Historia de una irresponsabilidad
En una democracia sana gobierna la pol¨ªtica, no los tribunales. El protagonismo pol¨ªtico de la justicia debe ser excepcional. Y si no es as¨ª es que algo falla
Catalu?a celebr¨® Sant Jordi sin presidente de la Generalitat y Madrid se dispone a celebrar la fiesta de la Comunidad sin presidenta. Algo va mal cuando dos comunidades tan relevantes est¨¢n descabezadas: Madrid por la capacidad autodestructiva de una corrupci¨®n estructural que ha dinamitado al PP, Catalu?a por la incapacidad de unos y otros de resolver pol¨ªticamente el desaf¨ªo m¨¢s subversivo que ha vivido la democracia espa?ola. En consecuencia, durante una larga temporada la actualidad y la agenda pol¨ªtica la determinar¨¢n los tribunales de justicia.
Los juicios por la corrupci¨®n estructural del PP est¨¢n entrando en sus fases decisivas: un goteo permanente que s¨®lo puede seguir desangrando a un partido bajo m¨ªnimos que ha exhibido toda su cutrez en la gesti¨®n y pat¨¦tico desenlace del caso Cifuentes. El PP, enganchado a la cultura de su presidente (nunca pasa nada y el tiempo lo cura todo) ha querido creer que su corrupci¨®n estaba amortizada. El caso Cifuentes no es s¨®lo lo que parece. Ciertamente, la expresidenta paga las mentiras del master, la impunidad de creerse con derecho al trato de favor y al privilegio. Pero esta crisis, con golpes miserables como el video de las cremas de belleza, es la explosi¨®n definitiva del volc¨¢n de la corrupci¨®n del PP. La chimenea por la que ha acabado saliendo la s¨®rdida lucha de intereses en el partido y su entorno.
La otra fuente de actualidad judicial est¨¢ en los procedimientos en curso contra los responsables del proceso catal¨¢n. El cuestionamiento m¨¢s radical que ha tenido hasta ahora el sistema surgido de la Constituci¨®n del 78, ha terminado en los tribunales, despu¨¦s que el independentismo catal¨¢n se estrellara al intentar llegar mucho m¨¢s all¨¢ de lo que sus fuerzas permit¨ªan. Y otra vez la incapacidad de afrontar pol¨ªticamente un conflicto de envergadura ha llevado a una situaci¨®n de impasse, con un bloqueo pol¨ªtico al que me temo que el pa¨ªs se est¨¢ acostumbrando peligrosamente, y con un carrusel judicial en curso, que cada d¨ªa genera m¨¢s dudas, y que hace muy dif¨ªcil una salida razonable y negociada del conflicto.
En una democracia sana gobierna la pol¨ªtica, no los tribunales. El protagonismo pol¨ªtico de la justicia debe ser excepcional. Y si no es as¨ª es que algo falla. Fallan evidentemente los responsables pol¨ªticos incapaces de controlar a su gente, falla la opini¨®n p¨²blica acomodada y poco exigente con la corrupci¨®n fruto de unos tiempos en que parece que en nombre del dinero esta permitido, falla los partidos muy anquilosados que se resisten a reformarse, falla la capacidad de los partidos de generar propuestas pol¨ªticas ambiciosas que realmente abran horizontes a la ciudadan¨ªa, falla la anticipaci¨®n de los problemas, falla la cultura del conflicto propia de la democracia en que las cosas se resuelven hablando, y fallan unos dirigentes sin autoridad ni capacidad para encauzar una situaci¨®n excepcional como la que vive Espa?a, que requiere buscar soluciones pactadas y no especular irresponsablemente en defensa de beneficios partidistas espurios.
Es ya una evidencia: la corrupci¨®n se ha llevado por delante al PP y el conflicto catal¨¢n a Mariano Rajoy. Es la historia de una irresponsabilidad en dos secuencias. La primera, su decisi¨®n de no dimitir cuando el caso B¨¢rcenas. Un gesto que banaliz¨® definitivamente la corrupci¨®n en Espa?a. La m¨¢xima autoridad del PP no pod¨ªa desentenderse de los desmanes ocurridos en su gerencia. Fue una terrible se?al de tolerancia que ha acabado consumiendo al partido. La segunda, su dejaci¨®n de responsabilidades en el conflicto con el independentismo catal¨¢n, subrog¨¢ndolas por todas partes, cargando innecesariamente a la justicia que ahora lo est¨¢ pagando y renunciando a afrontar pol¨ªticamente un problema pol¨ªtico.
El 15-M y el independentismo no eran espejismos, eran s¨ªntomas de una crisis general de gobernanza, cada vez menos larvada. Se respondi¨® a ellos de modo reactivo (con una alianza corporativa con un PSOE sin proyecto), negando cualquier horizonte reformista y propositivo. Y ahora vemos las consecuencias: una fractura profunda con Catalu?a y una sensaci¨®n de desmantelamiento pol¨ªtico, con un PP sin otro horizonte que alargar su agon¨ªa. La democracia espa?ola est¨¢ en un momento cr¨ªtico, sin una alternativa ilusionante para liderar el cambio y en un escenario en que la confianza m¨¢s elemental brilla por su ausencia. Por lo menos que quede una lecci¨®n: la estrategia de Rajoy de dilatar las decisiones y subrogar responsabilidades s¨®lo conduce al fango.
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