El rom¨¢ntico acelerado
El malague?o desembarca en el Teatro Real como un sentimental algo aspaventoso y efectista, pero conocedor de sus encantos
Lo primero que hace Pablo L¨®pez, nada m¨¢s adentrarse en el escenario de un abarrotado Teatro Real, es propinarle un sonoro manotazo a la tapa de su piano y embestir el micr¨®fono con la frente. Ser¨¢ un impulso s¨²bito o un gesto calculado de antemano, pero contribuye a desbaratar la imagen del cantautor meloso, de ese baladista que le rinde pleites¨ªa al amor (o a las calamidades, el inevitable env¨¦s) y aprovecha su buena planta, la barbita de siete d¨ªas, el flequillo alborotado y ese gesto de ni?o pillo para multiplicar los suspiros en unos palcos con franca mayor¨ªa femenina.
El malague?o demostr¨® este s¨¢bado en el Universal Music Festival que quiere ampliar las cartas de su baraja. Luce chupa negra de cuero, dispone una escenograf¨ªa sencilla y eficaz a base de emoticonos y salpica los tics de la tradici¨®n rom¨¢ntica con otras influencias m¨¢s, acreditadas. Hab¨ªa algo de Coldplay en la inaugural El camino, lastrada por una cierta ?o?er¨ªa, y bastante de los tambi¨¦n brit¨¢nicos Keane a la hora de abordar Dos palabras. Vi hurga en ese pop arrebatado con piano que Billy Joel quintaesenciaba en My Life, mientras que El tel¨¦fono no deja de ser puro Sabina con unas gotas de swing. Esas hechuras m¨¢s cl¨¢sicas aflorar¨¢n tambi¨¦n en Te espero aqu¨ª, que son¨® muy bonita en un mano a mano con Georgina.
Efectismo
Con todo, L¨®pez recurre con demasiada frecuencia a recursos efectistas, desde silencios enf¨¢ticos hasta crescendos desaforados, cambios s¨²bitos de intensidad o acentuaci¨®n, estribillos que se estiran. El futuro intenta incluso adentrarse por los territorios del rock sinf¨®nico, aunque encalle en la ¨¦pica vacua. Pero ser¨ªa ruin negarle los m¨¦ritos a piezas como El patio, con esos preciosos versos rematados en falsete.
Al final, Pablo L¨®pez resulta ser no tanto un sentimental como un artista gesticulante, aspaventoso, incluso esp¨ªdico. Le sobran encanto personal y horas de vuelo, se desga?ita durante 135 minutos y salpica sus parlamentos con odas gen¨¦ricas a la libertad o gui?os a su madre, que atiende desde primera fila. Se guarda un muy aplaudido as en la manga cuando en El gato, pen¨²ltima entrega de la noche, irrumpe sin previo aviso Pablo Albor¨¢n. Y se deja su mayor ¨¦xito, esa nueva sobredosis de ¨¦nfasis titulada Tu enemigo, como euf¨®rico colof¨®n. Pero L¨®pez a¨²n no ha descubierto que no puede vivir las 24 horas con el pie hundido en el gas. Cual rom¨¢ntico acelerado.
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