El liderazgo independentista
En lo pol¨ªtico la cadena de lealtades tiene m¨¢s recorrido porque la mayor¨ªa de cargos dirigentes son intercambiables
<CS8.7>En la superficie del independentismo tenemos, simplifico, una disputa entre dos l¨ªneas argumentales. La de ERC, que aboga por retornar a los fundamentos y sumar adeptos mientras la posibilidad de un refer¨¦ndum no se plantea. La de JxCat, que defiende una posici¨®n frontal contra el Estado para que un momentum fuerce al gobierno espa?ol a negociarlo. La disyuntiva no llega a Macguffin, pero desv¨ªa lo suficiente la atenci¨®n del elemento principal que subyace en la funci¨®n: la gesti¨®n del liderazgo en el interior de los partidos y facciones independentistas.
Cuando se plante¨® que Carles Puigdemont ejercer¨ªa sus funciones presidenciales desde Waterloo se argument¨® que lo mismo que una empresa, las nuevas tecnolog¨ªas permitir¨ªan dirigir la Generalitat desde la distancia. Pronto se ha descubierto que gobiernos y partidos no se comportan como empresas. Las diferencias son m¨²ltiples pero hay una esencial: la relaci¨®n entre sus miembros es distinta.
En lo pol¨ªtico la cadena de lealtades tiene mucho m¨¢s recorrido puesto que la mayor¨ªa de cargos dirigentes son intercambiables. Un cuadro fil¨®logo puede ejercer como director general de sanidad y despu¨¦s encarg¨¢rsele una secretar¨ªa de obras p¨²blicas. En una empresa barcelonesa, aunque la dirijan desde Boston, un administrativo no ejercer¨¢ las labores de un ingeniero de caminos. Por ende, el contacto personal y el favor para medrar en pol¨ªtica es m¨¢s socorrido.
Pronto ver¨¢n donde quiero llegar. Puesto que las palabras confunden y la lectura del pasado se simplifica, denominar ¡®exilio¡¯ a la situaci¨®n de Puigdemont puede confundir a quienes para entender qu¨¦ se puede esperar de su situaci¨®n trazan un paralelo hist¨®rico con los exilios de Maci¨¤ y Tarradellas. Entre 1923 y 1931, el primero pas¨® tanto tiempo tejiendo alianzas contra Primo de Rivera como bregando con los suyos ¡ªaunque se obvie siempre¡ª para mantener el liderazgo de su partido-movimiento Estat Catal¨¤. La disputa m¨¢s sonada fue con Daniel Cardona, pero no fueron pocos los dispuestos fuera y dentro de Catalu?a a hacerle la cama.
Por su parte, Tarradellas, tras la Segunda Guerra Mundial, siendo secretario general de ERC, trat¨® de controlar los movimientos del tenue antifranquismo en Catalu?a. Por lecturas y la experiencia de su admirado De Gaulle sab¨ªa que si no lo hac¨ªa, en cuanto la dictadura acabase ser¨ªan los pol¨ªticos de dentro quienes tomar¨ªan las riendas. De ah¨ª su inter¨¦s por mantener enlaces como Pere Puig y Josep Fornas. Ya presidente, la cruzada de Tarradellas contra Montserrat, ?mnium Cultural y un largo etc¨¦tera fue por diferencias en cuanto al enfoque catalanista s¨ª, pero sobre todo por la direcci¨®n del interior.
Y ah¨ª vamos. Bajo las dictaduras en Catalu?a no hab¨ªa recorrido profesional en ninguna administraci¨®n aut¨®noma. Los catalanistas ten¨ªan su vida al margen de un entramado pol¨ªtico que era amateur y, por tanto, su arribismo pod¨ªa perseguir m¨²ltiples intereses, pero el pecuniario a penas. A su regreso, mientras Maci¨¤ integr¨® en la Generalitat a muchos que con ello vieron resarcida su colaboraci¨®n con ¨¦l, Tarradellas fue calumniado por quienes esperaban una recompensa en forma de cargo por sus aportaciones cuando ¨¦ste no lleg¨®.
La situaci¨®n en la Catalu?a aut¨®noma actual ¡ªy mientras la Rep¨²blica no llegue¡ª es muy diferente y manejar egos, modus vivendi y aspiraciones es, a pesar de Skype y la telefon¨ªa m¨®vil, mucho m¨¢s complejo que cuando no hay pastel. Puesto que ha optado por bajar a la arena y no jugar un papel representativo au-dessus de la m¨ºl¨¦e en el independentismo, Puigdemont necesitar¨¢ demostrar a quienes esperan beneficios de la pol¨ªtica que es a la sombra de su carisma y estrategia que las podr¨¢n conseguir. De otro modo corre el riesgo que los suyos ¡ªque por independentistas que sean tienen un tempo vital diferente al suyo por razones obvias¡ª atiendan a cantos de sirena de estrategias contemporizadoras, que le limiten a l¨ªder de facci¨®n.
Puigdemont no afianz¨® su mando des del gobierno en el PDeCAT, en el que era un outsider. Una situaci¨®n bien distinta a la del presidente de ERC. Cuando Oriol Junqueras se top¨® con la injusta prisi¨®n provisional ten¨ªa un liderazgo m¨¢s asentado en su partido, tambi¨¦n en lo ideol¨®gico. De momento, y puesto que no hay sentencia que ponga horizonte a su reclusi¨®n, su cadena de lealtades permanece menos da?ada, que no intacta. Y visto que nadie m¨¢s quiere acabar en prisi¨®n la apuesta renovada por un independentismo gradual intranquiliza menos a los cuadros del partido que una nueva jugada arriesgada. Hay mucho m¨¢s, por supuesto, y las ambiciones particulares se entremezclan con las afinidades personales a ambos lados, pero lo vivido en el Parlament estos d¨ªas es la punta del iceberg de la cocci¨®n del liderazgo en cada sector del independentismo.
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