Decibelios para recuperar la fe
El neoyorquino ha perdido audiencia pero no pegada, y su exhibici¨®n s¨®nica en el WiZink fue una apuesta de futuro por el rock cl¨¢sico
Reconozc¨¢moslo: los tres primeros discos de Lenny Kravitz nos volaron la cabeza. Justificadamente. Ahora quiz¨¢ no los veamos tan deslumbrantes, y sobre todo reparamos en que les ha ca¨ªdo un cuarto de siglo encima y su firmante, un pu?ado de ¨¢lbumes despu¨¦s, no ha atinado a perpetuar su propia leyenda. Est¨¢ por ver si Raise vibration, el ¨¢lbum que publica en septiembre y algunos de cuyos contenidos nos adelant¨® anoche en el WiZink Center, sirve como un revulsivo tan merecido como anhelado. Pinta a rearme, a golpe en la mesa de un musicazo cl¨¢sico pero en edad absolutamente f¨¦rtil (54 a?os) como para seguir rubricando p¨¢ginas relevantes. Ojal¨¢ lo consiga, porque la fe nunca es ilimitada: las 5.500 almas que caldearon la velada eran justo la mitad de cuantas acudieron a la cita con el neoyorquino, en el mismo recinto, solo tres veranos atr¨¢s.
Kravitz ejerci¨® la fiereza esc¨¦nica con parecido ardor del que record¨¢bamos de la visita pasada, lo que le honra. Por lo pronto, el bueno de Leonard Albert es un rockero negro de la escuela de Hendrix y cuida el sonido como si se tratara de un tesoro ancestral: desde el arranque con Fly away, indisimulado aqu¨ª-estoy-yo con toda la musculatura en tensi¨®n, la banda se expres¨® con una contundencia espesa, densa, saturada, fabulosa. Es dif¨ªcil sonar con tanto decibelio y grosor, mover a la excitaci¨®n ya desde las mismas vibraciones en la boca del est¨®mago.
Porque Lenny profesa el credo de la m¨²sica en directo, bendito sea, y no seremos nosotros los que ejerzamos aqu¨ª de ap¨®statas. Los avances del nuevo ¨¢lbum, It¡¯s enough o Low, son misiles de soul-rock impepinable, sudor t¨®rrido con acompa?amiento de tr¨ªo de metales. Aunque empalidecieran ante la lectura posterior de It ain¡¯t over ¡®til it¡¯s over, tema ya inmortal y enriquecido ahora con una introducci¨®n que Prince habr¨ªa bendecido en los tiempos de Purple rain.
Poco amante de las piruetas, Kravitz ofrece una iluminaci¨®n excelente, prescinde de pantallas gigantes, pasillos, escenarios secundarios y dem¨¢s virguer¨ªas, e invita a establecer un contacto visual directo, sin intermediarios. El aqu¨ª y el ahora. En ausencia eterna del mencionado Prince, ning¨²n artista del sector puede brindar un ramillete de piezas como I belong to you, Always on the run (lo m¨¢s cerca que podremos estar hoy de Led Zeppelin) o las m¨¢s sofisticadas Can¡¯t get you off my mind y Believe, exquisitos tiempos medios donde el rockero de pelo ensortijado demuestra que tambi¨¦n hay un huequito en su coraz¨®n para las hierbas campestres.
Todas las referencias son a?ejas porque el hombre de las gafas oscuras tiene claro que prefiere las esencias de la melena y el pantal¨®n de campana a las paparruchas del autotune y dem¨¢s mentirijillas de laboratorio. Lo m¨¢s moderno es la divertida incursi¨®n discotequera de The chamber (?un encuentro entre Queen y Blondie?), pero en el resto de la noche prevalece el, llam¨¦moslo as¨ª, ¡°esp¨ªritu Woodstock¡±. El que de alguna manera empuja a Lenny a recordarnos que ¡°cada d¨ªa de la vida es una bendici¨®n¡± y sugerirnos que no dejemos de ¡°generar amor y buenas vibraciones¡±. ¡°El diablo del mundo no se toma descanso, as¨ª que debemos amarnos y ser ejemplos vivientes¡±, predic¨® el amigo Kravitz. Si todo ello viene acompa?ado por el inolvidable riff de Are you gonna go my way, con el que concluy¨® la noche, puede servir como evangelio con el que recuperar la fe. Qu¨¦ menos que un poquito.
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