiante pod¨ªan presagiar.
Comenz¨® con una declaraci¨®n de intenciones, Es mi vida, y concluy¨® en las ¨²ltimas canciones con un abigarrado grupo de sesentones apretujados ante el escenario (ni los acomodadores pudieron devolverlos a sus asientos) blandiendo sus tel¨¦fonos m¨®viles para inmortalizar el momento (cualquier organizador de conciertos para fans quincea?eras pagar¨ªa por un final as¨ª). Y en ese momento son¨®, no pod¨ªa ser de otra manera: Mi gran noche. Un final tan natural como deseado, disfrutado, que fue precedido por las palabras de Mart¨ªn P¨¦rez, director del Festival del Mil.lenni, que salt¨® desde su palco para contratar all¨ª sobre el escenario a Adamo para el pr¨®ximo a?o, ?claro que s¨ª!
Hab¨ªan transcurrido dos horas y media en un puro clamor. Una de nuestras cantautoras de primera fila, que no se hab¨ªa cortado ni un pelo en lo de aplaudir, cantar y agitar brazos, se confesaba: ¡°Es la primera vez que le ve¨ªa y no lo sab¨ªa pero ?conoc¨ªa todas las canciones!¡±. Ella y todos en el Palau y las cantaron con Adamo en ese castellano tan peculiar suyo en el que los acentos han perdido toda su hegemon¨ªa ling¨¹¨ªstica.
No falt¨® nada. Desde todas las canciones que pod¨ªan esperarse (de ¡°lindos recuerdos¡± las tild¨® el cantautor: Un mech¨®n de tu cabello, En mi canasta, Vous permetiez monsieur, Mis manos en tu cintura, La noche, En bandolera, ... ) hasta la ritual entrega de ramos de flores a cargo de las devotas m¨¢s devotas que Adamo fue recogiendo con una sonrisa de gratitud y el besamanos correspondiente.
El Palau se hab¨ªa llenado hasta el ¨®rgano (curiosamente sonaba Norah Jones en la megafon¨ªa mientras el p¨²blico entraba). Aunque no hiciera frio, como estamos en invierno, hab¨ªan salido de los armarios los abrigos de vestir, las mejores galas para la ocasi¨®n (una vez m¨¢s m¨¢s en ellas que en ellos). Y Adamo --con su elegante traje oscuro, corbata y tirantes rojos y ese impecable peinado inalterable desde los a?os sesenta-- no defraud¨® a nadie. Su voz no es la de anta?o y, a veces, olvida la letra castellana y contin¨²a en franc¨¦s como si no pasara nada, pero se entrega como si se tratara de la final ol¨ªmpica de los cien metros. Canta, baila y anima constantemente al personal. Su voz ha perdido enteros, l¨®gico, pero funciona como un resorte emocional: al comenzar cada canci¨®n el presente deja de tener importancia y de repente, sin saber c¨®mo, suena en nuestra mente el Adamo de toda la vida.
Le canta al amor una y otra vez pero tambi¨¦n se pone serio al hablar de la matanza de Charlie Hebdo (¡°tiendo la mano a pesar de algunos corazones cerrados¡±) o al comprobar como cincuenta a?os despu¨¦s los deseos de paz en el Medio Oriente de Inch¡¯allah siguen siendo necesarios.
Adamo cant¨® casi todo el recital en castellano, recurri¨® al franc¨¦s en pocas ocasiones, demasiado pocas, e utiliz¨® el catal¨¢n (¡°s¨¦ que el ambiente est¨¢ cargado pero yo la canto igual, por simpat¨ªa¡±) para rememorar su hist¨®rico Tombe la neige (?grabado en 1963!), Est¨¤ nevant para la ocasi¨®n, y el Palau se vino abajo.
Aun no tenemos fecha para el pr¨®ximo a?o pero lo marcamos ya en rojo en la agenda.
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