Un drag¨®n de Komodo no vale de animal de compa?¨ªa
Tener un ejemplar del c¨¦lebre lagarto indonesio en casa es una barbaridad
Que la Guardia Civil haya intervenido en Cornell¨¤ de Llobregat (Barcelona) un drag¨®n de Komodo indocumentado a un particular que lo ten¨ªa de chef-d¡¯ouvre de una colecci¨®n realmente acongojante de reptiles (veinte), indica varias cosas.
La primera que el comercio ilegal de especies es verdaderamente may¨²sculo: si puedes hacerte con un animal como un Komodo, tan emblem¨¢tico y popular, nativo de cuatro remotas islas indonesias, es que se puede pillar cualquier bicho en el tr¨¢fico clandestino. Vamos es que lo pr¨®ximo ser¨¢ atrapar a un tipo con un velocirraptor.
La segunda: qu¨¦ gente m¨¢s loca hay en el mundo, oigan. Tener en casa un drag¨®n de Komodo ¨Cno est¨¢ claro si el due?o del reptil lo pose¨ªa para venderlo o para disfrutar de su compa?¨ªa-, es ganas de meterte en l¨ªos. A los Komodo (varanus komodoensis), cuestiones legales y ¨¦ticas aparte (es una especie protegida y considerada ¡°vulnerable¡±), hay que tenerlos a buen recaudo, en instalaciones apropiadas que solo puede garantizar un zoo. Son animales muy capaces de darte un disgusto. No solo porque se hacen muy grandes (llegan a medir m¨¢s de tres metros y pesar 140 kilos) sino porque son de natural hoscos, agresivos y voraces. Y sus mordeduras son muy t¨®xicas, sin que est¨¦ aclarado si como resultado de las bacterias en la saliva o un veneno.
En su medio natural, en Indonesia, devoran lo que sea, hasta presas grandes como cerdos salvajes, cabras y venados, sin desde?ar la carro?a. Incluso merodean por los cementerios y se les ha atribuido desenterrar cad¨¢veres (imagino que al due?o se le escapa y lo encuentran merodeando por las tapias de un camposanto y me sale un relato de Stevenson). Est¨¢n confirmados ataques a seres humanos y en algunos casos las v¨ªctimas fueron devoradas. El a?o pasado tuvo lugar un ataque a un turista en Komodo y en 2007 un drag¨®n particularmente hambriento (era temporada seca) se lanz¨® sobre un ni?o de 8 a?os que estaba haciendo sus necesidades detr¨¢s de un arbusto y literalmente lo parti¨® en dos.
El caso m¨¢s notable de ataque es el que sufri¨® en 2001 el entonces marido de Sharon Stone, el editor Phil Bronstein, fan de los Komodos, al que la actriz sorprendi¨® por su cumplea?os (ya lo habr¨ªan hecho todo) regal¨¢ndole la posibilidad de visitar a un ejemplar en su recinto en el zoo de Los ?ngeles. Hay diferentes versiones sobre si el animal atac¨® al editor porque llevaba zapatillas de tenis blancas (que confundi¨® con los ratones que le daban como alimento) o tuvo un ataque de celos por Sharon Stone, lo que es comprensible incluso en un reptil. Sea como fuere le propin¨® un soberano mordisco en el pie, la actriz le hizo a su marido un torniquete con una media (!) y hubo que suturarle al hasta entonces amante de los Komodos varios tendones. La Stone tiene una relaci¨®n especial con los dragones, puesto que recientemente, el pasado junio, subi¨® a las redes sociales una foto de un Komodo paseando por su vecindario de Beverly Hills, que ya es raro.
El (ya no tan) feliz poseedor del Komodo de Cornell¨¤, que era manco, el drag¨®n, guardaba, adem¨¢s de una pistola de fogueo, lo que se?ala un perfil de domador de circo o m¨¢s probablemente de traficante, otras bestias poco recomendables como una serpiente de cascabel (Crotalus atrox, cascabel diamantina) y un lagarto enchaquirado o acaltetep¨®n mexicano (Heloderma horridum, pariente cercano del Gila), extremadamente venenoso. Tambi¨¦n ten¨ªa cuatro pitones, una boa, una culebra hocico de cerdo, un par de varanos (primos del Komodo) y dos serpientes Elaphe Guttatus, culebras del ma¨ªz americanas habituales de los coleccionistas novatos como quien firma estas l¨ªneas. Los animales intervenidos han sido depositados en el zoo de Barcelona y en otros centros. No parece que se los vaya a dar en adopci¨®n...
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