Crema, cigarros y chocolate, la nueva vida de los rescatados del ¡®Open Arms¡¯
La pesadilla en Libia a¨²n persigue a los 60 rescatados en el Mediterr¨¢neo que el mi¨¦rcoles llegaron a Barcelona
Joel Messi, uno de los 60 rescatados por el Open Arms, est¨¢ en Barcelona hace 24 horas. Est¨¢ a salvo, con ropa limpia y el est¨®mago lleno, pero al hablar con su madre ha sabido que hoy le han enviado una fotograf¨ªa suya en la que aparece semidesnudo en una prisi¨®n libia. Le ped¨ªan, una vez m¨¢s, 500.000 francos CFA para liberarlo. Son cerca de 800 euros, el valor aproximado de una moto o un terreno de 100 metros cuadrados en Camer¨²n. Tras o¨ªr la voz de su hijo, la madre le ha escrito: ¡°Mi beb¨¦, estoy muy contenta por ti¡±. Joel sabe qui¨¦n sigue extorsionando a su madre y muestra su perfil en Facebook. Es un hombre de Burkina Faso, negro, como ¨¦l. Dice que es su secuestrador, el hombre que lo vendi¨® como esclavo a los libios. Algunos de sus compa?eros lo reconocen en la foto. ¡°Necesito que todo el mundo sepa lo que ocurre en Libia. Den¨²ncialo, por favor¡±, ruega.
El primer d¨ªa de los 49 hombres que viajaban solos y que fueron rescatados por el buque espa?ol el s¨¢bado ha transcurrido en las escaleras del centro de la Generalitat donde se alojan, a unos 20 minutos de Barcelona. Aqu¨ª a¨²n llega la wifi.
No saben d¨®nde ir y la mayor¨ªa no tiene dinero ni para coger un autob¨²s. Hannaryaad, de Egipto y con una Virgen tatuada en el brazo, busca una iglesia. Yasser, de Gaza y que trajo consigo una blasier y unos zapatos, quiere un barbero. Souleymane, de Guinea Conakry y que lleg¨® al buque descalzo, pregunta cu¨¢nto cuesta un tel¨¦fono, aunque est¨¢ lejos tener el dinero para comprarlo.
Una parte del grupo ha apuntado en un papel las cosas que le gustar¨ªa tener. Uniformados con las camisetas y el ch¨¢ndal que les ha dado la Cruz Roja, todos, sin excepci¨®n, quieren ropa. Los subsaharianos piden, sin dudarlo, crema hidratante; unos pocos, quieren chocolate y el resto ruega por tabaco. Los cigarrillos ya eran un bien preciado en el barco, en el que pasaron cuatro d¨ªas navegando. Ahora, el que tienen se lo distribuyen entre los grupos que ellos mismos han creado por nacionalidades o regiones. Los banglades¨ªes, siempre afables, se han quedado fuera del reparto y no les ha hecho ninguna gracia.
El grupo espera con inquietud un abogado que les ayude a entender los siguientes pasos. A su llegada recibieron un papel con un permiso de residencia de 30 d¨ªas ¨C15 menos que los rescatados por el Aquarius- y otro documento que les orienta a dirigirse a una comisar¨ªa de polic¨ªa para iniciar los tr¨¢mites para solicitar protecci¨®n internacional y obtener el estatus de refugiado. Hussein, el cari?oso abuelo sirio del grupo, se ir¨¢ a Alemania a buscar a sus hijos y una parte de los palestinos tiene familia en B¨¦lgica. Pero la mayor¨ªa no sabe qu¨¦ hacer.
Mustafa Hassan, un taxista que huy¨® de Egipto y que relata pesadillas de su paso por Libia durante la noche, pregunta constantemente sobre el papeleo. ¡°?Espa?a va ayudarme a trabajar? ?Pueden echarme si doy una entrevista en la televisi¨®n? Quiero quedarme¡±, mantiene. Elvis Tgnabou, que pas¨® casi dos a?os en una prisi¨®n libia tras su secuestro y que fue gravemente herido, tambi¨¦n tiene claro que quiere quedarse en Espa?a y agradece constantemente a sus rescatadores del Open Arms y Barcelona: ¡°Me han devuelto la vida¡±.
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