Poco margen para la moderaci¨®n
Se piden gestos pero no se ofrecen soluciones practicables
Es plausible clasificar la clase pol¨ªtico-medi¨¢tica catalana en dos grandes grupos: quienes no perciben que la sociedad est¨¢ cambiando y los que lo perciben pero sin saber c¨®mo y hasta qu¨¦ punto cambia. En paralelo, hemos entrado en un per¨ªodo de hostigamiento de las formas moderadas. El ocultamiento gestual de las franjas de moderaci¨®n que existen en la sociedad catalana genera m¨¢s tensi¨®n. Distintos intentos de articular esta moderaci¨®n est¨¢n dando poco resultado. Eso demuestra una vez m¨¢s que la radicalizaci¨®n tiene empujes fulminantes mientras que el regreso a la calma siempre es lento. Quim Torra es un caso de l¨ªder improvisado que ir¨¢ echando gasolina al fuego hasta que se produzca otro choque con el Estado como la proclamaci¨®n de la rep¨²blica catalana y la aplicaci¨®n de 155. El planteamiento consiste en exigirle gestos al nuevo gobierno de Pedro S¨¢nchez y a la vez insistir en la opci¨®n unilateral. La moderaci¨®n se hace inocua cuando la m¨¢xima representaci¨®n del Estado en Catalu?a niega la constitucionalidad.
En el vestuario del proc¨¦s se reparten m¨¢scaras de joseantoniano, bolchevique espa?olista, autonomista perverso, traidor a las esencias catalanas y c¨®mplice de los poderes malignos que ahogan a una Catalu?a que en realidad cada d¨ªa convive a pesar de todo, crea riqueza, busca trabajo y se siente solidaria tanto con los dem¨¢s catalanes ¡ªlos de pura cepa y los que no¡ª como con el conjunto de Espa?a. Efectivamente, la primera v¨ªctima de una negaci¨®n de la constitucionalidad ha sido la moderaci¨®n. Supuestamente, aquella transversalidad que el catalanismo reclamaba iba a entrecruzar los v¨ªnculos entre partidos ideol¨®gicamente opuestos porque, por asumir un¨¢nimemente la catalanidad, la dejaban fuera de la confrontaci¨®n. Ahora vemos que la transversalidad, lo mismo que el "pal de paller" que el pujolismo quiso ser, era un artificio. Los independentistas han quemado etapas. Eso ha ido eclipsando la moderaci¨®n. Pero existe. La cuesti¨®n es c¨®mo articularla y dotarla de voz.
M¨¢s all¨¢ de las dosis de efusi¨®n sentimental de la catalanidad, el sobrepeso emocional -en muchos aspectos inducido- condiciona y radicaliza las posiciones. Todo es desmesura. Est¨¢ el ejemplo del arma arrojadiza joseantoniana que el republicanismo secesionista est¨¢ lanzando contra Ciutadans. Cunde en el lenguaje p¨²blico aunque la mayor¨ªa ya no tenga una noci¨®n clara de lo que significa hist¨®ricamente Falange y de la incongruencia de equipararla con el partido de In¨¦s Arrimadas precisamente cuando est¨¢ en la Generalitat un presidente cuyas creencias s¨ª son equiparables a movimientos iliberales que en los a?os treinta aparecieron en pa¨ªses tan distintos como B¨¦lgica o Rumania. Algo parecido ocurre con la CUP. De una parte, propugnar el constitucionalismo es considerado no ya solo una antigualla sino una agresi¨®n contra el ser de Catalu?a mientras que la hostilidad soft y no tan soft de la CUP contra todo orden legal instituido se desenvuelve con gran soltura e incluso determina decisiones institucionales de grave impacto colectivo.
Otro ejemplo es el de las cruces en las playas del litoral de Catalu?a, a punto de comenzar la temporada tur¨ªstica. Incluso si se considera que la secularizaci¨®n de la sociedad catalana tiene ya un calado innegable, es asombroso que el uso improcedente del s¨ªmbolo de la cruz como recordatorio de unos pol¨ªticos que est¨¢n en la c¨¢rcel por infringir la ley no haya sido censurado por la autoridad de la iglesia cat¨®lica, ni por voces representativas de la tradici¨®n cristiana en Catalu?a. Desde el punto de vista de los valores en com¨²n, este caso es grav¨ªsimo por lo que implica de grosera manipulaci¨®n ¡ªno hay ning¨²n muerto al que enterrar y honrar. A nadie parece importarle ese uso ofensivo del s¨ªmbolo de la cruz. Por el contrario ?qu¨¦ hubiese ocurrido si tras el atentado de las Ramblas ¡ªtan indignamente traspapelado¡ª, se hubiese producido reactivamente una escenificaci¨®n cr¨ªtica con los s¨ªmbolos islamistas? La condena hubiese sido inmediata, con la acusaci¨®n imperante de islamofobia. Es decir: cuando se llega a tales desproporciones, todo acaba siendo posible. Se piden gestos pero no se ofrecen soluciones practicables. Siendo el independentismo antipol¨ªtica sin ambages, sin el valor de la ley y la raz¨®n lo que se ofrece a los ciudadanos de unas y otras generaciones es frustraci¨®n. Pero incluso siendo poco visible, la moderaci¨®n todav¨ªa puede advertir que la tesis determinista es ceder ante lo ciego y oscuro, entregar al vac¨ªo el poder de decisi¨®n que es el derecho de los individuos frente a la fatalidad.
Valent¨ª Puig es escritor.
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