Di¨¢logo estructurado
La reuni¨®n bilateral Gobierno-Generalitat abre v¨ªas para encauzar la cuesti¨®n catalana, promete cierta estabilidad y supone reconocer de facto un Estado compuesto

Como se preve¨ªa, el encuentro de la ¡°Comisi¨®n Bilateral Generalitat-Estado¡± del mi¨¦rcoles no arroj¨® a¨²n resultados materiales sustantivos. Pero s¨ª convino algo tan o m¨¢s clave: el reinicio de la relaci¨®n institucional, maltrecha, congelada o quebrada durante siete largos a?os.
El encuentro, "duro" y festoneado por "fuertes discrepancias" alumbr¨® una v¨ªa para el di¨¢logo estructurado que pueda encauzar la cuesti¨®n catalana.
Ese concepto, muy usado en la Uni¨®n Europea, desborda el mero contacto cort¨¦s y desde?a la ret¨®rica vac¨ªa (langue de bois) con que sortear sin comprometerse situaciones inc¨®modas. Es lo contrario de la ch¨¢chara. Implica organizar un di¨¢logo sobre desacuerdos previamente estudiados y madurados; durante el tiempo y con la dedicaci¨®n necesarios en foros eficaces; con el objetivo de identificar puntos de coincidencia; y durante un calendario prefijado.
Ese fue el acuerdo ¡ªde procedimiento, de m¨¦todo; formal, m¨¢s que material¡ª- alcanzado. Pese a su modestia, parece f¨¢cil concluir que supone un giro copernicano respecto a la quiebra institucional de la que se part¨ªa. Lograr un uno es poca cosa; pero pasar del cero al uno es recorrer un trecho matem¨¢ticamente infinito.
El Gobierno, por voz de la ministra Meritxell Batet, descart¨® de entrada ning¨²n intercambio en asuntos extramuros de lo negociable: la puesta en almoneda de la soberan¨ªa en su marco constitucional (autodeterminaci¨®n) y la invasi¨®n de la independencia judicial (pol¨ªticos presos).
Los cr¨ªticos ac¨¦rrimos de este di¨¢logo, sobre todo PP y Ciudadanos, har¨ªan bien en definirse sobre si es m¨¢s prometedora para los ciudadanos esta din¨¢mica de sentarse a la mesa con el fin de explorar soluciones posibles a problemas reales. O la contraria, procurar que la otra parte siga ech¨¢ndose in¨²tilmente a la calle, desestabilice la coyuntura y provoque la en¨¦sima frustraci¨®n de una juventud expectatnte.
Por supuesto que recelar es humano. Y autom¨¢tico, si uno se deja atenazar por un inmediato pasado lamentable m¨¢s que por la imperiosidad de un futuro distinto y mejor. El uso partidista del recelo es tambi¨¦n comprensible, y frecuente. Pero tanto como eso, escasamente provechoso.
Un dato impl¨ªcito emerge del encuentro. Consiste en que el Govern de la Generalitat viene a reconocer en la pr¨¢ctica lo que niega en el discurso secesionista. Al aceptar la discusi¨®n organizadada sobre problemas realmente existentes, viene a suscribir el reconocimiento del Otro como tal, con la plenitud de sus funciones.
Es decir, viene a asumir la legitimidad de la superposici¨®n de competencias, exclusivas, compartidas y concurrentes en un mismo territorio, el catal¨¢n. ?Hay que minimizar ese hecho pol¨ªtico nuevo? ?o es mejor incentivarlo, estimularlo, alentarlo?
Viene en suma a incorporarse ¡ªcon tono renuente¡ª a la dial¨¦ctica propia del Estado compuesto, a la din¨¢mica propia del conjunto multigobernanza que exhiben los Estados contempor¨¢neos, especialmente si son de corte federal: la intraestatalidad. No al sue?o de la interestatalidad, del cara a cara frontal y ce?udo entre un Estado declinante y otro emergente, como cuenta su relato.
Los problemas heredados son ingentes y abrumadores, de lo que ambas son conscientes y acert¨® en definir, en formato doliente y algo desmadejado, el portavoz del Govern, Ernest Maragall . Queda todo por hacer: adecuar al presente los traspasos pendientes, como cierta participaci¨®n en la gesti¨®n migratoria (y una eficiente coordinaci¨®n); resolver litigios in¨²tiles nacidos de promesas incumplidas (becas); revertir abusos (como la ocupaci¨®n del espacio p¨²blico, negando su neutralidad); y recomponer entuertos judiciales (recursos mutuos ante el Tribunal Constitucional) que habr¨ªan sido evitados de haber funcionado la Comisi¨®n Bilateral con asiduidad y lealtad.
El di¨¢logo estructurado que se reemprende exhibe una virtud adicional: contribuye a aumentar la estabilidad de la vida pol¨ªtica espa?ola, hasta fin de a?o. Ese calendario acordado desactiva o matiza las amenazas del expresident Carles Puigdemont sobre el presunto fin de un supuesto per¨ªodo de gracia al Gobierno.
Es un compromiso impl¨ªcito, como tantas cosas en esta hora catalana. Pero relevante, pues el plazo coincidir¨¢ con eventos arduos, singularmente para el independentismo: el probable inicio de la vistas judiciales del proc¨¦s; el debate presupuestario; las v¨ªsperas de un nuevo ciclo electoral.
Cierto es que los compromisos de este tipo son relativos. Y que la posici¨®n del Govern sobre su asistencia a los organismos multilaterales qued¨® confusa: Maragall la afirm¨® y la neg¨® en el mismo acto. Es que, pese a los avances registrados, el secesionismo aun no ha optado clara y formalmente sobre su encrucijada: pragmatismo o unilateralismo.
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