?Manooooooolooooooo!
Manolo Garc¨ªa estren¨® triunfalmente en el Auditori de Girona el repertorio de su nuevo disco
A¨²n seguir¨ªan all¨ª, cantando con ¨¦l como si no hubiese fin, como si el tiempo quedase anulado, colgando s¨®lo del deseo de prolongarlo. No hubiesen vuelto a casa, se habr¨ªan olvidado de cenar o del canguro, y all¨ª, en pie, con la sonrisa eterna en la boca, toda ella dientes al aire, ojos brillantes, hubiesen seguido hasta una extenuaci¨®n que se ignora cuando les habr¨ªa vencido. Antes se habr¨ªan cansado los m¨²sicos, ya empapados en sudor tras dos horas y media de una actuaci¨®n que cerraban con una versi¨®n juerguista de La bamba, vig¨¦simo octava canci¨®n del concierto con el que Manolo Garc¨ªa iniciaba su nueva gira. Ellos y ellas, el p¨²blico, entendi¨® finalmente que Manolo, que les hab¨ªa dicho poco antes un ¡°cabrones, quer¨¦is acabar conmigo¡± que convirti¨® sonrisas en carcajadas, ya hab¨ªa dado bastante. Como siempre. Y como siempre ese p¨²blico march¨® feliz a casa. Puede que Manolo Garc¨ªa no ampl¨ªe m¨¢s su ya amplia base de seguidores, pero lo que resulta incontestable es que no perder¨¢ a ni uno s¨®lo de ellos. Porque se le percibe como uno m¨¢s. Es ¡°uno de los nuestros¡±.
Y sus conciertos, adem¨¢s, elevan el gancho de sus composiciones. Si en ocasiones los discos de Manolo pueden sonar espesos, en directo sus canciones pierden peso, se hacen m¨¢s livianas, flotan gr¨¢ciles m¨¢s f¨¢cil, y subyugan a sus espectadores para ya cautivarlos sin l¨ªmite temporal. Y es que en directo est¨¢ ¨¦l, en Girona, como casi siempre, de oscuro, vestido como si saliese de casa a tomar una cerveza con los amigos. Quiz¨¢s sea eso, que para ver a su p¨²blico Manolo no necesita vestirse de artista, s¨®lo cantarles y moverse con ese heterodoxo aire aflamencado y racial que le lleva a estirar los brazos y a componer estampas de cierto regusto taurino. Es su estampa de siempre, igual que sus canciones, un armaz¨®n que rellena con diferentes materiales pero que est¨¢n tan interiorizadas por sus seguidores que acaban funcionando precisamente por ese armaz¨®n, por su estilo, porque suenan a Manolo Garc¨ªa. Manooooolo, cantaba el Auditori en un grito igualmente racial.
Comenz¨® ac¨²stico con un tema nuevo, El fr¨ªo de la noche y as¨ª termin¨® tambi¨¦n antes de La bamba, con una toma ac¨²stica, esta vez de P¨¢jaros de barro. Un tema de su alianza con Quimi, Sin llaves y ocho de su nuevo trabajo, Geometr¨ªa del rayo, entre las que destac¨® como primer bis la deliciosa En tu voz, un tema que en directo aumenta su bis rom¨¢ntica. Como elemento esc¨¦nico una butaca Chester que arrastr¨® de un lado a otro bien para saltar sobre ella, sentarse informalmente o bien arrellanarse, asemej¨¢ndose al pillo que entra en casa del marqu¨¦s y hace trastadas sin ser visto. Dedic¨® el concierto a quienes no llegan a final de mes y aunque en ocasiones no acabe por decir nada, eso de hacer revoluciones a favor de todos y contra nadie parece, sin m¨¢s, un juego de palabras, Manolo control¨® el sentido de su discurso. Y si bien comenz¨® corporalmente tibio, a medida que la actuaci¨®n avanz¨® comenz¨® a saltar manifestando gestualmente su alegr¨ªa mientras garbeaba por la platea. Lo seguir¨¢ haciendo por el resto de Espa?a hasta que en julio vuelva a Calella de Palafrugell (festival de Cap Roig) y en octubre a Barcelona, donde le espera el Sant Jordi. Y el p¨²blico se olvidar¨¢ de los canguros.
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