El m¨¦todo Trump
El independentismo viaj¨® metido en una burbuja que le hizo creer que el Estado estaba debilitado y desconcertado y que ten¨ªa al alcance de su mano tumbarlo: se estrell¨®

Especular pol¨ªticamente con el impacto emocional que determinados acontecimientos pueden tener sobre la poblaci¨®n es una de las definiciones de populismo. Si adem¨¢s se lleva hasta al terreno legislativo, ya pasamos de la demagogia al uso abusivo e irresponsable del poder Es exactamente lo que el PP acaba de hacer, por partida doble. Primero, aprovechando la indignaci¨®n por el brutal asesinato de Diana Quer. Despu¨¦s, jugando con los resentimientos acumulados por una parte de su electorado con el proceso secesionista catal¨¢n. Mont¨¢ndose obscenamente sobre una campa?a promovida por padres de v¨ªctimas de execrables cr¨ªmenes, el PP propone mantener la prisi¨®n permanente revisable, ampliando los casos y reforzando las condiciones. Deseoso de demostrar mano dura con el independentismo, ante la fuga de votantes atra¨ªdos por el discurso intransigente de Ciudadanos, el PP propone que los delitos de rebeli¨®n y secesi¨®n no sean susceptibles de ser indultados. Es decir, cierra v¨ªas de reconciliaci¨®n. Al tiempo que se lanza a la caza de delitos de odio, esta insoportable figura penal contra la libertad de expresi¨®n. Azote de populistas, antes de acusar a los dem¨¢s, el PP tendr¨ªa que mirarse en el espejo.
En pleno desconcierto desde el 27 de octubre, con las relaciones personales muy tocadas por la desbandada -Puigdemont se fue y Junqueras se enter¨® por los medios de comunicaci¨®n- el independentismo no est¨¢ sabiendo gestionar el regalo que le llego el 21-D en forma de mayor¨ªa parlamentaria. Su estrategia se hab¨ªa estrellado contra el muro del Estado, pero el voto ciudadano le ofreci¨® una oportunidad de recuperar las instituciones y recomponer sus planes desde el gobierno. Por mucho que se reniegue del poder auton¨®mico, m¨¢s vale tener ¨¦ste que ninguno. Pero encallado en un largo proceso de elaboraci¨®n del duelo por la perdido (y por lo no ganado), que Puigdemont hace girar en torno a su persona, no acaba de aterrizar. En la espera, el gobierno espa?ol, doblemente desbordado, por los tribunales y por Ciudadanos, s¨®lo pone piedras en el camino. ?Quiere realmente el PP una cierta recuperaci¨®n de una normalidad -inevitablemente precaria, en tanto que expuesta a sobresaltos judiciales permanentes- o prefiere seguir en la confrontaci¨®n abierta, manteniendo al independentismo como chivo expiatorio de todos sus males y como tapadera de sus fracasos?
?Cu¨¢l es la obligaci¨®n de un gobierno: encauzar los conflictos o buscar la revancha? Un PP debilitado parece haber optado por el m¨¦todo Trump: la venganza como horizonte supremo. El resultado de Catalu?a le coloca en una posici¨®n tremendamente inc¨®moda: alardea de haber frenado al independentismo pero ha perdido los pocos apoyos que ya ten¨ªa entre los catalanes. Por m¨¢s que Rajoy se esfuerce en presentarse como campe¨®n de la dureza -"destituir a un gobierno elegido democr¨¢ticamente es muy duro"- los enfurecidos conf¨ªan m¨¢s en Ciudadanos. Por mucho que se esfuerce en cantar victoria, todo el mundo sabe que la vuelta de tuerca (al independentismo y a las reglas del juego) la han dado los tribunales. Las malas vibraciones por lo ocurrido -con fracasos espectaculares como el 1 de Octubre-; la debilidad mostrada al ser incapaz de encauzar la cuesti¨®n independentista en cinco a?os; y la constataci¨®n de que el independentismo sigue ah¨ª, generan un resentimiento que sale por los poros.
El pensamiento ilusorio va por barrios. El independentismo viaj¨® metido en una burbuja que le hizo creer que el Estado estaba debilitado y desconcertado y que ten¨ªa al alcance de su mano tumbarlo: se estrell¨®. El gobierno, rodeado de un entorno medi¨¢tico un¨¢nime, demasiado un¨¢nime, se crey¨®, primero, que el independentismo se hundir¨ªa s¨®lo y, despu¨¦s, que en unas elecciones bajo tutela, con el mando soberanista dispersado entre el extranjero y la c¨¢rcel, los catalanes atemorizados le dar¨ªan la espalda y triunfar¨ªa el constitucionalismo. Y perdi¨®. Esta es la realidad. El independentismo est¨¢ tocado pero representa a dos millones de personas y puede gobernar, si no se pierde en sus ritos y en la falta de autoridad para acallar los gritos de traici¨®n. Y el PP debe superar el esp¨ªritu vengativo, por m¨¢s que el fantasma de Ciudadanos pis¨¢ndole los talones le saque de quicio. Unos y otros tienen que asumir un tiempo nuevo. Y es obligaci¨®n del m¨¢s fuerte aportar distensi¨®n. Y del PSOE demostrar que todav¨ªa existe, que es capaz de vida propia y de no ser c¨®mplice de la regresi¨®n del Estado.
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