Puro teatro
David Byrne sorprendi¨® en el Cru?lla con un concierto coreografiado por sus propios m¨²sicos
Una camisa cambia a una persona, lo mismo que un peinado o un maquillaje. Los festivales ni se peinan ni se visten, pero con sus carteles realizan un llamado que apela a diversos p¨²blicos. El Cru?lla siempre ha sido un festival cuya asistencia comenz¨® siendo joven, casi insultantemente joven, pero con el paso del tiempo ha ido acerc¨¢ndose, llamando, a p¨²blico algo m¨¢s talludo. Ese p¨²blico fue el que se cit¨® en la ¨²ltima noche del festival, que presentaba un cartel, ll¨¢mese maquillaje, para personas cuya mayor radicalidad consiste en no clasificar adecuadamente los residuos dom¨¦sticos. La imagen era bien patente a primera hora de la tarde, cuando al salir del metro una riada de chavaler¨ªa, bolsas de bebidas en manos, se enfilaban hacia el Beach Festival que se realizaba un poco m¨¢s all¨¢ del F¨®rum, a primera hora de la tarde vac¨ªo como un confesionario en carnaval. Pero m¨¢s tarde, en aquellas explanadas ya ocupadas por m¨¢s de 22.000 personas, se dejar¨ªa o¨ªr la voz de David Byrne y el Cru?lla confirmar¨ªa que tiene artistas para todos los p¨²blicos, como tornillos una ferreter¨ªa. Curioso este festival de piel cambiante no ya de a?o en a?o, sino incluso de jornada a jornada.
El concierto de Byrne fue el concierto de la noche, con permiso de la algarada electr¨®nica que m¨¢s tarde desatar¨ªan Justice y Orbital en t¨ªmida r¨¦plica a la discoteca playera al Beach Festival que bramaba al otro lado del F¨®rum. Antes Fatoumata Diawara, una extraordinaria voz de Mali, dej¨® claro que ella es la responsable de que sus conciertos no tengan m¨¢s din¨¢mica, al dinamitarla con sus largos parlamentos entre canci¨®n y canci¨®n. S¨ª, relata temas de justicia aplastante y la reivindicaci¨®n del papel de la mujer en ?frica es de una pertinencia insoslayable, pero abonar su ego reivindicativo regando concienzudamente el ¡°yo¡± que protesta acab¨® restando poder al efecto de su m¨²sica, que adem¨¢s Fatoumata despliega con recursos un poco gastados de espect¨¢culo consabido. A¨²n con todo, concierto entretenido en espera de la estrella.
Y Byrne demostr¨® que lo era desde el minuto cero, con el concepto de su espect¨¢culo, una fascinante muestra de talento, ingenio, originalidad y plasticidad del mismo. Y es que los once m¨²sicos del Byrne, dos de ellos coristas y bailarines, sin ubicaci¨®n fija en un escenario completamente limpio, eran una troupe de actores que se mov¨ªan por escena tocando su instrumento atendiendo a coreograf¨ªas espec¨ªficas para cada canci¨®n. Uniformados todos ellos y descalzos, como el propio Byrne, cada pieza ten¨ªa una puesta en escena diferente, que les obligaba no solo a tocar, sino a estar atentos a recorridos, gestos y dem¨¢s recursos coreogr¨¢ficos que inclu¨ªan un delicad¨ªsimo y elegante juego de luces. Cada canci¨®n ten¨ªa un color que dominaba su puesta en escena, color adem¨¢s no dispensado por focos, sino por una l¨ªneas de luz que reluc¨ªan en los telones que cerraban tres caras del escenario, similares a cadenas plateadas o a hilos brillantes. Un claro ejemplo de menos es m¨¢s cuyo efecto fue formidable.
En aquel concierto teatralizado, pues teatro y coreograf¨ªa fue lo que al fin y a la postre ofreci¨® Byrne, el repertorio, algo corto, fue generoso en citas a Talking Heads, deseado man¨¢ del sector m¨¢s canoso de los espectadores. I Zimbra, Slippery People, Once In A Lifetime, This Must Be The Place, Once In A Lifetime o Burning Than The House brillaron entre piezas como el I Should Watch TV que grab¨® junto a St Vincent y otras, ya de American Utopia, un disco en el que Byrne quiere devolver el optimismo de las peque?as victorias cotidianas frente al razonable pesimismo de un mundo donde siempre parecen ganar los malos. Por eso Cada d¨ªa es un milagro, como cant¨® rodeado por la nutrida secci¨®n de percusi¨®n, similar a una batucada o a una banda callejera de percusi¨®n. Y s¨ª, con espect¨¢culos tan inteligentes, originales y bien resueltos como el presentado por Byrne, todo parece m¨¢s f¨¢cil. M¨¢s tarde cerraron The Roots con su hip-hop de instrumentos, en un concierto planteado como una especia de jam con las piezas ensambladas y largos desarrollos instrumentales en los que no falt¨® la tuba, otro instrumento que en la tradici¨®n negra se usa en las bandas de calle. Pero ya nada pod¨ªa hacer olvidar que el Byrne fue el concierto de la noche, el que acerc¨® al Cru?lla a algunos papas cuyos hijos bailaban en el contiguo Beach Festival.
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