Los discos de Pink Floyd sonaron en el Sant Jordi
Roger Waters evoc¨® caligr¨¢ficamente en Barcelona el repertorio glorioso de una banda cuyo nombre no necesita usar
En eso fue diferente. Con las luces del Sant Jordi a¨²n abiertas, comenzaron a adue?arse del local ruidos incidentales mientras la gran pantalla central iba ganando protagonismo. En ella, una persona de espaldas al espectador miraba sentada una playa desierta en un d¨ªa nuboso. Ella apenas se mov¨ªa. S¨®lo las nubes daban vida a la estampa, atenuando o liberando la luz del sol. Como que no estaba claro si eso era el inicio del concierto, el p¨²blico sigui¨® a lo suyo; incluso algunos silbaban como si el espect¨¢culo no hubiese comenzado. Muchos charlaban mientras el viento silbaba acompa?ando al sonido de las gaviotas. Los silbidos, del personal, respond¨ªan evocando un paisaje menos arm¨®nico. A los diez minutos se apagaron parte de las luces, pero a¨²n no pas¨® nada m¨¢s. Poco a poco, el sonido gan¨® protagonismo. S¨ª, el concierto comenzaba desliz¨¢ndose suave, como el viento que agitaba los hierbajos de la playa. S¨ª, en eso Roger Waters fue original.
A los veinte minutos el cielo de la playa se enrojeci¨®, las luces del Sant Jordi se apagaron y entonces son¨® Speak To Me, con el sonido corriendo de lado al lado del recinto. La banda se acomod¨® en el escenario y una imagen planetaria se ense?ore¨® de la gran pantalla. Ya nadie hablaba. El sonido, en eso el concierto tambi¨¦n fue singular, era casi perfecto, tanto por su nitidez y detallismo como por su similitud con los discos, de forma que Breathe era la de The Dark Side Of The Moon. Ese iba a ser el patr¨®n de la noche, la reconstrucci¨®n de un sonido que form¨® su canon en los discos. Entonces se pod¨ªa recordar a David Byrne, quien hace hincapi¨¦ en C¨®mo funciona la m¨²sica que la tecnolog¨ªa de grabaci¨®n desplaz¨® el paradigma musical de la ejecuci¨®n en directo a la reproducci¨®n de una grabaci¨®n. Desde que los cacharros se hicieron un hueco en nuestro mundo, un concierto no suele ser nada m¨¢s que la evocaci¨®n de ese est¨¢ndar. ?A qu¨¦ suenan los m¨²sicos? A lo que suenan en nuestra memoria, generalmente en un disco.
Quiz¨¢s por eso el sonido fue ayer en el Sant Jordi aturdidor, detallista y muchof¨®nico. Sin que a la altura de la quinta pieza, Time, hubiese habido ning¨²n despliegue visual llamativo, all¨¢ en el escenario, bajo el pantall¨®n entonces lleno de relojes, unos se?ores de oscuro tocaban an¨®nimamente, aunque no lo suficiente como para que uno de ellos, por ubicaci¨®n y por recibir m¨¢s luz que los dem¨¢s, hubiese sido reconocido como el jefe incluso por quien creyese que Roger Waters es una mezzosoprano. S¨ª, era Waters, que no Pink Floyd, aunque la mayor parte del repertorio era de Pink Floyd. Qu¨¦ paradojas, Pink Floyd sin Pink Floyd. Cosas de abogados. Todo sea por la nostalgia, la gran m¨¢quina de vapor que mueve el pop contempor¨¢neo.
Activismo y espect¨¢culo
Pero como todo artista quiere demostrar que no todo son laureles de anta?o, tras la ¨¦pico-totalitaria Welcome to the machine Waters se marc¨® tres espesas piezas de su ¨²ltimo disco que plancharon al personal. Pinchazo de ciclista. La bici volvi¨® a deslizarse con Wish You Where Here, de nuevo laureles de anta?o. Debe ser dif¨ªcil reconocer que ya no se es sino lo que se ha sido. Por suerte para el p¨²blico, Waters no abund¨® con su material actual, s¨®lo preciso para su equilibrio art¨ªstico personal. Prurito en el ego.
M¨¢s tarde lleg¨® la denuncia y en Another Brick In The Wall, una docena de j¨®venes aparecieron en escena ataviados como reos de ISIS, aunque en pleno solo de guitarra se quitaron los monos naranjas para lucir camisetas negras con la palabra ¡°Resist¡± movi¨¦ndose al comp¨¢s de una coreograf¨ªa amateur que quiso dar m¨¢s aire de honestidad al asunto. Activismo, reivindicaci¨®n y espect¨¢culo son hermanos sospechosos aunque se disimule. Los chavales y chavalas eran, por supuesto, de Barcelona. Para digerir el mensaje, Waters concedi¨® entonces un descanso de 20 minutos. Quiz¨¢s tambi¨¦n pensaba en encontrar su voz.
La segunda parte mantuvo el tono: muchos efectos sonoros recorriendo el Sant Jordi, buscando la inmersi¨®n del p¨²blico en el espect¨¢culo, m¨¢s y m¨¢s ¨¦xitos de Pink Floyd y una mejora de los efectos visuales, ya no limitados al uso escasamente original de la pantalla central. Y es que en medio de la pista, en un recurso que U2 explot¨® mejor en la gira Experience + Innocence, se despleg¨® una pantalla que parti¨® la pista en dos y mantuvo los ojos ocupados. Y en Pigs apareci¨® en pantalla un sutil ¡°Trump, eres un gilipollas¡±... S¨ª, el concierto de Roger Waters tuvo un comienzo muy original. Hoy m¨¢s y con m¨¢s gente, con el Sant Jordi casi lleno.
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