Aznavour sigue emocionando a sus (casi) 94 a?os
Cuando acab¨® su concierto en el Liceo, nos marchamos con la convicci¨®n de que volveremos a verlo en un escenario barcelon¨¦s
En junio de 2014 salimos exultantes del Liceo pensando que hab¨ªamos tenido la suerte de asistir al ¨²ltimo concierto de Charles Aznavour en Barcelona; acababa de cumplir 90 a?os. Dos a?os despu¨¦s abandonamos los jardines de Pedralbes con la misma sensaci¨®n. Este viernes no fue igual, cuando acab¨® su concierto en el Liceo, nos marchamos a casa con la convicci¨®n de que volveremos a ver a Charles Aznavour en un escenario barcelon¨¦s, seguro y ya esperamos ansiosos esa pr¨®xima visita.
A este cr¨ªo armenio de Par¨ªs a punto de cumplir los 94 a?os (el pr¨®ximo 22 de mayo) no hay quien lo pare. El viernes en el Liceo lo intent¨® un pinzamiento que hasta quince minutos antes del inicio hab¨ªa mantenido la actuaci¨®n en suspenso. Pero Aznavour dijo que, a teatro lleno (y el Liceo estaba abarrotado) ¨¦l no se quedaba en el hotel por una nimiedad as¨ª; nimiedad que a cualquiera, cuarenta a?os m¨¢s joven, le deja clavado en la cama una semana.
CHARLES AZNAVOUR
CANCI?N
Charles Aznavour.
Gran teatro del Liceo, 20 de abril.
Y al aparecer en el escenario, tras recoger una de esas ovaciones reservadas para las grandes ocasiones con todo el p¨²blico en pie, hasta se permiti¨® el lujo de bromear sobre el tema: ¡°Solo quedaban dos soluciones: no cantar o morir sobre el escenario. As¨ª que he decidido morirme esta noche en una ciudad que amo mucho¡±. Palabras recibidas con una nueva ovaci¨®n, esta vez de comprensi¨®n ya que, sin duda, la mayor¨ªa de los asistentes, por edad, sab¨ªan muy bien lo que era un pinzamiento. Despu¨¦s bromear¨ªa otra vez sobre la edad preguntando si hab¨ªa alguien entre el p¨²blico que tuviera 94 a?os, nadie alz¨® la mano. ¡°Ya ven, siempre soy el m¨¢s viejo¡±, coment¨® esbozando una sonrisa tan cercana como mal¨¦vola.
Aznavour, el m¨¢s viejo de la sala, por suerte falt¨® a su palabra y no se muri¨® pero se vaci¨® completamente sobre el escenario.
Elegantemente vestido de negro, pero con calcetines y tirantes de un rojo chill¨®n, se movi¨® menos que en otras ocasiones, exteriorizando hacia el final del concierto una cierta fatiga (incluso sali¨® a saludar apoyado en un bast¨®n), pero hasta esboz¨® unos pasos de baile aclamados por el personal. Acompa?ado de un octeto y sin ning¨²n tipo de escenograf¨ªa, inici¨® su actuaci¨®n, tras su habitual discusi¨®n con los m¨²sicos a los que siempre hace reiniciar el primer tema, con una oda a la emigraci¨®n. Menos sonriente y menos locuaz que en ocasiones anteriores recuper¨® muchas de sus canciones m¨¢s populares a lo largo de 90 intensos minutos, sin bises.
Aznavour nunca ha vendido voz. Una voz que ya en su juventud no era gran cosa y ahora, l¨®gicamente, mucho menos, lo suyo ha sido siempre la emoci¨®n. Y en el Liceo comparti¨® un pu?ado de emociones tan intensas como atemporales con un p¨²blico totalmente entregado al que le daba igual si el cantante iba un par de octavas por debajo de su tono o no llegaba a los puntos m¨¢s ¨¢lgidos porque, en realidad, no estaban escuchando sino sintiendo (con todo lo que esta palabra implica) en su interior al Aznavour de sus recuerdos, a su propio Aznavour. No faltaron Mourir d¡¯aimer, La mamma, Que c¡¯est triste Venise o La Boheme. Tambi¨¦n repiti¨® su entra?able d¨²o con su hija Katia y cerr¨® el concierto con otro canto a la multiculturalidad: Emmenez-moi.
Leyendo de los tres enormes telepromters que le rodeaban (as¨ª, si miraba a delante, a derecha o a izquierda, siempre ten¨ªa uno a sus pies) recuper¨® algunos temas en castellano que nos pod¨ªamos haber ahorrado porque, aunque ¨¦l se empe?e en hacerlo, Aznavour cantando en franc¨¦s o leyendo en castellano son dos mundos casi antag¨®nicos: su: Venecia en castellano no te pone los pelos de punta.
Al final todos quer¨ªamos irnos con ¨¦l hasta el fin del mundo, hasta el pa¨ªs de las maravillas del que hab¨ªa hablado en su ¨²ltima canci¨®n.
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