La tercera Catalu?a
Donde hab¨ªa una ahora ya hay dos, ambas exclusivistas, con la Rep¨²blica inexistente y la Tabarnia inventada como emblemas
Hasta que empez¨® el Proc¨¦s, hab¨ªa una sola Catalu?a. En cuesti¨®n de infraestructuras, el consenso catal¨¢n era tan amplio que alcanzaba a todos. Tambi¨¦n lo era en fiscalidad, antes de que el Proc¨¦s descubriera la f¨®rmula divisiva por excelencia: con el eslogan de que Espa?a nos roba se rompi¨® un consenso que en alg¨²n momento lleg¨® a alcanzar al PP catal¨¢n. En cuanto a la lengua, fue precisamente la huida hacia delante de la segunda legislaci¨®n ling¨¹¨ªstica pujolista, de clara vocaci¨®n monoling¨¹ista, la que rompi¨® el consenso y abri¨® el espacio donde anid¨® Ciudadanos. Por no mencionar las instituciones, la Generalitat, aceptada por todos y con todos identificada hasta la huida hacia adelante del soberanismo.
La idea de Catalu?a era la del catalanismo, una ideolog¨ªa adaptable y tan ecum¨¦nica como para no dejar apenas a nadie fuera de su ¨¢mbito. Hasta que empez¨® la erupci¨®n independentista, lo dif¨ªcil era quedar fuera del consenso catalanista. Y era l¨®gico, porque como ideolog¨ªa centenaria que ha atravesado todos los accidentes de la historia ten¨ªa una capacidad camale¨®nica de adoptar los colores y las formas de su entorno. Era posibilista y pragm¨¢tica, abierta y amable, sensata y racional, sin perder el toque de sentimentalidad y emoci¨®n capaz de mobilizar a todos, especialmente a los reci¨¦n llegados.
Quien mejor representa este catalanismo contempor¨¢neo idealizado es Josep Tarradellas y quien mejor lo aprovecha pol¨ªticamente, y tambi¨¦n lo pervierte, es Jordi Pujol, un presidente polarizador que realiza la proeza pol¨ªtica de hacer dos cosas contradictorias a la vez: unir como Tarradellas y empezar a separar como luego sabr¨¢n hacer con todo desenfado Artur Mas y Carles Puigdemont.
Uno de los debates del d¨ªa trata sobre el peso del pujolismo en la configuraci¨®n del Proc¨¦s. Si el Proc¨¦s se lo debe todo a Pujol, estamos aviados porque el entero catalanismo y sus instituciones corren peligro de impugnaci¨®n. Si Pujol es solo una de las muchas formas del catalanismo, pervertida por la corrupci¨®n y envenenada por un proyecto secreto secesionista, entonces la ideolog¨ªa transversal centenaria est¨¢ salvada. La realidad es que si Tarradellas uni¨®, Pujol aprovech¨® la unidad y permiti¨® que, poco a poco, en sus 23 a?os de presidencia, se fuera resquebrajando. Sobre todo con el relevo generacional y los pactos olig¨¢rquicos con el PP.
El hecho es que los consensos se fueron estrechando hasta echarse a perder y los escasos disensos, que eran sobre las esencias, se convirtieron en centrales y determinantes. Donde hab¨ªa una Catalu?a ahora ya hay dos. Dos pueblos, cada uno con su lengua, si se empe?an los esencialistas de cada bando. Y dos pueblos exclusivistas en su prop¨®sito de secuestrar la representaci¨®n del conjunto. La Catalu?a independentista se cree la continuaci¨®n y maduraci¨®n de la Catalu?a hist¨®rica y la Catalu?a constitucionalista se considera expresi¨®n de la ¨²nica Catalu?a posible.
Si se las deja sueltas estas dos Catalu?as no van a entenderse jam¨¢s. Las divergencias ir¨¢n en aumento y no encontrar¨¢n ning¨²n punto en com¨²n. Sus emblemas m¨¢s conspicuos lo dicen todo acerca del acelerado alejamiento en que se encuentran. Son la Rep¨²blica inexistente y la Tabarnia inventada, actores de un teatro con tanta impostaci¨®n tr¨¢gica como iron¨ªa malhumorada, en el que nadie cree en la autenticidad del llanto ni en la frescura de la risa y todo es ¨¢spero y divisivo, frutos posmodernos y digitales de un guerracivilismo que ya se ha instalado en muchas mentalidades.
No se entender¨¢n, pero tampoco van a conseguir nada que no sea hundirse juntos en una decadencia buscada y obtenida. Eso si tienen ¨¦xito en su empe?o suicida, es decir, si nadie interrumpe esta bronca cabalgada hacia la nada: si ambas Catalu?as siguen recibiendo de los ciudadanos los votos para seguir paralizados y divididos, en vez de los votos para volver a gobernarse.
Hay quien dice que Catalu?a no est¨¢ dividida y quien se?ala que si lo est¨¢ no es en dos segmentos sino en tres, siendo el tercero el m¨¢s detestado porque es el que quiere m¨¢s autogobierno sin romper el Estado espa?ol. Probablemente son ciertas ambas cosas. La divisi¨®n todav¨ªa est¨¢ en marcha y no es definitiva: puede empeorar, por tanto. Y aunque sean bien visibles los dos segmentos que ya se est¨¢n configurando, tambi¨¦n se hace muy deseable la aparici¨®n del tercero, el de la tercera Catalu?a que propugna Josep Maria Vall¨¨s.
La debilidad e incluso la dudosa existencia de esta tercera Catalu?a es del todo l¨®gica. En realidad, el entero Proc¨¦s ha consistido en destruir cualquier idea que pudiera interponerse entre las dos Catalu?as que iban creciendo vocacionalmente enfrentadas en su mutua exclusi¨®n. Si quieres m¨¢s autogobierno, ser¨¢ fuera de Espa?a. Si quieres seguir en Espa?a, ser¨¢ con menos o incluso sin autogobierno. Este es el doble y perverso mensaje que nos llega desde ambas Catalu?as polarizadas,
Ninguna de esas dos Catalu?as va a servir a los intereses de los catalanes. Ninguna de las dos Catalu?as servir¨¢ para darnos estabilidad pol¨ªtica, prosperidad econ¨®mica y garantizarnos la paz y la armon¨ªa dentro de Catalu?a, de Espa?a y de Europa. Las dos Catalu?as enfrentadas se excluyen y a la vez se necesitan mutuamente, porque viven de la negaci¨®n y del rechazo, mientras que la tercera Catalu?a tiene toda la capacidad para incluirlas a ambas, como sucedi¨® ya hace 40 a?os con Tarradellas; y toda la fuerza, adem¨¢s, para aspirar a la m¨¢xima capacidad de autogobierno, dentro naturalmente de la Constituci¨®n espa?ola, es decir, para obtener la s¨ªntesis pol¨ªtica de las aspiraciones m¨¢s leg¨ªtimas de todos.
Todav¨ªa no ha tomado cuerpo esa nueva Catalu?a capaz de cortar de una vez con la enfermiza deriva actual, divisiva y nihilista, de las dos Catalu?as hacia la irrelevancia. Pero la hora ya ha llegado. De momento podemos llamarla la tercera Catalu?a, pero enseguida deberemos decir que en realidad es la primera y la ¨²nica porque es la Catalu?a aut¨¦ntica y real, asentada en una historia sin tergiversaciones ni mitos, pero tambi¨¦n en la voluntad pol¨ªtica de autogobierno persistentemente defendida a lo largo de los siglos.
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