¡°El holand¨¦s ven¨ªa como un loco. Hice bum, bum... Me escond¨ª y que me busquen¡±
El principal acusado de disparar a Martin Verfondern relat¨® a dos guardias civiles durante un paseo los detalles de la muerte del vecino con el que rivalizaban por el monte comunal
"El holand¨¦s lleg¨®, ven¨ªa como un loco" conduciendo por la carretera. "Pero yo cog¨ª la escopeta. Hice bum, bum... me escond¨ª y que me busquen". Juan Carlos Rodr¨ªguez no suele hilar muchas palabras seguidas. No es f¨¢cil, ni para los ¨ªntimos, escucharle pronunciar una frase completa. Pero el 8 de octubre de 2014, casi cuatro meses despu¨¦s de hallarse el coche y los huesos de Martin Verfondern y abrirse la investigaci¨®n por su asesinato, seg¨²n la Guardia Civil el ahora principal acusado de darle muerte, un hombre de 51 a?os con discapacidad diagnosticada del 67%, entr¨® en un extra?o estado de locuacidad en compa?¨ªa de los agentes. Era como si el secreto guardado durante casi cinco a?os, desde la desaparici¨®n del vecino con el que su familia se disputaba el monte comunal, ardiera dentro de ¨¦l y al fin entrase en erupci¨®n.
Los guardias hab¨ªan subido al pueblo vestidos de paisano para tratar de conocer mejor las rutas de monta?a por las que los autores del crimen podr¨ªan conducir los restos de la v¨ªctima desde Santoalla do Monte (Pet¨ªn, Ourense) a un solitario paraje a m¨¢s de 18 kil¨®metros (As Touzas da Azoreira, A Veiga, Ourense). Y por sorpresa el hermano menor de la familia Rodr¨ªguez, al que en vida Verfondern lleg¨® a se?alar como su posible verdugo pero sobre el que la Guardia Civil no hab¨ªa puesto el foco, se prest¨® a hacerles de gu¨ªa por las monta?as y, en el todoterreno de los investigadores, "se relaj¨®". Hasta tal punto que con sus palabras el caso del holand¨¦s que el 19 de enero de 2010 se esfum¨® y jam¨¢s volvi¨® a su aldea de Santoalla dio un vuelco definitivo.
Juan Carlos Rodr¨ªguez, que se enfrenta esta semana ante un jurado popular en la Audiencia de Ourense a una pena de hasta 17 a?os de prisi¨®n, se meti¨® precipitadamente dentro de su casa cuando vio llegar a los dos guardias civiles de paisano. Era su costumbre protegerse e ir a avisar a sus ancianos padres, con los que viv¨ªa desde que naci¨® en aquella aldea en ruinas, aislada del mundo. "Sali¨® Jovita, la madre; y sali¨® Manuel El Gafas, el padre", han recordado hoy en la segunda sesi¨®n del juicio aquellos dos agentes. Ellos quer¨ªan "estudiar la zona". As¨ª que la madre lo anim¨®: "Vete con estos se?ores".? "No, yo no voy", se resisti¨®. Hasta que acab¨® obedeciendo: "Pues salgo con la escopeta", dijo. Era la que la familia sol¨ªa tener colgada "en la cocina, junto al quicio de la puerta". Carlos sosten¨ªa el arma con las manos apuntando al aire, y los guardias, para que se relajase, le comentaron "qu¨¦ escopeta m¨¢s bonita". "?Os gusta?", pregunt¨®, y se la ofreci¨® presumiendo: "Yo con la autom¨¢tica no fallo".
Anduvieron unos 200 metros hasta el coche de los guardias y ah¨ª empez¨® la reveladora ruta de monta?a. Carlos, el acusado que seg¨²n insiste su abogada tiene la mente de un ni?o de siete a?os y es t¨ªmido e incapaz de formular una frase, se jact¨® en aquel trayecto de que al holand¨¦s a poco m¨¢s "no lo encuentran". "Porque lo escondimos", dicen que dijo los agentes. Y les indic¨®, adem¨¢s, que estaban en un error. Porque para ocultar el cad¨¢ver en As Touzas da Azoreira no hab¨ªan elegido la ruta m¨¢s f¨¢cil que parte directamente de Santoalla, sino que lo hab¨ªan llevado "por abajo". Es decir, otra pista mucho m¨¢s olvidada y desierta, desconocida para la investigaci¨®n, donde result¨® que el otro hermano acusado, Julio Rodr¨ªguez (para el que el fiscal pide 18 a?os si se prueba que no solo encubri¨®, sino que particip¨® en la matanza), ten¨ªa un almac¨¦n y maquinaria agr¨ªcola.
Carlos hablaba a ratos en tercera persona y otras veces en primera. En aquel paseo tambi¨¦n hizo referencia al fuego que le hab¨ªan prendido a los restos, y aunque dijo no saber d¨®nde estaba el cuerpo en otro momento de la charla coment¨® que estaban "del otro lado". El paraje en el que de forma fortuita se encontraron los restos de Verfondern est¨¢ sesgado por un cortafuegos. En junio de 2014, a la derecha apareci¨® su coche calcinado y a la izquierda de la franja sin vegetaci¨®n los huesos carbonizados y una fogata con discos duros, el ordenador y ropa de la v¨ªctima.
Tanto se hab¨ªa confiado Carlos que acab¨® confesando a los guardias civiles que escond¨ªa "500 cartuchos metidos en una bolsa en el monte". Y despu¨¦s de explicarles que "el holand¨¦s quer¨ªa meterse" con su familia "por los pinos", es decir, reivindicar sus derechos en el monte comunal que hasta ese momento solo gobernaban y disfrutaban econ¨®micamente los Rodr¨ªguez, acab¨® jact¨¢ndose de que el problema lo hab¨ªa zanjado de "un tiro solo". Aunque despu¨¦s a?adi¨® entre risas: "Cog¨ª la escopeta. Hice bum, bum. Me escond¨ª y que me busquen".
"No nos planteamos que fuese mentira lo que nos cont¨®", ha reconocido hoy uno de los dos guardias civiles. "Le hicimos muchas preguntas" para darle sentido a lo que Carlos revelaba. "Y no se expresaba muy bien pero razonaba perfectamente". Una semana despu¨¦s, el 14 de octubre, los investigadores volvieron a subir a Santoalla pero Carlos ya no sali¨® de casa. Su madre les dijo: "No quiere ir ya con ustedes, est¨¢ cansado y esta tarde tiene que ayudar a su hermano Julio".
Antes de aquel episodio, la investigaci¨®n se centraba en Julio Rodr¨ªguez y otro de los cuatro hijos de Manuel y Jovita, Jes¨²s, que no viv¨ªa en el pueblo. En una primera fase, los agentes especializados en delitos contra las personas hab¨ªan estudiado a fondo los movimientos de Julio aquel d¨ªa, y hab¨ªan hecho coincidir su recorrido a bordo del tractor cargado de hierba hacia Santoalla con el regreso de Martin despu¨¦s de hacer la compra y tratar de conectarse a internet en un cibercaf¨¦ de A R¨²a. Hab¨ªan calculado en qu¨¦ puntos pod¨ªan haberse topado y enfrentado aquella ma?ana en el estrecho, rizado y peligroso camino hacia la aldea.
Y hab¨ªan pinchado ocho tel¨¦fonos de la familia. En esas escuchas la esposa de Julio comentaba que su esposo no era el de siempre desde que hab¨ªan hallado los restos del holand¨¦s. Y en una grabaci¨®n con micros instalados en el coche de Julio los guardias civiles llegaron a detectar en noviembre de 2014 una charla entre este y Juan Carlos en el que, supuestamente, vislumbraron un cierto intento por parte del hermano mayor de aleccionar al peque?o ante un m¨¢s que esperado interrogatorio policial.
Los agentes admiten su error al no haber sospechado antes del hermano discapacitado. "Hasta ah¨ª cre¨ªamos que no sal¨ªa de la aldea, que no se separaba de sus padres. No lo cre¨ªamos capaz de construir un crimen y premeditar la muerte de su vecino". Aquel d¨ªa, tras su inesperada revelaci¨®n, Carlos Rodr¨ªguez Gonz¨¢lez crey¨® poder pactar con los investigadores: "No se lo dig¨¢is a nadie. Que quede secreto".
Cuando ya en diciembre de 2014 lo llamaron a testificar al cuartel, Carlos ya no ofreci¨® un relato tan exhaustivo de aquella jornada negra en Santoalla. Menos expresivo y ya sin onomatopeyas, asumi¨® la autor¨ªa del disparo y justific¨® la muerte, nuevamente, en que Verfondern ven¨ªa de Pet¨ªn "como un tolo", un loco, por la angosta y peligrosa carretera. Entr¨® como testigo y en un momento dado "pararon su declaraci¨®n" para leerle sus derechos. El vecino al que el holand¨¦s ecologista hab¨ªa grabado un d¨ªa de lluvia diciendo "est¨¢s ya gordo para matarte", pas¨® de no sospechoso a arrestado y desde entonces cumple prisi¨®n provisional en la c¨¢rcel ourensana de Pereiro de Aguiar.
"El suyo es un retraso muy com¨²n en zonas rurales de Espa?a"
Adem¨¢s de la viuda de Martin Verfondern, Margo Pool, y de tres cazadores que compraron una casa en Santoalla para ir algunos domingos a la zona hasta que un d¨ªa Carlos enca?on¨® por sorpresa a uno de ellos, en la sesi¨®n de hoy han testificado tanto los guardias civiles del equipo de delitos contra las personas que investigaron el caso tras el hallazgo del esqueleto como aquellos otros de la comarca de Valdeorras que se hicieron cargo durante los cuatro a?os y medio (enero 2010-junio 2014) en que se trat¨® el suceso como una desaparici¨®n. Tambi¨¦n el agente que se encarg¨® de comparar el arma que porta Carlos Rodr¨ªguez en el v¨ªdeo que la propia v¨ªctima entreg¨® a el diario EL PA?S en el a?o 2009 con una de las escopetas que incautaron a la familia y que supuestamente fue usada en la matanza. Era el mismo ejemplar autom¨¢tico, de un solo ca?¨®n, con el guardamanos roto. En una declaraci¨®n, el acusado asegur¨® que hab¨ªa usado una escopeta de un ca?¨®n y en otra ocasi¨®n dijo que hab¨ªa empleado un arma de ca?ones paralelos.
Lo cierto es que sigue sin saberse a estas alturas cu¨¢l se us¨® para asesinar a Verfondern porque jam¨¢s apareci¨® el proyectil. El esqueleto, comido por las alima?as, ya no ofrec¨ªa suficientes huesos como para poder descubrir un impacto y el Chevrolet calcinado, tampoco. Hoy, tres agentes de la Polic¨ªa Cient¨ªfica han admitido en videoconferencia desde Madrid que no pasaron ning¨²n detector de metales en la zona de As Touzas da Azoreira para tratar de localizar el proyectil. Ayer, el otro hermano acusado, Julio Rodr¨ªguez, declar¨® ser cazador y tener en su casa 12 armas de varios tipos. En el registro en la vivienda familiar de Santoalla, donde resid¨ªan los padres ancianos y Juan Carlos, adem¨¢s de una escopeta se encontr¨® una pistola en la mesilla de noche del patriarca, Manuel Rodr¨ªguez, O Gafas. Tambi¨¦n hab¨ªa munici¨®n "esparcida por toda la casa".
Entre el desfile de guardias civiles, ha pasado por la sala de vistas un capit¨¢n de la Polic¨ªa Judicial que dirige la Unidad de An¨¢lisis del Comportamiento Delictivo en Madrid. Este agente estuvo en Galicia cuando Juan Carlos Rodr¨ªguez fue detenido en plena prueba testifical. El psic¨®logo ha explicado esta ma?ana que el acusado "entend¨ªa perfectamente lo que se le preguntaba" y "solo necesitaba un poco m¨¢s de tiempo para responder". Neg¨® que los agentes, aprovechando su condici¨®n, le tendiesen una encerrona con preguntas "sesgadas". En su caso, "las preguntas solo eran m¨¢s concretas, nada m¨¢s" y "no fue necesario" tan siquiera redactar el habitual informe que este equipo elabora en casos de interrogatorios condicionados por un? problema mental.
"El suyo me parece un retraso muy com¨²n en zonas rurales de Espa?a", ha diagnosticado el capit¨¢n y psic¨®logo. Son casos que se enquistan desde la infancia "por falta de estimulaci¨®n social", que en la ciudad, con una atenci¨®n temprana, m¨¢s medios y m¨¢s relaciones humanas se percibir¨ªa menos. Si no hubiera vivido aislado en la remota soledad de Santoalla, con la ¨²nica compa?¨ªa de sus padres, las visitas de sus hermanos, y el ganado y los perros, "Carlos habr¨ªa desarrollado m¨¢s sus capacidades".
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